La ciencia confirma que el dolor emocional intenso puede aumentar el riesgo de muerte

Salud

La idea de que alguien pueda “morir de un corazón roto” ya no pertenece únicamente a la literatura o al lenguaje poético.

Corazón Roto
El duelo puede matar, pero también puede prevenirse si se identifica y se trata a tiempo / IA - META

Un estudio realizado en Dinamarca ofrece evidencia científica de que un duelo persistente y profundo puede tener consecuencias graves en la salud física y mental, llegando incluso a incrementar significativamente el riesgo de fallecimiento prematuro.

Perder a un ser querido es una de las experiencias más devastadoras que puede atravesar una persona. Expresiones como “un vacío en el pecho” o “un nudo en el estómago” suelen describir el dolor de la pérdida, pero la investigación científica ha comenzado a demostrar que este sufrimiento no solo afecta la mente: también deja huellas en el cuerpo.

Un equipo de investigadores en Dinamarca siguió durante una década a 1.735 personas que habían perdido a un familiar. El hallazgo fue revelador: quienes experimentaron un duelo intenso y sostenido en el tiempo presentaron casi el doble de riesgo de morir en comparación con quienes atravesaron un proceso menos persistente.

La investigación respalda lo que popularmente se conoce como “síndrome del corazón roto”, un tipo de miocardiopatía inducida por estrés que imita los síntomas de un infarto. Aunque el término parezca poético, se trata de un fenómeno documentado que surge tras pérdidas emocionales intensas.

El duelo prolongado no solo afecta al corazón: puede debilitar el sistema inmunitario, favorecer la aparición de insomnio crónico, hipertensión y enfermedades inflamatorias, aumentando de manera considerable la vulnerabilidad física de quienes lo padecen.

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Los científicos clasificaron a los participantes en cinco trayectorias emocionales dependiendo de la intensidad y duración de los síntomas:

  • Personas con duelo bajo o síntomas casi inexistentes.
  • Individuos con un dolor inicial moderado que disminuyó con el tiempo.
  • Quienes presentaron picos tardíos de sufrimiento.
  • Casos de duelo moderado y persistente.
  • Y, finalmente, el grupo más vulnerable: duelo alto persistente, que representaba un 6 % de los participantes.

Este último fue el que mostró consecuencias más graves. A tres años de la pérdida, seguían reportando niveles elevados de dolor emocional y, en los años siguientes, su tasa de mortalidad fue un 88 % más alta que la del resto.

El duelo prolongado se reflejó también en la manera en que las personas utilizaban los servicios de salud. Los afectados acudieron con mayor frecuencia a consultas médicas, incluidas atenciones de urgencias, y registraron un incremento en las prescripciones de antidepresivos, ansiolíticos y sedantes.

De hecho, quienes sufrían un duelo persistente tenían tres veces más probabilidades de buscar ayuda psicológica, aunque los investigadores alertan que, pese a recibir atención, muchos no lograban superar la intensidad de los síntomas incluso diez años después.

El estudio señala un aspecto crucial: la atención primaria, en especial los médicos de familia, puede jugar un papel determinante en la detección temprana de casos de duelo complicado. Los profesionales de la salud, al tener contacto continuo con los familiares de pacientes en procesos de enfermedad o fallecimiento, están en una posición privilegiada para ofrecer apoyo preventivo.

Detectar trayectorias emocionales de riesgo incluso antes de la pérdida, como en entornos de cuidados paliativos, permitiría ofrecer intervenciones personalizadas y seguimientos más prolongados, reduciendo las posibilidades de que el duelo derive en un deterioro crónico de la salud.

El dolor por la pérdida de un ser querido es natural, pero cuando se convierte en un sufrimiento constante que no cede con el tiempo, puede transformarse en un factor de riesgo grave. La investigación danesa deja en claro que el duelo no es únicamente un proceso emocional: puede impactar directamente en la longevidad y la calidad de vida.

Como concluyen los autores, ignorar los síntomas de un duelo persistente puede tener consecuencias físicas y emocionales profundas. El acompañamiento médico y psicológico, sumado al apoyo social, puede marcar la diferencia entre un proceso de recuperación saludable y un camino hacia el deterioro progresivo.

El mensaje final es contundente: el duelo puede matar, pero también puede prevenirse si se identifica y se trata a tiempo. Reconocer que la salud emocional es inseparable de la salud física es el primer paso hacia una medicina más integral y humana.

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