Entrenadores cubanos esperan cumplir sueño olímpico con EEUU
Desde niño Yin Álvarez soñó con tener un gimnasio propio y ganar una medalla olímpica. Aunque fue parte de una elite de jóvenes gimnastas de Cuba, no lo consiguió. En busca de un futuro mejor se fue de Cuba a México. Cruzó la frontera nadando el Río Bravo y hace 20 años llegó a Estados Unidos, abrió su gimnasio y tal vez este año el ex integrante del equipo nacional de gimnastas de Cuba pueda concretar su anhelo de conquistar unos Juegos Olímpicos ... ahora como entrenador. ¿Y su primer atleta olímpico? Danell Leyva, un campeón nacional de Estados Unidos, hijo de su esposa y ex campeona nacional de gimnasia artística cubana María González. "Yo quería ser campeón olímpico, quería ser campeón mundial. Tenía muchas aspiraciones que no las logré, y aquí estoy, en mi segunda chance como entrenador, aconsejando a mis atletas para que no cometan los mismos errores que yo cometo", expresó Alvarez, de 46 años, en una reciente entrevista con The Associated Press. "Realmente tengo sueños muy grandes ... Yo quiero tener tres campeones olímpicos. Confío en que Danell tiene la posibilidad de ganar cuatro medallas y tengo la certeza de que va a ser campeón olímpico este año", dijo el ex gimnasta cubano, el único entrenador que ha tenido Leyva desde que comenzó su carrera a los cuatro años, hace ya 16 años. A diferencia de Álvarez, González no tenía sueños a largo plazo, o al menos no los recuerda. En Cuba era feliz con sus prácticas de gimnasia y sus competencias; y luego entrenando a niñas para que sobresalieran. Vivía de lunes a viernes en una escuela de gimnastas con habilidades atléticas excepcionales, donde recibía entrenamiento, comida, ropa, y atención médica. Los sábados en la tarde y los domingos eran de familia. En esa escuela conoció a Alvarez y a otra veintena de niños y jóvenes que tras pasar estrictos exámenes se entrenaban allí. "Mi sueño nunca fue la Olimpíada ... vivía más el día a día, qué competencia me tocaba, me preparaba para esa y lo disfrutaba", recordó la mujer en una entrevista realizada en el gimnasio donde ahora entrena junto a Alvarez a unos 500 niños y jóvenes de Estados Unidos y Latinoamérica en el suroeste de Miami. Todo cambió, sin embargo, cuando decidió abandonar el país comunista empujada por la falta de medicinas y una atención médica que la dejaba insatisfecha para Danell, que desde bebé padecía asma y visitaba frecuentemente el hospital. En 1993, dos meses después de haber llegado a Miami con Danell, de dos años, y una hija de 12 años, González visitó el gimnasio de un compatriota cubano en busca de trabajo. El dueño le dijo que no tenía nada para ofrecerle, pero le sugirió que llamara a Yin Álvarez. González se alegró al escuchar el nombre de su ex compañero del equipo nacional de gimnastas de Cuba. Aunque no eran amigos, sino más bien conocidos por ese entonces, le hizo feliz saber que no era la única gimnasta del equipo nacional cubano en Miami. Llamó a Álvarez y al día siguiente él la buscó para llevarla a que conociera el gimnasio amateur donde estaba trabajando como entrenador. Durante un tiempo ambos fortalecieron su amistad y trabajaron juntos y también por separado, hasta que en 1995, él abrió su propio gimnasio y pocos meses después la invitó a que trabajase allí. Desde la entrada podía verse el slogan impreso en una pared: "Casa de los futuros olímpicos", que los acompaña hasta ahora. En su primer semana de trabajo en el nuevo gimnasio, González preparó a pedido de Álvarez un plan de entrenamiento con objetivos claros. "Y allí comencé como él. Estábamos bien definidos a llevar a los niños desde el principio a lo máximo", reveló González, quien fue múltiple campeona nacional de gimnasia de Cuba y ganó también medallas internacionales para la isla en competencias de Hungría, Polonia, Checoslovaquia, Argelia y Bulgaria, entre otros países. "El me inyectó esto" de las Olimpíadas, dijo la entrenadora, que a los 48 años conserva su físico de gimnasta con una sólida musculatura. A ese mismo gimnasio instalado en un inmenso salón de un depósito de mercaderías cuyas paredes están cubiertas con los anillos olímpicos y numerosas medallas, han llegado gimnastas de varios países de Latinoamérica. Así, Álvarez y González han entrenado, entre otros, a Jorge Giraldo y Edward Mesa (de Colombia); el campeón mundial juvenil Gustavo Lobo (Brasil); el medallista panamericano y mundialista Jesús León Vidal (República Dominicana) y Mariana Chiarella (Perú). Antes de tener el gimnasio propio, ambos hicieron de todo un poco para sobrevivir. Esas tareas incluyeron repartir el diario, lavar automóviles, cuidar niños, acomodar mercaderías en una tienda y hasta vender tumbas de cementerios. Tanto cambió González desde que empezó a trabajar con Alvarez, que ahora desborda de felicidad pensando en las Olimpíadas de Londres. Es que no sólo su hijo tiene posibilidades. Ella también es la entrenadora desde hace 10 años de Jessica Gil, quien como campeona nacional de Colombia aspira a conquistar al menos una medalla representando a la nación sudamericana. "En este momento, de verdad entendí lo que siempre Yin ha dicho. Ir a una Olimpíada es como el tope de tu carrera, es algo muy grande", explicó González, quien se retiró como gimnasta a los 16 años. Álvarez y González se casaron en el 2001. El espíritu olímpico de la pareja es evidente en Danell Leyva, que considera a Alvarez como si fuera su padre. El joven de 20 años no conoce físicamente a su papá biológico, aunque está en contacto con él. Álvarez fue quien motivó a Leyva a los dos años para que le gustara la gimnasia. Y aunque su madre no le veía condiciones para que fuera un gimnasta, el niño se empecinó en que él quería serlo. Tal vez el empujón más fuerte que recibió de parte de Alvarez fue a los cuatro años, cuando lo vio llorando por haber salido último en una competencia. "Y Yin me dijo: "¿viste? Si quieres llegar a algo en la vida tienes que entrenar duro", recordó Leyva, quien ganó una medalla de oro en el mundial de gimnasia de Japón 2011, el primer título mundial de un gimnasta estadounidense desde 2003. Desde aquella lección que le dio Alvarez a los cuatro años, Leyva no ha parado de entrenar pensando en llegar a los Juegos Olímpicos. Para Londres su anhelo es ganar cuatro medallas. "Se que es una meta bien grande, pero a la vez, se que es posible", aseguró el joven cubano-estadounidense. Y de inmediato agradeció a su entrenador y a su madre por haberle permitido llegar alto. "Yo siempre digo que soy un experimento del trabajo de ellos, soy un resultado de lo que ellos han hecho. Y poder ir a una Olimpíada y presentar el trabajo de ellos, para mi es un honor, un privilegio", manifestó.