Gustavo Rodríguez: Cien cuyes es sobre la vida, el cine, la amistad y la muerte

El escritor peruano Gustavo Rodríguez ganó el Premio Alfaguara de Novela 2023 (dotado con 175,000 dólares) con Cien cuyes. Conversamos con el autor peruano sobre los ejes temáticos de su obra: la amistad, el cine, la eutanasia, el libre albedrío y la alegría de vivir.

En la convocatoria del Premio Alfaguara de novela 2023 se recibieron 706 manuscritos de diversos países de Iberoamérica. Gustavo Rodríguez presentó su obra bajo el título Largo viaje hacia el adiós y el seudónimo de Cien Cuyes
En la convocatoria del Premio Alfaguara de novela 2023 se recibieron 706 manuscritos de diversos países de Iberoamérica. Gustavo Rodríguez presentó su obra bajo el título Largo viaje hacia el adiós y el seudónimo de Cien Cuyes / Cortesía / Alfaguara / Morfi Alberth Jiménez

Hay por lo menos dos momentos intensos en la vida de Gustavo Rodríguez: el día que murió su papá y cuando supo que había ganado el Premio Alfaguara de Novela con Cien Cuyes. Esa dicotomía entre tristeza y alegría está presente en las páginas de la obra que le permitió obtener este galardón.

¡Vaya que la vida puede ser rara y aleatoria! Cuando su agente literario en Barcelona leyó el manuscrito de Cien cuyes, le propuso participar en el certamen. El autor peruano tenía unos 15 años que no probaba suerte en ningún concurso, lo intentó y lo obtuvo.

Cien cuyes es sobre el paso del tiempo, sobre el peso de los años, sobre llegar a la ancianidad. Si algo le asusta a este escritor es una vejez solitaria. “Quisiera ser un viejo con una red de amistades. Afectos con los que pueda contar. Ser un viejo que se ría con sus amigos. Siempre con un proyecto por hacer. Espero tener las facilidades materiales para estar en un sitio digno”.

La literatura sirve para llamar la atención del lector sobre aspectos que quizás, bajo otras circunstancias, no repararía, al mostrarlas desde otros ángulos. Por eso, Cien cuyes también es un homenaje a la gente que sabe cuidar al que lo necesita desde el cariño, el respeto y la nobleza.

Gustavo Rodríguez (Lima, 1968) ha publicado novelas como La furia de Aquiles (2001), La risa de tu madre (2003), La semana tiene siete mujeres (2010), Cocinero en su tinta (2012), República de La Papaya (2016) y Madrugada (2018)
Gustavo Rodríguez (Lima, 1968) ha publicado novelas como La furia de Aquiles (2001), La risa de tu madre (2003), La semana tiene siete mujeres (2010), Cocinero en su tinta (2012), República de La Papaya (2016) y Madrugada (2018) / Cortesía / Alfaguara / Morfi Alberth Jiménez

Eso queda patente en el personaje de Eufrasia Vela, quien vive en Lima con su hijo Nico y su hermana Merta. “En general, los cuidados tienen rostro femenino. En países como los nuestros, cuando se trata de familias pudientes, el perfil de Eufrasia se aclara: personas con menos recursos económicos, muchas veces migrantes internas. En Europa, son migrantes extranjeras. Son seres que tienen una enorme inteligencia emocional y una gran empatía”.

“A veces no queremos ver que los baluartes que sostienen a nuestras sociedades son femeninos. Si no fuera por las mujeres nuestras naciones no avanzarían y el PBI no crecería. En muchas ocasiones con la ausencia de la figura masculina”, sostiene quien, antes de narrador de ficciones, fue publicista durante 30 años.

Aquel destino

En Cien cuyes, Jack, un médico que vive solo en un apartamento, plantea un hecho: “Deberíamos hablar de la muerte con la misma naturalidad con que hablamos del nacimiento. ¿Te has dado cuenta de cómo nos inventamos maneras de no nombrarla? «Fulano ya no está con nosotros». «Pasó a otro plano». «Trascendió». «Ahora duerme el sueño de los justos». ¡Murió, carajo!”.

“Es un fenómeno de Occidente. Hablamos mucho de la muerte como espectáculo cuando leemos sobre narcotráfico o violencia urbana, pero no como algo que nos acompaña desde siempre. Cada vez nos alejamos más de esa noción mientras más ritualizamos la asepsia”, comenta el escritor en uno de los salones de la Feria Internacional del Libro de Panamá.

Pone como ejemplo que antes era más natural velar a un familiar en la cama que siempre ocupó. “Ahora otros se encargan de hacerlo por ti. Hemos despersonalizado tanto los rituales de despedida de un ser querido, al extremo de darnos un poquito de pavor enfrentarnos a eso. En la medida que niegas un hecho tan natural como la muerte, cuando llegue, los duelos van a ser más crueles y dolorosos de lo que deberían ser”.

