Corrupción y clientelismo: las telarañas que frenan el desarrollo

Ciudad de Panamá
Ciudad de Panamá / TVN

Dos de los problemas que más afectan el desarrollo de Panamá son la corrupción y el clientelismo. Esto se demuestra tanto en estudios locales e internacionales como en los frecuentes escándalos que son revelados en el país, por ejemplo, el presunto uso irregular de fondos de descentralización para repartir favores políticos o el caso de las planillas “cashback”, donde se reveló que diputados habrían desviado dinero público. Este problema no es nuevo, sino que tiene raíces históricas.

Definiciones

Es importante distinguir entre la corrupción y el clientelismo, ya que no son lo mismo.

La corrupción puede entenderse como el uso de los recursos públicos para beneficio personal, por ejemplo, cuando un político usa dinero del Estado para enriquecerse o financiar de forma irregular sus campañas políticas.

El clientelismo, en cambio, es la creación de redes para repartir recursos a cambio de otra cosa, como la lealtad política de las personas, para así obtener votos o asegurar apoyo.

Estos dos, la corrupción y el clientelismo, existen desde hace mucho tiempo y se han visto en civilizaciones como Roma, Grecia, China, el Imperio Británico y en la India.

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La idea de una república honesta con transparencia, basada en la ley y la integridad, tomó tiempo en desarrollarse y no fue esparcida como una meta política global sino hasta después de la Segunda Guerra Mundial.

Por esto, no sorprende que en Panamá haya patrones de corrupción y clientelismo que impiden el desarrollo de la población.

De hecho, de acuerdo al Índice de Percepción de la Corrupción de Transparencia Internacional, Panamá ocupa la posición número 114 de 180 países, por debajo de países como Argentina y Bielorrusia.

Y según la más reciente encuesta del Centro Internacional de Estudios Políticos y Sociales, la corrupción es la segunda prioridad más importante que debe atender el Gobierno Nacional, después de la deficiente provisión de agua potable.

Redes

En las relaciones clientelares, el patrón entrega beneficios utilizando recursos públicos, usualmente a cambio de obtener votos y la colaboración de las personas para expandir su red de clientes.

Esta relación es desigual porque el patrón tiene mucho más poder que el cliente. Y debido a limitaciones de dinero, muchas personas que preferirían no ser parte de la red, no pueden mudarse y terminan siendo parte de ella.

Con el tiempo, la gente depende más y más de las redes clientelares para recibir beneficios, a la vez que el patrón depende más y más de los clientes para mantener su poder y cumplir sus promesas.

Por esto, el sistema se fortalece con el tiempo, alimentando la corrupción, ya que el patrón debe buscar recursos adicionales, fuera de lo que permite la Ley, para conservar o aumentar su poder.

En Panamá, a pesar de los esfuerzos por combatir la corrupción, la misma persiste porque las redes clientelares siguen presionando para conseguir recursos. Aunque existan leyes contra la corrupción, estas suelen ser ignoradas o esquivadas por los patrones, que en algunos casos tienen la capacidad de influenciar el sistema legal.

Deficiencia

Los sistemas sociales que deberían apoyar a las personas en su desarrollo no cuentan con los recursos ni las capacidades para lograr sus objetivos, lo que mantiene a una parte importante de la población dependiente de las redes clientelistas.

Los políticos clientelistas no necesariamente reducen el financiamiento del desarrollo para que la gente siga atrapada en sus redes, pero sí desvían recursos que podrían usarse mejor en proyectos sociales, bajo la métrica de necesidad en vez de lealtad.

Además, su uso de los recursos de las instituciones públicas para fines propios distorsiona sus prioridades y reduce la capacidad que tienen tales instituciones para resolver los problemas sociales.

Todo esto provoca que los sistemas públicos funcionen de forma limitada e ineficiente, generando además un desperdicio de dinero.

Existe, por ejemplo, una competencia entre las redes clientelistas y el Ministerio de Desarrollo Social, con prioridades y conceptos diferentes de éxito. Como resultado, la población no obtiene los beneficios completos de ninguno de los dos esquemas.

Por tanto, resultaría lógico pensar que primero habría que atender de forma amplia el problema de la corrupción antes de poder esperar efectividad en la provisión del agua potable o en la eficiencia del gasto público social.

Víctimas

Algunos de los grupos más vulnerables a la captura clientelista son las poblaciones de bajos ingresos, porque tienen mayores necesidades y menos posibilidades de mudarse de su lugar de residencia.

Según la teoría del clientelismo, estas poblaciones también aportan recursos importantes a la red clientelar, como tiempo para promover al líder político y ayudarlo a mantener su estructura, así como sus votos, que resultan fundamentales para que el patrón conserve su acceso irregular a los recursos del Estado para sostener la red.

