Cuando Panamá casi fue atacada por los nazis en la Segunda Guerra Mundial

Historia de Panamá

El club Kelly´s Ritz en la Plaza 5 de mayo era uno de los más populares durante la guerra.
El club Kelly´s Ritz en la Plaza 5 de mayo era uno de los más populares durante la guerra.

1942 fue un año especialmente importante para la vida de los panameños. Solo unos meses antes —en octubre de 1941— el presidente Arnulfo Arias había sido derrocado. La razón, entre otras cosas, por su oposición a ciertas políticas estadounidenses, así como por sus simpatías con las ideas nazi-fascistas al inicio de la Segunda Guerra Mundial.

Por otra parte, tras el ataque japonés a la base naval de Pearl Harbor en diciembre de 1941, Estados Unidos había entrado oficialmente en la guerra contra las potencias del Eje y en alianza plena con el Reino Unido.

La historiadora Patricia Pizzurno presentó hace poco su más reciente publicación: “Panamá 1942: tiempo de guerra y emociones” en la que profundiza en el impacto que tuvo durante ese año el conflicto bélico global en la vida cotidiana, en la psiquis y en las expresiones culturales de la sociedad panameña de la época.

Sobre por qué eligió ese año para su investigación, la autora señala que, “en realidad 1942 fue el único año de la guerra en que Panamá corrió un peligro real de sufrir un bombardeo aéreo japonés o ser víctima de un desembarco de submarinos nazis por el Atlántico. Ya en 1943 la guerra se calentó en el frente europeo y por el lado del Pacífico cuando después de la derrota de Midway los japoneses se replegaron. Como señala John Major, Panamá pasó de ciudadela vital a remanso castrense. En 1943, la guarnición de Panamá se redujo, mientras aumentaban las tropas puertorriqueñas. La disciplina militar se relajó, al punto que Newsweek informó que la Zona del canal se parecía a Oahu en vísperas del ataque a Pearl Harbor, llena de un espíritu de indolencia y regocijo, no de un espíritu de guerra”.

La ciudad se convertía en una mancha blanca cuando los marinos gringos invadían la capital y Colón.
La ciudad se convertía en una mancha blanca cuando los marinos gringos invadían la capital y Colón. / Panamá Vieja Escuela

El terror a la guerra

Destaca que se decretaron los oscurecimientos —es decir, nada podía estar iluminado durante la noche— ni siquiera en las casas , por la posibilidad real de que se produjeran bombardeos nocturnos japoneses. Había restricciones a las movilizaciones, como toques de queda, así como la imposición de pintar los vidrios y faroles de los automóviles con pintura roja.

Para Pizzurno, los panameños reaccionaron “al principio con absoluta incredulidad, pero poco después, cuando comenzó la adopción de medidas de guerra y se activó la propaganda, con temor”.

Las noticias de la época hablan de un éxodo de panameños atemorizados huyendo rumbo al interior del país para alejarse del desastre por venir, así como de la evacuación de civiles en la Zona del Canal.

Los programas radiales y la prensa escrita se referían a la “guerra totalitaria” que buscaba el aniquilamiento de las poblaciones civiles y borrar todo recuerdo de actividad humana, así como del temor al desabastecimiento, a la quinta columna, al enemigo en el hogar, a los ataques nocturnos y los gases venenosos, a la muerte, al hambre, al sufrimiento, a la ruina, creando un ambiente que “desquició a los más impresionables”.

Corrían rumores que apuntaban a la destrucción de las ciudades de Panamá y Colón por inundaciones, a una Zona del Canal reducida a escombros.

En La Estrella de Panamá se recibían hasta doscientas llamadas por día, de gente que buscaba confirmar noticias catastróficas como que la Zona estaba inundada por un sabotaje y el agua llegaba hasta Balboa, que, si en Gamboa había tiroteos, en fin se vivía un ambiente de mucho temor e incertidumbre.

Otro de los miedos de los ciudadanos era ser víctima de un accidente provocado por los soldados estadounidenses, muchos de ellos apenas adolescentes; o que sus hijas cayeran en manos de un grupo de ellos ebrios o drogados. También pánico a los maleantes que proliferaban por los oscurecimientos, pero sobre todo había mucho temor al desabastecimiento y al racionamiento de los alimentos.

