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Sean “Diddy” Combs vivió esta semana uno de los momentos más desconcertantes de su carrera: aclamado con vítores dentro de prisión tras haber sido absuelto de los cargos más graves por los que enfrentaba cadena perpetua, y, sin embargo, todavía tras las rejas por delitos menores relacionados con prostitución. El artista, de 55 años, evitó una condena devastadora, pero no salió libre.
El jurado federal que lo juzgaba por presunta conspiración para tráfico sexual y crimen organizado emitió un veredicto inesperado: no culpable. La defensa, liderada por el reconocido abogado Marc Agnifilo, logró desmantelar uno de los casos más mediáticos del año. “Todos en la prisión decían: ‘Nunca vemos a nadie ganarle al gobierno’”, relató Agnifilo a la agencia AP, tras describir la ovación que recibió su cliente al regresar al centro de detención en Brooklyn.
El equipo legal de Combs, ocho abogados en total, adoptó una estrategia arriesgada: no presentar testigos ni hacer que el propio cantante subiera al estrado. En lugar de ello, recurrieron a interrogatorios quirúrgicos durante ocho semanas intensas de juicio, desmontando uno a uno los testimonios de la Fiscalía, que incluían figuras clave como su exnovia, la cantante Cassie Ventura.
Ventura narró presuntos episodios de coacción sexual que, según la defensa, no encajaban en el marco jurídico de tráfico sexual. La aparición de mensajes de texto donde ella expresaba afecto por algunas de esas experiencias dejó al jurado con dudas razonables. “Puede que piensen que es un muy mal novio, pero eso no es tráfico sexual”, declaró la abogada defensora Teny Geragos durante su alegato inicial. Esa frase se convirtió en el eje emocional del caso.
La fiscal Maurene Comey, hija del exdirector del FBI James Comey, solicitó 20 años de prisión por cargos menores relacionados con prostitución, pero fue derrotada en lo más importante: el intento de aplicar el estatuto RICO (Ley contra el crimen organizado). “No tenían una conspiración real. Básicamente intentaron armar un RICO con los asistentes personales de Combs”, denunció Agnifilo. Paradójicamente, el mismo abogado ayudó años atrás a endurecer la aplicación de dicha ley como fiscal federal.
El alivio fue evidente. Algunos miembros del equipo legal lloraron al oír el veredicto. Combs, visiblemente emocionado, murmuró un simple “gracias” al jurado. Sin embargo, la justicia aún no ha terminado con él.
Combs fue hallado culpable de delitos menores de prostitución. Aunque su defensa pidió libertad bajo fianza por un millón de dólares, esta fue negada. La sentencia por esos cargos será anunciada el próximo 3 de octubre, y podría incluir años adicionales de prisión, aunque el tiempo ya cumplido, casi diez meses, será tomado en cuenta.
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Según su abogado, el artista está comprometido con un proceso de rehabilitación emocional que había iniciado antes de su arresto. “Él arde con intensidad en todos los aspectos. Ahora entiende que tiene fallas que nunca trabajó. No hay fama ni fortuna que puedan esconderlas”, afirmó Agnifilo, quien reveló que Combs volverá a integrarse a un programa para agresores domésticos.
El juicio ha provocado un profundo debate sobre los límites del poder judicial cuando se enfrenta a celebridades con pasados turbulentos y fortunas millonarias. La sociedad celebra que nadie está por encima de la ley, pero también observa con atención cuándo una acusación se convierte en espectáculo.
Sean “Diddy” Combs ha logrado una victoria parcial frente a un sistema federal implacable. Pero mientras los focos se alejan de la corte, su batalla interna apenas comienza.