El alcohol sí deja secuelas: demencia provocada por el consumo excesivo

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Beber una copa ocasional puede parecer inofensivo, pero cuando el alcohol se convierte en un hábito diario, las consecuencias pueden ser devastadoras.

Bebidas alcohólicas.
Bebidas alcohólicas. / Foto cortesía: Pixabay

Uno de los efectos más graves, pero menos conocidos, es la demencia relacionada con el alcohol, una forma de daño cerebral que surge después de años de consumo excesivo y sostenido.

Aunque no es progresiva como el Alzheimer, esta condición puede deteriorar la memoria, el lenguaje, el juicio y hasta el movimiento físico. La buena noticia es que puede detenerse si se abandona el alcohol a tiempo. “El daño que causa la demencia relacionada con el alcohol ocurre después de años de consumo inseguro”, alertan expertos médicos.

La demencia alcohólica, también conocida como demencia inducida por alcohol o daño cerebral relacionado con el alcohol (DAAC), se produce cuando la bebida prolongada afecta directamente al cerebro. “El alcohol puede ser seguro con moderación. Pero cuanto más (y con mayor frecuencia) beba, mayor será su riesgo”, señala un informe clínico reciente.

Este tipo de demencia destruye neuronas: las células encargadas de controlar el pensamiento, la memoria y el movimiento. El daño puede llegar al punto de afectar la orientación espacial, el comportamiento, el lenguaje y la capacidad de recordar incluso los rostros de seres queridos.

La demencia relacionada con el alcohol no aparece de un día para otro. Tiene un desarrollo gradual, con señales que muchas veces se confunden con el estrés o el envejecimiento. Entre los síntomas tempranos, destacan:

  • Olvidos frecuentes y confusión.
  • Problemas para razonar o seguir instrucciones.
  • Cambios repentinos de humor.

Dificultades para hablar o coordinar movimientos simples como abotonarse una camisa.

A medida que el daño avanza, las personas pueden olvidar nombres, perderse en lugares conocidos, y eventualmente quedar completamente dependientes. Las etapas avanzadas provocan incapacidad para hablar, caminar o cuidar de uno mismo. La incontinencia, las caídas, la desnutrición y las infecciones son complicaciones frecuentes.

A diferencia de otras demencias, como el Alzheimer, esta no progresa si se abandona el alcohol a tiempo. “Podría recuperar parcialmente su capacidad mental si deja de beber”, indican los profesionales de la salud. Sin embargo, seguir consumiendo incluso pequeñas cantidades puede empeorar los síntomas o reiniciar el deterioro.

El tratamiento más efectivo comienza con la abstinencia total. El proceso debe ser guiado por especialistas, ya que la desintoxicación abrupta puede provocar delirium tremens, una condición potencialmente mortal.

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Se recomienda:

  • Internación médica en casos graves.
  • Terapia cognitivo-conductual para gestionar la ansiedad y prevenir recaídas.
  • Apoyo nutricional y suplementación de vitaminas.
  • Medicamentos como naltrexona o acamprosato (en algunos casos).
  • Grupos de apoyo, que ayudan a reconstruir la motivación y la estabilidad emocional.

Aunque puede presentarse a cualquier edad, los casos más comunes se diagnostican entre los 40 y 50 años, especialmente en personas que han bebido de manera excesiva durante más de una década. Según las guías de la Asociación Médica Estadounidense:

  • Los hombres no deben superar las 14 bebidas alcohólicas estándar por semana.
  • Las mujeres no deben superar las 7.

El diagnóstico temprano es clave. “Consulte con un profesional de la salud si tiene problemas de memoria o razonamiento”, recomiendan desde la Clínica Cleveland. Negarlo o esconderlo solo retrasa el tratamiento y aumenta el riesgo de un daño cerebral irreversible.

Los exámenes incluyen resonancias magnéticas, tomografías, pruebas cognitivas y análisis de sangre. También se investiga si hay condiciones relacionadas, como miocardiopatía, hepatitis o cirrosis inducidas por el alcohol.

Aunque el pronóstico varía según el daño ya causado, la esperanza de vida mejora significativamente al dejar de beber. El objetivo es estabilizar los síntomas, preservar las capacidades restantes y mejorar la calidad de vida. “No eres un fracaso por tener esta condición. Nadie lo es”, subraya el informe.

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