 

Fachada del club Happyland en la Avenida Central de Panamá
Fachada del club Happyland en la Avenida Central de Panamá / Panamá Vieja Escuela

Guerra, derroche y cabarets

Uno de los aspectos que llama la atención de esta historia es que aunque sin duda fue una época difícil para muchos, la memoria popular recoge este periodo como “guerra, derroche y cabaret”, que fue como vivió 1942 un pequeño grupo de panameños.

El ocio fue, quizás, la industria más rentable de la guerra en sus diferentes versiones: cine, radio, teatro, jardines de cerveza, cantinas, bares, casas de cita, riñas de gallo, boxeo, el incomparable cabaret donde se bebía y se bailaba al son de los ritmos de moda ejecutados por las grandes orquestas que visitaban Panamá”, de acuerdo con Patricia Pizzurno.

La avenida central, tapizada de almacenes, cabarets, cantinas y lugares de diversión, era conocida como “el Broadway Panameño”. El Kelly´s Ritz de Mamie Lee Kelly, ubicado en la Plaza 5 de mayo era uno de los más famosos, particularmente después que Cole Porter se presentara en él e inmortalizara a su propietaria —originaria de New Orleans— en el musical Panama Hattie.

De este musical se hizo una adaptación para el cine de la Metro-Goldwyn-Mayer y luego en 1954 se convirtió en un episodio de la serie de televisión The Best of Broadway de la cadena CBS.

En los alrededores se encontraban otros negocios de espectáculo y rumba muy concurridos como el Rice´s Bar, el Palm Terrace, el Happyland, el Rialto entre otros, que todavía son recordados.

Uno de los fenómenos más llamativos de esa época era lo que Patricia llama las marinadas o white waves, tan esperadas como temidas, cuando miles de marinos gringos se tomaban la Plaza 5 de mayo y la Avenida Central en el más absoluto desorden. Por lo general habían estado embarcados por meses, así que lo habitual era que cometieran todo tipo de atropellos y que, embriagados atacaran a quien se le cruzara en su camino, ya fueran taxistas, policías, meseros, prostitutas o bailarinas.

Para las familias decentes constituían una pesadilla durante la cual le prohibían salir a la calle a sus hijas. Las calles se tapizaban de blanco, marineros ebrios, drogados, gritones, insultando a quien se le cruzara en el camino, ofreciendo espectáculos escandalosos y ofensivos, irrespetando a la policía, orinando las aceras, ensuciándolas con cáscaras de banana, maní y botellas de licor, agrediendo y violando. Para los marineros recién desembarcados ‘cualquier cosa local con falda era una prostituta’, dice Donoghue. Marinadas célebres fueron las del USS Saratoga, llamado Sara por su tripulación; la del portaaviones USS Lexington apodado el “fantasma azul” que actualmente es un buque museo en Texas y la del acorazado USS Iowa. Las marinadas continuaron hasta el final de la guerra”, destaca Pizzurno.

De acuerdo con la autora los espectáculos subidos de tono era los más concurridos y los más rentables, por lo que los dueños de estos negocios buscaban chicas bonitas y atrevidas que realizaban bailes que atentaban “contra la moral pública y las buenas costumbres”.

Uno de los números más famosos fue el realizado por Jade Rhodora —Lou Elena Smith— una bailarina exótica famosa por su número llamado La bella y la bestia en la que aparecía desnuda por el lado derecho de su cuerpo en tanto que por izquierdo iba cubierta por un traje de gorila que, durante el baile, caía al piso dejándola desnuda en el escenario”.

El número 'La bella y la bestia' uno de los más populares de la ciudad.
El número 'La bella y la bestia' uno de los más populares de la ciudad. / Panamá Vieja Escuela

En el libro se señala que las dos actividades más solicitadas por los soldados era el consumo de alcohol y la prostitución, ambas provocaban muchos accidentes y enfermedades en la tropa por lo que las autoridades sanitarias estadounidenses tomaron una serie de medidas para tratar de minimizar el impacto de estas prácticas.

Las ciudades de Panamá y Colón eran percibidas por los hombres de la Zona como el “prostíbulo más grande del mundo”. Era sinónimo de perdición, pecado, de licencias sexuales, de perversiones, de fiesta, prostitución, alcohol, drogas y juego clandestino”.

Por otra parte, las cantinas tenían una dinámica diferente. No ofrecían espectáculos en vivo ni orquestas ni bailarina, pero eran los puntos de encuentro preferidos por los soldados con las prostitutas.

En ellas reinaba el mundo de la ilegalidad: bebidas adulteradas, venta de drogas, prostitución ilegal y el juego clandestino.

