Coclesanos celebran con orgullo el Festival Nacional del Cucúa.
@CecybelLopez/¡A poco que a usted no le intriga cómo se hacen los vestidos de los cucúas!.
¡La chichi de papa! esa se va de pueblo en pueblo allá onde uno, apenas escucha el repicar del tambor ella queda lista para conocer qué pasa allá, es que no es lerda la hija. Esta vez se fue hasta el pueblo de San Miguel Centro de Penonomé en la provincia de Coclé, para traernos todo lo que aconteció en el famoso Festival Nacional del Cucúa.
Lo primero fue saber de dónde sacan esta gente el vestuario que usan, ya que dicen que el mismo es natural en armonía con el medio ambiente y es que la indumentaria de los cucúas es obtenido de la corteza del árbol del cucuá (también conocido como ñumí) y pintado con tintes naturales: de la raíz del azafrán se obtenía el color amarillo; de la hoja de la planta del guamí, el color cobre; y de la hoja del ojo de venado, el color negro.
Es importante resaltar que este Festival fue declarado en el año 2005 bajo el decreto 168 como Festival Nacional, pero la lucha no fue fácil ya que esta tradición estuvo a punto de desaparecer si no fuera por el maestro Valentín Ubarte quien empezó a impulsar en la comunidad el sentimiento de orgullo por sus tradiciones y el deseo de conservarlas.
Primero, intentó que los más jóvenes aprendieran la danza, rompiendo la costumbre de que solo fuera practicada por un grupo exclusivo de hombres adultos.
Sin embargo había otro problema, el árbol del cucúa estaba desapareciendo y con él se iba el misterio de cómo se lograba cultivar la semilla del mismo, ya que para los ancestros era un secreto y no fue compartido. El mérito de haber descubierto e la reproducción de la semilla fue para José de la Cruz Vargas Morán, actualmente presidente de la Asociación Cultural Artesanal y Ecológica Los Cucuás, quien no esperó los avances oficiales y se decidió adentrarse en el bosque para descubrir cómo podía lograr reproducir el árbol, resultando un éxito su dedicación y esmero.
El festival tiene atractivos como la venta de artesanías, el desfile de la princesa en balsa y exposición de kioskos con productos del área.
Por supuesto, uno de los máximos atractivos del festival anual es la danza en la que cuatro diablos salen con sus pintorescos vestidos y sendos bastones de madera a bailar al escenario. Allí, moviéndose al compás del violín, la caja y el tambor, inician sus redondillas, para representar ante los espectadores la batalla final contra el ángel del bien, quien termina triunfando, por supuesto, liberando al alma humana del pecado y la eterna condena. Una hermosa historia y un legado cultural que, gracias a la tenacidad, la perseverancia y el amor de quienes descubrieron el encanto de esta tradición, hoy sigue existiendo y enriqueciendo nuestro acervo cultural.
Cada año más de dos mil personas lo visitan y disfrutan en un ambiente sano las tradiciones de un pueblo que rescató su festival.