Además, tienen lazos familiares y comunitarios que facilitan expandir la red clientelar. Tal expansión brinda un sentido de pertenencia y refuerza su apoyo al líder.

Esta combinación de poder, tiempo, dinero y votos hace que sea muy difícil desmantelar estas redes, incluso con autoridades anticorrupción o programas de capacitación ciudadana, más aún si estas estructuras llevan décadas funcionando.

Monitoreo

Existe una pregunta importante en la teoría del clientelismo: ¿realmente sirven las redes clientelares para garantizar apoyo político? Después de todo, ¿cómo puede un político verificar, en un país con voto secreto como Panamá, que una persona votó por él?

La respuesta es que, en Panamá, muchas comunidades donde funcionan estas redes son pequeñas, por lo que la capacidad de vigilar el voto es más alta de lo que se cree. Y a menudo, la supervisión electoral no logra detectar o controlar las técnicas que usan estas redes para vigilar el voto.

Impacto

A medida que avanzan las prácticas clientelistas, se debilita la política basada en convicciones. Cuando una persona que depende de una red clientelista se enfrenta a un político honesto, debe pensar si su apoyo a este político no le hará perder los beneficios que recibe de la red, generando fuertes incentivos para preservarla.

Con el tiempo, esto propicia una cultura política sin valores, donde las ideas pierden sentido y lo que importa es si un político puede mantener su red de favores o crear una nueva. Y las personas afectadas por el clientelismo desconfían cada vez más del Estado como una opción real frente a las redes que ya conocen.

Tal sistema debilita la rendición de cuentas, ya que el dinero público se maneja de forma irregular y los políticos clientelistas evitan la transparencia para no exponer sus redes, debilitando la institucionalidad. Además, los beneficiarios de tales redes priorizan menos el combate a la corrupción, ya que podría afectar el sistema que le otorga beneficios.

Así, el Estado de derecho queda reducido a un símbolo o adorno, mientras que en la práctica, funcionan redes clientelistas que colaboran o compiten según sus intereses.

Diagnóstico

Muchas veces se dice que las poblaciones toleran la corrupción porque no tienen otras formas de progresar socialmente. Pero, lo que los estudios parecen sugerir es que, muchas veces, las poblaciones no logran progresar porque toleran la corrupción. Por esto, entidades como el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional cada vez asignan mayor importancia a la corrupción como obstáculo para el desarrollo.

De hecho, hay cifras que sugieren que, en la medida en que se elimina la corrupción, aumenta el progreso. Según Transparencia Internacional, los países percibidos como menos corruptos, a saber, Dinamarca, Finlandia, Singapur y Nueva Zelanda, son algunos de los más desarrollados y con mejor calidad de vida. Por otro lado, los países percibidos como los más corruptos, como Sudán del Sur y Somalia, son de los países con mayores necesidades.

Pero, como hemos visto, la preferencia por las redes clientelistas viene de un sistema de incentivos muy fuerte que ha funcionado durante décadas, si no más. Tal sistema resulta bastante resiliente ante nuevas iniciativas, las cuales suelen estar organizadas de manera centralizada, mientras que las redes clientelistas operan de forma descentralizada, lo que les da más flexibilidad y capacidad para adaptarse.

Soluciones

Resulta difícil solucionar este problema, ya que dentro del propio Estado se perciben incentivos que lo perpetúan. Si existe corrupción y clientelismo en la Asamblea Nacional, por ejemplo, es poco probable que ella misma logre aprobar o aplicar leyes que impidan estas prácticas.

De hecho, la forma más efectiva de reducir el clientelismo es garantizar servicios públicos de calidad desde el Estado, para que la población no dependa de líderes que intercambian favores por apoyo político. Si las personas reciben lo que les corresponde por derecho, su confianza volverá al Estado y a sus leyes, no a las redes clientelares.

Sin embargo, lograr esto no es fácil ni rápido. En Panamá, ya existen instituciones como la Autoridad Nacional de Transparencia y fiscalías especializadas, pero la corrupción persiste.

Pero el panorama no es del todo negativo. Recientemente, el presidente de Transparencia Internacional, Francois Valerian, visitó Panamá y señaló que la tecnología puede ser una herramienta para cambiar la dinámica del problema. Mencionó que, aunque todavía resulta difícil auditar cuentas públicas o controlar las planillas, pronto, con herramientas tecnológicas, tal seguimiento puede hacerse en poco tiempo y con recursos limitados.

Esto representará un primer paso, pero no el único, porque, aunque se conozcan a fondo las estructuras de clientelismo, eso no las elimina, ya que muchas personas prefieren esas redes antes que confiar en el Estado. Por eso, también resultará importante fortalecer la eficiencia y eficacia de las instituciones públicas que aseguran el desarrollo social.

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