“En 1940 se registraron 776 cantinas en todo el país, de las cuales 133 funcionaba en la capital, 84 en Colón y el resto, 559, en el interior y que proporcionaban al gobierno importantes ingresos en concepto de impuestos”.

Tampoco se limitaron al centro de la ciudad. Se popularizaron en barrios periféricos como Las Sabanas hoy vía España donde vivían familias trabajadoras, convirtiéndose en un serio problema para los vecinos, ya que eran fuentes permanentes de “alboroto y escándalo” por constantes riñas y violencia generalizada, haciendo difícil la vida de los “vecinos honestos”.

 

Marinos estadounidenses en una cantina en Colón.
Marinos estadounidenses en una cantina en Colón. / ACP-Biblioteca Presidente Roberto F. Chiari

La perla del Atántico

La ciudad de Colón, conocida como “La perla del Atlántico” también era famosa por sus lujosos centros nocturnos y cantinas como el Copacabana, el Molino Rojo, el Cotton Club, Trópico, Jardín Billgray´s, Cantina Universal o el Bottle Alley, donde dicen que se servía la mejor comida de la ciudad.

En estos clubes desfilaban estrellas como la célebre rumbera Ninón Sevilla, el barítono argentino Rafael Falcón y la famosa Myrta Silva conocida como la reina de la guaracha de Puerto Rico, entre otras.

Definitivamente, buen número de panameños no sólo lucró con la industria del ocio, sino que también fue un asiduo consumidor. Había cabarets respetables, con buena reputación que presentaban espectáculos moralmente aceptables. Tanto en Panamá como en Colón se presentaron orquestas musicales de gran trayectoria como la Sonora Matancera, Lecuona Cuban Boys, Francisco Canaro, entre otras, que los panameños disfrutaban mucho. Incluso, después de 1942, cuando se levantaron muchos controles y restricciones y cesaron los oscurecimientos, era habitual que los capitalinos se trasladaran a Colón donde se presentaban los mejores espectáculos”, destaca la autora.

Aunque existían otras formas de ocio que se popularizaron durante la guerra como el cine, la radio, el aumento de la circulación de los periódicos y las presentaciones artísticas para el “público culto” como el ballet, el teatro y la música clásica por una parte, también otras actividades como las carreras de caballo, las peleas de gallos, el béisbol y el boxeo resultaron una buenísima válvula de escape para que la gente olvidara la guerra y sus peligros.

Marinos de la "white waves" frente una cantina.
Marinos de la "white waves" frente una cantina. / ACP-Biblioteca Presidente Roberto F. Chiari

Ya en el periodo de posguerra, la estructura del ocio y de la noche se desmoronó al cesar las “white waves y la Zona del Canal disminuyó su población militar de 70 mil a 10 mil soldados.

“Muchas cantinas, bares y cabarets cerraron y gran cantidad de extranjeros regresaron a su país incluyendo a las bailarinas, cabaretistas y prostitutas a quienes las autoridades migratorias no les renovaron el permiso de estadía y la Perla del Atlántico se hundió en una profunda depresión”, afirma la publicación.

Además de esto que relato en este artículo, el libro detalla situaciones muy dramáticas como la persecución a las personas de los países del Eje como los japoneses, alemanes, italianos y otros muchos, que fueron despojados de sus bienes y confinados en campos de concentración para luego ser deportados.

También explica las tensas relaciones no solo entre los gobernantes panameños y las autoridades estadounidenses, además de los roces cotidianos entre los ciudadanos nacionales y los habitantes de la Zona, los presupuestos de guerra, la propaganda; así como las políticas que establecieron después de la guerra.

Este libro, fácil de leer y con muchísima información de la que poco sabemos, abre el camino para conocer un periodo de la historia de Panamá y su papel en uno de los acontecimientos globales de mayor impacto como fue la Segunda Guerra Mundial.

Es un paso más en el gran reto que es identificar, profundizar y entender esa historia que tenemos en común los países que participamos en la construcción de la ruta entre dos mares.

Conocer nuestro pasado nos ayuda a entender el presente.

Altamente recomendado, el libro Panamá 1942: tiempo de guerra y emociones está a la venta en Centro de Investigaciones Históricas de la Universidad de Panamá, en la Librería Universitaria.

Portada del libro Panamá 1942: tiempo de guerra y emociones
Portada del libro Panamá 1942: tiempo de guerra y emociones
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