Contenido Exclusivo: San Miguelito, un territorio que resiste

San Miguelito no solo enfrenta problemas de planificación urbana. También carga con una economía informal que sostiene a buena parte de su población.

Cristo Redentor en el distrito de San Miguelito. / TVN

San Migulito/Caminar por San Miguelito es entrar a una ciudad dentro de otra. Es ruido, es movimiento, es vida. También es resistencia. En cada loma, en cada escalera empinada, en cada fonda.

A 55 años de su creación como distrito, San Miguelito sigue siendo un símbolo del crecimiento urbano no planificado, de la desigualdad, pero también de la fuerza comunitaria.

De los márgenes al mapa

San Miguelito nació como respuesta a la presión social por vivienda. En los años 60, barrios como Las 500, Monte Oscuro, Pan de Azúcar, Paraíso y Veranillo ya estaban llenos de familias que llegaban buscando una oportunidad en la capital. A mediados de los 70, esa presión había crecido tanto que se convirtió en distrito especial.

Pero la urgencia de entonces no ha desaparecido. Sigue presente en las calles sin aceras, en la falta de acceso a servicios básicos, en la informalidad territorial que todavía domina muchas zonas.

El día a día entre la informalidad y el rebusque

San Miguelito no solo enfrenta problemas de planificación urbana. También carga con una economía informal que sostiene a buena parte de su población.

Según el último censo, alrededor de 150 mil personas están activas económicamente en el distrito. Sin embargo, una parte importante lo hace sin contrato, sin seguro, sin estabilidad. En algunos corregimientos, hasta el 20% de la población trabajadora vive en condiciones de precariedad.

La venta callejera, los pequeños comercios sin regulación y las fondas forman parte del tejido económico cotidiano. En Santa Librada, por ejemplo, está El Tazón del Sabor. Arrancan desde la madrugada a cocinar decenas de libras de arroz, carne, frituras. “Lo que más buscan es el bistec encebollado con patacones”, explica el chef Juan. Si a algo sabe San Miguelito, podría ser a eso.

Historia de luchas, memoria de barrio

San Miguelito fue cuna de movilizaciones sociales que lograron lo que en su momento fue el mayor plan de vivienda pública del país. De ahí surgieron barrios como la Urbanización Los Andes y Santa Librada.

En ese contexto también creció una identidad fuerte: la de pertenecer a un territorio levantado con esfuerzo colectivo. La historia de esos barrios todavía se cuenta en los pasillos de las casas y en las canchas deportivas donde alguna vez entrenaron las futuras promesas del béisbol nacional.

En el béisbol infantil, cuando escuchaban que venía el equipo de Los Andes, temblaban”, rememora Miguel Ángel Vergara, exentrenador deportivo y uno de los primeros residentes de Los Andes, un barrio construido por el Gobierno para funcionarios.

¿Por qué la gente se está yendo?

En los últimos 13 años, San Miguelito ha perdido 34 mil residentes, confirma el investigador Carlos Gordón. “El 10% de los residentes del distrito de Panamá son de San Miguelito, esos son unas 100 mil personas”, dice. La fuga de sanmigueliteños no ha sido igual en todos los barrios. Dividamos el distrito en tres: el este (Rufina Alfaro, José Domingo Espinar), el centro (Victoriano Lorenzo y Mateo Iturralde), y el norte (Amelia Denis de Icaza, Belisario Porras, Frías, Omar Torrijos, Arnulfo Arias).

Mientras el este perdió 1,500 personas en la última década, y el centro 2,550, el norte tuvo una fuga masiva: más de 30 mil personas. Es decir, perdió población a un ritmo 15 veces mayor.

La principal causa, según expertos: la violencia.

Barrios como Samaria, Torrijos Carter o Cerro Cocobolo, en el norte, están entre los más golpeados por la criminalidad. Vivir con miedo expulsa. Las balas no solo matan: quiebran comunidad, bloquean trayectos, imponen encierro. “Cuando le digo a un taxista que me lleve a Samaria, me dicen: ¿¡Samaria!?”, relata Onelia Sánchez, una de las vecinas más antiguas del sector 5.

Entre el metro y la trinchera

San Miguelito es el único distrito con dos líneas de metro y, sin embargo, tiene barrios donde no entra ni una chivita. Subidas interminables, caminos rotos, escaleras que se convierten en la única vía. En esos espacios la movilidad no es un derecho, es una prueba diaria.

El futuro que se imagina

San Miguelito quiere salir del estigma. Pide un plan de ordenamiento real, inversión pública, oportunidades para jóvenes, seguridad en sus calles.

Y mientras eso llega, sigue resistiendo. Con lo poco, con lo que hay, con comunidad.

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