Dame un Chance: el programa que rescata jóvenes en conflicto con la ley a través de la inteligencia emocional

Jackson y su equipo comienzan por escuchar. Cada joven tiene una biografía, una historia no contada, marcada por abandono, violencia, exclusión educativa y pobreza.

Josá Alejandro Jackson Rodríguez de la fundación Dame un Chance / TVN

En un país donde más de 900 mil estudiantes de colegios oficiales han estado fuera de clases por casi un mes, el impacto en los jóvenes más vulnerables es alarmante, porque son justas estas situaciones que aprovecha el crimen organizado para estirar sus tentáculos e integrarlos a su grupo.

Por otra parte están los adolescentes en conflicto con la ley, aquellos que antes se conocían como “jóvenes privados de libertad”. Frente a esta realidad, el programa “Dame un Chance”, dirigido por José Jackson Rodríguez, busca cambiar vidas desde los centros de custodia y cumplimiento.

No nacieron malos. Nacieron con las esposas en la cuna”, dice Jackson.

Una escuela detrás de los barrotes

Dame un Chance” no es solo un taller. Es un espacio de escucha, reflexión y acompañamiento emocional. Allí se trabajan herramientas como el perdón, la gratitud, la convivencia pacífica y la asertividad, con el fin de que los jóvenes puedan comprender su historia y proyectarse hacia un futuro diferente.

Jackson y su equipo comienzan por escuchar. Cada joven tiene una biografía, una historia no contada, marcada por abandono, violencia, exclusión educativa y pobreza.

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“Muchos de ellos no saben leer ni escribir, intentaron ir a la secundaria, pero el sistema los expulsó”, afirma.

Pandillas y exclusión: la receta del fracaso

Una constante en las historias de estos jóvenes es la exclusión educativa. Abandonan la escuela y caen directamente en manos de las pandillas, que les ofrecen dinero y pertenencia.

“Cuando salen del sistema educativo, las pandillas los agarran”, asegura Rodríguez.

En sus conversaciones con los jóvenes, descubre patrones que se repiten: padres ausentes, madres sobrecargadas, barrios dominados por el microtráfico y una escuela incapaz de retenerlos.

El rol de la educación: más que clases

Para Rodríguez, la educación es más que una lección de matemáticas: es contención emocional y prevención de la violencia.

Por cinco o siete horas, mientras están en la escuela, están fuera de las calles. Ahí debería estar la escuela: si el joven tiene cortadas, está drogado, algo le pasó, la escuela es el lugar”, señala.

La pandemia profundizó los rezagos. Jóvenes que empezaron la escuela durante el encierro ahora llegan al final de su ciclo con conductas deterioradas y problemas emocionales no tratados.

Historias de resiliencia

A pesar del entorno, hay casos que le dan sentido a su labor. Como aquel joven de 17 años que le pidió ayuda para aprender las tablas de multiplicar. Años después, se lo encontró trabajando, con un hijo, recordando con gratitud aquellas clases.

No lo hacen solos. Pero si una persona confía en ellos, ya tienen un chance”, asegura Rodríguez.

Un llamado urgente

Jackson cierra con un mensaje contundente: la educación no puede detenerse. Aunque la virtualidad no sustituye a la presencialidad, existen alternativas como las infoplazas y los cursos en línea.

“Panamá no merece que los estudiantes estén fuera de las escuelas. Cuando los salones están vacíos, las cárceles se llenan”, concluye.

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