En Perú reciben a los mandatarios entre la apatía y las demandas contra la corrupción

Manifestantes protestan contra la posible reelección del presidente de Bolivia, Evo Morales, hoy, viernes 13 de abril de 2018, en los alrededores de la sede de la VIII Cumbre de las Américas, en Lima (Perú). / EFE
Efe
13 2018 - 15:25

Los peruanos recibían hoy a los mandatarios que participan en la Cumbre de las Américas entre la apatía y las demandas de una lucha efectiva contra la corrupción, y con la satisfacción de ver descongestionadas las vías de su capital gracias al feriado que han declarado las autoridades.

La generalmente congestionada Lima amaneció hoy con sus avenidas casi desiertas, particularmente en los entornos del distrito financiero de San Isidro, donde desde ayer se celebra la III Cumbre Empresarial de las Américas, foro organizado por el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) que sirve como antesala de la Cumbre de las Américas.

Uno a uno fueron llegando a lo largo del día los mandatarios de Bolivia, Evo Morales, de Colombia, Juan Manuel Santos, de México, Enrique Peña Nieto, de Canadá, Justin Trudeau, para participar en los coloquios del encuentro empresarial.

Un encuentro que para Dalia y Mariacielo, dos estudiantes de periodismo, hubiera pasado casi inadvertido de no ser por el trabajo que su profesor les había encomendado para hoy.

"A nadie le importa, solo a la gente que está en política. Pero se agradece el día de fiesta", coincidieron en señalar ambas a Efe a las puertas del hotel donde se celebra la reunión del BID.

A unos veinte metros, bajo un sol de justicia, un limpiabotas lustraba los zapatos de uno de los agentes policiales de una larga fila de compañeros que, con sus escudos, estaban apostados frente a la entrada a la convención. Otros miraban el drone policial que dos de ellos elevaban al cielo de Lima para vigilar la zona acordonada ante la llegada de otro dignatario más.

"Es una reunión importante por las decisiones que van a tomar", dijo a Efe Walter Gallo, un limeño de 49 años mientras esperaba a su autobús, y debatía con su mujer sobre el alcance y la conveniencia de este tipo de reuniones.

Para ella, la cumbre no es si no "otro encuentro" donde se resuelve poco o nada: "Es que muchas veces ya estamos cansados de tantas cumbres, de tantas promesas, tantas reuniones. Todos los ciudadanos estamos cansados de todas estas reuniones en las que después no se aplica absolutamente nada".

Su mujer, Elizabeth Astete, de 36 años, no ocultaba la enorme frustración por el tema que será el epicentro de la cumbre: la corrupción.

Sólo en Perú están bajo lupa judicial cuatro ex presidentes, pero los hay también en otros países de la región como El Salvador, Panamá, Ecuador o Brasil, por mencionar algunos.

"Estamos llenos de corrupción", sentencia Astete, mientras su marido reivindica la necesidad de que los políticos se rodeen de mejores asesores.

La III Cumbre Empresarial, un foro de debate en el que convergen los sectores público y privado -el poder político con el poder económico- dará paso esta tarde a la VIII Cumbre de las Américas, a la que tienen previsto asistir dieciséis jefes de Estado de los 34 que integran la Organización de Estados Americanos (OEA).

Entre las grandes ausencias, los presidente de EE.UU. Donald Trump -su hija Ivanka sí estuvo hoy en un panel sobre "empoderamiento de la mujer"-, el de Venezuela, Nicolás Maduro, o el de Cuba, Raúl Castro, a punto de concluir sus funciones.

De forma imprevista también la del presidente de Ecuador, Lenín Moreno, que regresó el jueves a Quito, a las pocas horas de llegar a Lima, por el asesinato de los tres miembros de un equipo periodístico secuestrado hace casi tres semanas.

Con motivo de la cumbre, y para aliviar la situación de los limeños, las autoridades decretaron dos días de fiesta laboral entre hoy, viernes, y mañana sábado, para permitir el desplazamiento más rápido de las comitivas oficiales en lo que de otra manera hubiera sido una caótica Lima.

Un feriado que para muchos limeños se ha convertido en una oportunidad para abandonar la ciudad y viajar al interior del país, dejando atrás unos problemas regionales que, por mucho que se debatan, les suenan casi a una fea rutina.

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