ChatGPT | Estudio alerta que esta IA podría afectar gravemente al cerebro humano
El informe advierte que este fenómeno podría deberse a la ausencia de “codificación profunda” de la memoria: en lugar de integrar el contenido, los participantes simplemente transcribían lo que sugería la IA.
Un informe preliminar del MIT Media Lab encendió el debate global sobre la inteligencia artificial.
Los resultados, publicados en un preprint de 206 páginas liderado por la investigadora Nataliya Kosmyna, sugieren que depender en exceso de los modelos de lenguaje (LLM) podría alterar la actividad cognitiva, reducir la memoria de trabajo y debilitar la percepción de autoría en los textos generados. Aunque el estudio aún no ha sido revisado por pares, su impacto ya está generando titulares.
El MIT estudió a 54 voluntarios que participaron en tres sesiones de redacción de ensayos durante cuatro meses. Se dividieron en tres grupos: uno escribía sin ayuda digital (“brain-only”), otro usaba un motor de búsqueda clásico y el tercero trabajaba con GPT-4o, una versión avanzada de ChatGPT.
Mientras redactaban, los participantes fueron monitoreados con electrodos y sensores para registrar la actividad cerebral. En una cuarta fase experimental, algunos cambiaron de grupo para evaluar cómo reaccionaba el cerebro al pasar de escribir con IA a hacerlo sin ella, y viceversa.
El hallazgo central fue contundente: la actividad cognitiva se redujo hasta en un 55 % en quienes dependieron de ChatGPT. Por el contrario, quienes trabajaron sin apoyo digital mostraron conexiones neuronales más sólidas, asociadas a la ideación creativa, el autocontrol y la memoria semántica.
Uno de los datos más llamativos es que el 83 % de los usuarios de ChatGPT no logró citar ni una sola frase de sus ensayos minutos después de redactarlos. En contraste, los grupos que escribieron sin IA o con motores de búsqueda tradicionales alcanzaron casi el 100 % de precisión en la misma tarea.
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El informe advierte que este fenómeno podría deberse a la ausencia de “codificación profunda” de la memoria: en lugar de integrar el contenido, los participantes simplemente transcribían lo que sugería la IA.
Además, muchos usuarios de ChatGPT mostraron dudas sobre la autoría de sus propios textos. Mientras el grupo “brain-only” reivindicó casi de manera unánime la propiedad de lo escrito, quienes trabajaron con IA se atribuyeron solo entre el 50 % y el 90 % del mérito. Según los autores, esto revela una disminución del sentido de agencia cognitiva.
El estudio introduce un concepto clave: la “deuda cognitiva”. Con el uso prolongado de ChatGPT, las personas tenderían a depender de procesos externos en lugar de activar su pensamiento crítico y creativo.
Los investigadores señalan: “Cuando los participantes reproducen sugerencias sin evaluar su exactitud o pertinencia, no solo renuncian a la propiedad de las ideas, sino que también corren el riesgo de interiorizar perspectivas superficiales o sesgadas”.
Esto, a largo plazo, podría traducirse en menor capacidad de análisis independiente, vulnerabilidad a la manipulación y reducción de la creatividad.
El experimento también mostró un contraste esperanzador: quienes pasaron de escribir sin IA a hacerlo con ella lograron aprovechar el potencial de la herramienta como multiplicador cognitivo, escribiendo indicaciones más precisas y elaboradas. Sin embargo, quienes hicieron el recorrido inverso de usar ChatGPT a trabajar sin él mostraron una caída notable en su conectividad cerebral.
Aunque se trata de un estudio cualitativo con una muestra pequeña, sus autores advierten que los resultados “ponen de relieve la interacción dinámica entre el apoyo cognitivo y la participación neuronal en contextos de aprendizaje asistido por IA”.
El preprint del MIT no busca demonizar a la inteligencia artificial, sino abrir un debate crucial: ¿estamos delegando demasiado de nuestro pensamiento en las máquinas? La investigación alerta sobre los peligros de la dependencia excesiva, pero también plantea que un uso equilibrado de la IA puede potenciar la creatividad y la productividad humana.
Lo cierto es que, mientras la ciencia profundiza en estos hallazgos, la sociedad deberá definir los límites de la colaboración entre cerebro humano y algoritmos.