Gustavo Rodríguez es el autor del volumen de relatos Trece mentiras cortas (2006). También ha escrito libros infantiles y juveniles. En Traducciones peruanas (2008) se compendian diez años de artículos suyos publicados en El Comercio de Lima
Gustavo Rodríguez es el autor del volumen de relatos Trece mentiras cortas (2006). También ha escrito libros infantiles y juveniles. En Traducciones peruanas (2008) se compendian diez años de artículos suyos publicados en El Comercio de Lima / Cortesía / Alfaguara / Morfi Alberth Jiménez

Una de las razones por las que escribió Cien cuyes es que, desde hace años, tiene esa preocupación de comprender su muerte y la de los suyos. “Es más sano hablar de aquello que irremediablemente va a ocurrir. La muerte es más inexorable que la vida misma. Un nacimiento se puede detener, la muerte jamás. Todo lo que escribo me ayuda a aclarar conceptos. Pocos oficios en el mundo hacen que uno se haga tantas preguntas como el de escribir una novela: desde si esta palabra lleva tilde o ¿por qué este personaje actúa de esa manera?”.

La salida honrosa

Sobre la eutanasia, que permea en su obra, piensa que es una salida válida como defensor del libre albedrío. “Deberíamos ser dueños de nuestras decisiones y de nuestro destino. Debemos velar por nuestra propia dignidad. Si mantenemos la vida de un ser humano de manera artificial mientras sufre, la eutanasia es una salida honrosa”.

Cuando acabó el manuscrito de Cien cuyes se enteró de que en Francia había causado revuelo que el actor Alain Delon había decidido irse a morir a Suiza. “La eutanasia debe ser parte del debate público que debemos tener en la región”, comenta quien moriría satisfecho si antes de la hora final volviera a tener un perro pastor alemán como lo tuvo de niño y ver la aurora boreal.

No recuerda cuándo le dijeron, y se definió a sí mismo, como escritor. Un primer aviso fue cuando El Comercio de Lima le hizo una entrevista por su segundo libro de ficción y en uno de los pies de foto que acompañaba a la nota se leía: “Rodríguez también es publicista”
No recuerda cuándo le dijeron, y se definió a sí mismo, como escritor. Un primer aviso fue cuando El Comercio de Lima le hizo una entrevista por su segundo libro de ficción y en uno de los pies de foto que acompañaba a la nota se leía: “Rodríguez también es publicista” / Cortesía / Alfaguara / Morfi Alberth Jiménez

Los siete magníficos

Más allá de todo, Cien cuyes está rebosante de vida. Gustavo Rodríguez no quería negar la muerte, pero tampoco el disfrute de estar aquí y ahora respirando. Al leerla se descubre que es una invitación a saber vivir a plenitud.

En el momento en que se sentó a diseñar el artefacto literario llamado Cien cuyes sabía que debía matizar bastante la confección de sus personajes y sus conflictos para que no fueran repetitivos. Por eso se le ocurrió darle una cuota de aventuras y diversidad a su argumento con el grupo de amigos que residen en un asilo y que se autoproclaman Los siete magníficos, en un homenaje al clásico del western de 1960 dirigido por John Sturges.

Elaborarlos le permitió infundir un ritmo más ágil a la novela y darle aún más riqueza al relato. También les permitió darle mayor dimensión social a los señores que viven en un hogar de ancianos de clase adinerada, ubicado en un barrio residencial de Lima con vistas al mar.

De Los Siete Magníficos de Cien cuyes, el personaje que se parece más al novelista es el tío Miguelito. “Porque en mis apariciones públicas suelo ser políticamente correcto, pero por dentro soy un guarro desvergonzado. Ese otro ‘yo’ solo sale cuando estoy con amigos muy íntimos o a través de personajes deslenguados”.

De Los Siete Magníficos le gustaría parecerse a Doña Pollo. “Tener su elegancia, su garbo, su prestancia. Si esa señora entrara en este momento por esa puerta me enamoraría de ella. Que es una forma narcisista de decir que me enamoraría de mí mismo” (ríe con toda la energía que le permiten sus pulmones).

Llega la ocasión en que la edad se mide según los achaques que tenemos. Le pregunto cómo anda de dolores. “Felizmente cero. Tuve una crisis de espalda hace seis años, fruto de nunca haber estirado a la hora de hacer ejercicios, de nunca haber trabajado los músculos inferiores. Luego de hacer yoga y pilates mi vida cambió. Ya llegarán los dolores. Por ahora estoy dentro de un paréntesis benéfico”.

El cine

Hay muchas referencias cinematográficas en Cien cuyes, además de la producción de John Sturges. A Eufrasia le añadió esa visión de encantamiento por el séptimo arte porque Gustavo Rodríguez también lo es.

Recalca que ambos son cinemeros y no cinéfilos. “Soy un consumidor de literatura y de cine muy desordenado, incapaz de poder fichar todo lo que he absorbido con ambas. No tengo una mente académica y ordenada. Además, olvido todo lo que he leído y visto”.

Es la clase de escritor que le debe todo lo conseguido a los latidos de su corazón y a la depuración de una técnica narrativa. “Los libros, la música y las películas han sido parte de mi educación sentimental. Es una pena que la cultura popular a veces sea desdeñada por la academia. Llegó un momento de mi vida en que no podía camuflar esa educación. De allí que escribo literatura con claras referencias a la cultura pop y por eso escribo con más autenticidad”.

¿Le gustaría que Cien Cuyes se convirtiera en una película? “Me parecería un ejercicio muy interesante. Me causa mucha curiosidad la interpretación que pueda tener un lector de mis novelas en forma de un director. Uno aprende que cuando el libro está publicado, el libro no te pertenece, les pertenece a los lectores”.

 

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