Corazón de Madre
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Ciudad de Panamá, Panamá/En el corazón de la bulliciosa ciudad de Panamá, donde el ritmo de la vida a menudo nos hace ignorar lo que sucede a nuestro alrededor, hay un joven que ha elegido detenerse. A sus 28 años, Ronnie de Gracia, un paramédico de vocación, ha hecho de las calles su clínica, y de las personas en situación de vulnerabilidad, sus pacientes. Con un botiquín al hombro y un plato de comida en la mano, Ronnie recorre el área de Calidonia, curando heridas y sembrando esperanza.
Su inquebrantable compromiso con los más olvidados lo ha posicionado como un finalista de Héroes por Panamá 2025, un reconocimiento a la labor de un joven que, con empatía y perseverancia, está cambiando la realidad de nuestra nación, una vida a la vez.
La palabra que define a Ronnie es, sin lugar a dudas, "vocación". Ser paramédico para él no es solo una profesión, sino una profunda llamada a servir.
Ronnie confiesa que lo que más le gusta es ayudar a la gente, especialmente a aquellos que sufren una realidad o enfermedad que a menudo los hace invisibles para el resto de la sociedad. “No les doy la espalda”, afirma con la sencillez que caracteriza su trabajo, “sino que trato de atenderlos en todo lo que esté a mi alcance”. Este principio, tan simple en su formulación, se ha convertido en el faro que guía su vida y su labor diaria.
Su misión de vida comenzó hace varios años, cuando conoció un lugar, el Centro Juan Pablo II, que asistía a personas en situación de calle.
En ese espacio, vio la cruda realidad de quienes viven sin un techo: desde trabajadoras sexuales y niños hasta personas con adicciones. Ronnie se dio cuenta de la enorme cantidad de gente que llegaba buscando ayuda, así como de aquellos que vivían de manera permanente en el albergue.
Fue en ese momento que se sintió llamado a involucrarse. Se metió de lleno, no esperando a que los pacientes llegaran a él, sino yendo él mismo a buscarlos, movido por el deseo de estar al pendiente de ellos y de atender sus necesidades médicas urgentes.
Un evento en particular marcó el inicio de su viaje como "paramédico del asfalto". Un día, mientras pasaba por la calle, un hombre con una herida en el pie lo vio con su uniforme de trabajo y le preguntó: “¿Tú eres doctor?”. Ronnie le explicó que era paramédico, a lo que el hombre, desesperado, le insistió: “¿Pero sabes curar?”...
La herida era tan evidente que no podía ser ignorada. Ronnie le dijo que sí, que lo ayudaría en lo que pudiera. A partir de ese momento, lo curó, lo vendó, y le limpió la herida. No pasó mucho tiempo antes de que la noticia de su acto de bondad se extendiera entre la comunidad en situación de calle. Poco a poco, comenzaron a llegar más personas: de tres en tres, luego de cinco en cinco y después de diez en diez.
Fue entonces que Ronnie se hizo la pregunta que cambió la dirección de su labor: “¿Y si voy mejor a donde están ellos y no espero que ellos vengan?”.
Esta idea de ir a buscar a los necesitados es lo que define su vocación. Armado con un botiquín grande, que prefiere que sea espacioso para tener todo lo necesario, y un carrito plegable, se adentra en las calles. Su trabajo no es solo curar heridas; es también nutrir el cuerpo y el alma.
Se le ha convertido en una costumbre preparar alrededor de 100 tazones de crema de hojuela con la ayuda de un albergue que le brinda su cocina y luego, solo o acompañado de uno a cuatro voluntarios, sale a las calles a repartir la comida mientras chequea a sus pacientes.
La realidad que enfrenta a diario es dura y a menudo invisible para la mayoría. Ronnie rememora la historia de un joven entre 25 y 30 años que no quería ir al hospital. El joven tenía una herida en el pie que había intentado curarse con un trapo sucio. Desde la distancia, Ronnie notó algo anormal en su pie y se acercó. Para su sorpresa, la herida estaba abierta, con un fuerte olor y llena de gusanos.
“Fue un milagro que esa persona, a pesar del grado de herida, no se haya muerto”, cuenta Ronnie. El paramédico, con guantes y doble mascarilla, se dedicó a curar la herida todos los días, hasta que se cerró. Aunque el joven quedó con una pequeña cojera, se salvó. Historias como esta no son la excepción, sino la norma en el día a día de Ronnie, y son las que lo motivan a seguir adelante.
El sueño de Ronnie de Gracia va más allá de su actual labor. Por el momento, se está pagando sus estudios con su trabajo, pero tiene en su corazón el deseo de ser médico para poder abrir un lugar donde pueda atender gratuitamente a las personas en situación de calle.
En particular, le gustaría especializarse en pacientes oncológicos, una realidad que ha presenciado en sus recorridos y que lo ha conmovido profundamente: personas que no tienen ni un dólar para tomar el bus y asistir a sus citas médicas. Su objetivo es crear un "hospitalito" con reglas, un lugar donde los pacientes no solo reciban atención médica, sino también una ducha, un plato de comida y la oportunidad de una vida mejor.
Su inspiración más profunda proviene de un hombre que falleció, pero que le dejó un legado inolvidable. “El día que yo no esté aquí”, le dijo el hombre, “nunca te olvides de la gente que ayudas. Síguelos ayudando porque habrán más como yo que tendrás que curar”. Esta promesa ha quedado grabada en el alma de Ronnie, dándole la fuerza para enfrentar cada día.
Su participación en Héroes por Panamá 2025 es un merecido reconocimiento a su vocación, su valentía y su profundo humanismo. Ronnie de Gracia nos enseña que el verdadero heroísmo no se encuentra en grandes gestas, sino en los pequeños actos de bondad que transforman el dolor en esperanza, y la indiferencia en un puente hacia la sanación.