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En las playas de la costa atlántica sudamericana, una especie única enfrenta un futuro incierto. La franciscana (Pontoporia blainvillei), uno de los cetáceos más pequeños del mundo, se encuentra en peligro de extinción debido al impacto de diversas actividades humanas. Atrapadas en redes de pesca, afectadas por la contaminación y, en algunos casos, víctimas de la curiosidad de los turistas, estas toninas sufren una alarmante reducción poblacional.
A diferencia de otros delfines marinos, la franciscana pertenece al grupo de los delfines de río y ha desarrollado una preferencia por aguas costeras poco profundas y estuarios. Su distribución se extiende desde las costas de Espíritu Santo, en Brasil, hasta el norte de Chubut, en Argentina, pero su presencia está disminuyendo rápidamente debido a la acción humana.
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Uno de los factores que agrava su situación es la manipulación irresponsable por parte de turistas que, al encontrar ejemplares en la playa, los levantan para tomarse fotografías sin considerar las consecuencias. Casos como los ocurridos en Santa Teresita (2016), San Bernardo (2017) y, más recientemente, en Mar del Tuyú han generado indignación entre expertos en conservación.
El doctor en ciencias biológicas Pablo Denuncio, investigador del Instituto de Investigaciones Marinas y Costeras del CONICET y la Universidad Nacional de Mar del Plata, advierte sobre el peligro de este tipo de interacciones: “La franciscana es una especie en peligro de extinción y está seriamente amenazada por actividades humanas como la pesca y la contaminación. Se encuentra protegida por la Ley 14.992, que la declaró Monumento Natural Provincial, y la manipulación de los ejemplares es un delito”, explica Denuncio.
Además, sostiene que el contacto con estos animales puede representar un riesgo tanto para ellos como para las personas: “Genera un estrés enorme en el animal y puede provocar accidentes, como mordeduras. También existe la posibilidad de transmisión de enfermedades en ambas direcciones: los humanos pueden contagiar patógenos a la franciscana y viceversa”, señala el especialista, quien es coautor del libro The Franciscana Dolphin: On the Edge of Survival, editado por Elsevier.
La mayor parte de la mortalidad de las franciscanas se debe a la captura incidental en redes de pesca. Las técnicas de enmallado y arrastre utilizadas para la pesca comercial resultan mortales para estos cetáceos, que quedan atrapados sin posibilidad de escapar.
Otros factores que agravan su situación incluyen la degradación del hábitat con la expansión urbana, el dragado costero y la contaminación por residuos industriales que afectan los ecosistemas donde habita, la contaminación plástica y las alteraciones en los ecosistemas.
El monitoreo de la Fundación Mundo Marino refleja una tendencia preocupante: en el verano de 2023 se registraron 40 ejemplares muertos en las playas, mientras que en 2024 el número ascendió a 76, casi el doble en solo un año.
Las franciscanas tienen un ritmo de reproducción extremadamente lento, lo que dificulta la recuperación de la población. Las hembras tienen un período de gestación prolongado y suelen dar a luz a una sola cría. Esto significa que, aunque se implementen medidas de conservación, la especie tardará en recuperarse si no se eliminan las amenazas actuales.
Ante la presencia de una franciscana en la costa, es fundamental contactar a las autoridades locales o especialistas en vida marina para que evalúen la situación y tomen las medidas adecuadas; no intentar devolver el animal al agua sin supervisión profesional, ya que una manipulación incorrecta podría causarle lesiones; evitar el contacto directo para reducir el estrés del animal y minimizar el riesgo de transmisión de enfermedades; registrar información clave con fotografías desde una distancia prudente y anotar la ubicación exacta ayuda a los científicos a recopilar datos importantes sobre la especie.