Artista español reaviva el centro de Bogotá con mural a los pies del rascacielos
Bajo la imponente estructura del BD Bacatá, que será el rascacielos más alto de Colombia, el artista español Miguel Olivares pinta desde hace seis meses murales al óleo en los que refleja el universo imaginario de la frenética capital bogotana.
El medio millar de trabajadores de la obra, vendedores ambulantes que ofrecen minutos para hablar por el celular, ejecutivos trajeados, el agitado ritmo de Bogotá se refleja en el arte urbano de este artista que se autodenomina "catalo-caleño", pues nació en Barcelona, pero se casó con una colombiana de la ciudad de Cali.
"Cuando visualicé el cerramiento del edificio Bacatá hace dos años consideré que era un espacio que de alguna manera ejercía mucho de muro y suponía casi una agresión", explica Olivares, quien empezó a trabajar en este proyecto hace año y medio.
Desde ese momento, el artista plástico propuso a los promotores del rascacielos decorar el cerramiento provisional con todo tipo de referencias bogotanas y una idea fija: convertir el muro de la obra en un "espejo que hiciera que toda la gente se viera reflejada".
En medio de la vorágine de personas que transitan por la céntrica calle 19, Olivares pausa el tempo, se pone unos cascos contra el estruendo del martillo percutor y mezcla sus tubos de pintura en latas de atún vacías, ajeno al trasiego de trabajadores que entran y salen del interior del edificio.
"El mural en sí tiene como objeto principal el ser urbano, el animal urbano que diría el antropólogo Manuel Delgado, y como parte fundamental todas esas relaciones que se van estableciendo y que nos vinculan", detalla.
El improvisado lienzo, de 800 metros, es una "obra viva" en la que Olivares utiliza materiales reciclados como las chapas de metal que le sirven de soporte o el papel donde plasma las imágenes que ha tratado digitalmente y remata con pintura al óleo a pie de calle.
El uso de la tecnología también ha ayudado a democratizar su obra ya que los ciudadanos pueden participar enviando sus propias fotografías a través de Códigos QR que hay repartidos por todo el muro y que pueden ser escaneados por teléfonos inteligentes.
Estos códigos de barras del siglo XXI enlazan directamente a una página web en la que cualquier persona puede remitir sus fotografías y esperar a que semanas más tarde aparezca en los muros del Bacatá.
Pero la interacción también es directa. En medio de la entrevista, Luis Eduardo Olarte, un anciano bogotano se acerca tímido para darle a Olivares unas fotografías de su madre, de 95 años, con la intención de que el artista las incluya en el mural y "pueda tener un recuerdo bien lindo" cuando ella ya no esté.
"Pues ayer pasé por acá y vi esto tan extraordinario aquí en pleno centro de Bogotá y le traje las fotografías", explica este aficionado al deporte que ha corrido con su madre inválida un total de 224 carreras benéficas.
Sin embargo, el arte de Olivares a los pies del Bacatá no será eterno, solo será exhibido hasta que los obreros coloquen el último ladrillo de este rascacielos.
El artista español ansía que la obra dure unos cuantos años más porque siente que sus murales rompen con los "espacios de materiales duros" que vertebran a la capital colombiana y le dan "cierta agresividad".
Aun así, cuando finalice la construcción del rascacielos, entidades privadas y universitarias acogerán parte del mural; el resto será troceado y subastado con fines sociales.
Olivares, que nació frente a la catedral de la Sagrada Familia de Barcelona, asegura que llegó a acostumbrarse a vivir delante de la belleza diseñada por el genio Antoni Gaudí y ahora pretende rebajar la tensión de la capital bogotana resucitando su propio imaginario.
"Sí, realmente el mural ha obligado en determinados momentos a mucha gente a pararse a mirarlo, a cambiar su ritmo y variar el tiempo frenético de las ciudades", relata el artista mientras decenas de curiosos reducen el ritmo de su caminar para mirar de reojo el reflejo de su propia vida.