El escritor cubano Leonardo Padura reflexiona sobre la decencia, el tiempo y lo digital

Cultura en Panamá

Escritor cubano Leonardo Padura.
Escritor cubano Leonardo Padura. / Cortesía de Tony Johnson.

Ciudad de Panamá, Panamá/Poner en una determinada escala el comportamiento humano es un asunto complicado. Hay que saber el contexto en que estos actos ocurren y las condiciones que los llevan a hacer, o no, algo. Así opina el narrador y periodista Leonardo Padura (La Habana, 1955), quien disecciona la honestidad en su novela más reciente: Personas decentes (Tusquets).

Hay un comportamiento general sobre lo divino y lo indigno, lo permisible y lo que no lo es, desde que intentamos vivir en sociedad. Así iniciamos los códigos de comportamiento. Si hoy se practicara un código ético de hace tres mil años como los Diez Mandamientos de Moisés de manera consciente y efectiva, estaríamos mejores”, opina quien estuvo hace poco en el Hay Festival de Cartagena presentando este nuevo capítulo de su saga de novela negra que analiza la conducta delictiva durante el siglo XX.

También están las leyes que plantean qué comportamientos son permisibles y cuáles no. Aunque las leyes no siempre son justas y no siempre corresponden. Todo esto se combina con los comportamientos eternos como no agredir, no robar, no mentir, no envidiar, que ojalá practicáramos de una manera más eficiente y continúa”, agrega quien esta semana estuvo en Panamá dictando un taller de guionismo.

La manera de comportarse hacia el prójimo, y cómo el otro se relaciona contigo, todo eso marca quién eres dentro del tejido social donde te desenvuelves. Por eso, un ejemplo de decencia es su alter ego literario, el expolicía, librero y detective privado Mario Conde.

Conde tenía que ser decente desde el principio cuando apareció en Pasado perfecto (1990). Otra condición es que debía ser policía. “Me era muy difícil romper la lógica de una realidad como la cubana, y que no es privativo nuestro sino que es universal, el poner a alguien que no fuera policía a investigar un crimen de sangre. Conde debe juzgar ciertos comportamientos indecentes. De allí que debía ser decente para tener la estatura ética para poder juzgar a los hombres”.

Leonardo Padura durante un conversatorio.
Leonardo Padura durante un conversatorio. / Cortesía de Tony Johnson.

Modelos

El ganador del Premio Princesa de Asturias de las Letras 2015 tuvo una gran conmoción espiritual y mental cuando de niño leyó El Conde Montecristo (1844), del francés Alexandre Dumas (padre). “Es la historia de una gran injusticia y cómo esa injusticia convierte a un hombre justo en un vengador. Eso me dio una idea del poder de la literatura”.

Cree que los personajes estrictamente decentes son escasos en la literatura. “Porque el buen personaje tiene distintos matices. Si pensamos en términos contemporáneos puedo mencionar a Úrsula Iguarán de Cien años de soledad (de Gabriel García Márquez) como alguien decente. Los grandes personajes son diabólicos. La maldad es mucho más dramática que la honestidad”.

Los Beatles

Pronto tuvo la percepción que Mario Conde daba para mucho más. Eso lo confirmaron sus amigos lectores a los que les regaló ejemplares de esa primera edición de Pasado perfecto que se editó en México de la mano de Paco Ignacio Taíbo II. Por lo que luego fue el protagonista de otros títulos como Vientos de cuaresmaMáscarasLa neblina del ayer… “Lo que me alimenta siempre es la observación y la percepción de la realidad”.

Por ejemplo, en Personas DecentesMario Conde viaja al ayer de su país cuando investiga el asesinato de un exdirigente del Gobierno cubano. “Siempre todo parte de un conflicto: esa mirada al pasado para ver mejor al presente”.

Hablando de hechos, Personas Decentes transcurre en el 2016, un año particular para la isla porque la visitaron el entonces presidente Barack Obama, la banda de rock Los Rolling Stones y la filmación de escenas de la octava entrega de la película Rápido y furioso.

Todo es interesante, salvo que Conde y Padura son más fans de Lennon/McCartney que de Mick Jagger. “Uno crea afinidades que después son difícilmente transferibles. Tuve una sensación de deslumbramiento con aquellos Beatles que escuché poco y mal en los años 1960 por la censura cubana. Manuel Vásquez Montalbán (escritor español) decía: ‘uno puede a lo largo de la vida cambiar de partido político, de mujer, de religión, pero no puede cambiar su afición por un equipo de fútbol’. Mis relaciones sentimentales van más allá de lo racional”.

Lo digital

Le cuesta adecuarse al mundo digital en el que estamos imbuidos. “Por una cuestión no solo cubana por la dificultad que tuvimos de una conectividad normal, y que seguimos teniendo. Todavía uso un correo electrónico con módem. Cuando salgo de Cuba tengo un celular con todas las aplicaciones necesarias, pero soy un usuario defectuoso y primitivo”.

La invasión que ha significado lo electrónico se nos ha ido de las manos, opina. “Ha provocado, y tú lo sabes perfectamente, que la gente no lea periódicos, y si lo leen es en internet y leen los titulares únicamente. Se consume una enorme cantidad de lectura, no de información, que tiene que ver más con la vida privada de la gente. Debemos preservar nuestra privacidad. Por eso yo no tengo redes sociales”.

Lo que sí le interesa son los podcasts para hablar y escuchar de literatura y música. “Los instrumentos en sí no son buenos ni malos. Un cuchillo es bueno cuando sirve para pelar una naranja, aunque es malo cuando lo usas para asesinar a una persona. Todo esto de la telerrealidad y las redes sociales me supera, no lo entiendo bien y he querido estar alejado como ciudadano”.

El tiempo

Tanto Mario Conde como Leonardo Padura son hombres cercanos por cumplir 70 años. ¿Cómo ven la vida ambos? En su anterior novela, La transparencia del tiempo (2018), Conde cumple seis décadas y reflexiona sobre el paso del tiempo. “Piensa mucho sobre el arribar a lo que Conde llama la cuarta edad y si vamos a vivir 80 años, a los dos nos queda un cuarto de vida”.

Es importante utilizar a Conde para estos menesteres del pensamiento. “Porque me da una distancia que me permite verme en un espejo muy cercano en el que le veo granitos y manchitas a Conde y que no veo en mí. A nuestra edad, ninguno de los dos tenemos las mismas condiciones físicas. En el caso del escritor, uno debe tener conciencia de que también envejece intelectualmente. Me planteo cada libro como un reto con respecto al anterior y debe ser el mejor libro que soy capaz de escribir y me esfuerzo de que lo sea, si lo logro o no, es otra cosa. Tiene que llegar una decadencia y uno siempre debe estar funcionando y engrasado, lo que Ernest Hemingway (novelista estadounidense) llamó ‘el detector innato de mierda’. Cuando comienzas a escribir mierda tienes que parar”.

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