Repetición: Jelou!
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“Joey”, el spin-off de Friends, prometía ser el relevo de una de las comedias más exitosas de todos los tiempos. Sin embargo, a pesar del carisma de Matt LeBlanc y el respaldo de NBC, la serie se desplomó en apenas dos temporadas.
En 2004, mientras Friends se despedía con récords de audiencia y nostalgia global, la cadena NBC enfrentaba una encrucijada. Sus grandes éxitos, Urgencias, Will & Grace y Friends, se acercaban al ocaso, y el canal necesitaba con urgencia una nueva joya en su programación. La solución parecía evidente: capitalizar el fenómeno Friends con un spin-off centrado en uno de sus personajes más queridos: Joey Tribbiani.
Así nació Joey, una serie construida sobre una premisa sencilla pero efectiva: Joey se mudaba a Los Ángeles para impulsar su carrera actoral, dejando atrás a sus inseparables amigos de Nueva York. A su lado estarían nuevos personajes: su hermana Gina (Drea DeMatteo), su sobrino Michael (Paulo Costanzo) y su vecina Alex (Andrea Anders). La producción quedó en manos de Kevin S. Bright, uno de los cocreadores de Friends, y los guiones recayeron en Shana Goldberg-Meehan y Scott Silveri, ambos con experiencia en la serie original.
El primer episodio fue un éxito rotundo: 18,6 millones de espectadores sintonizaron el estreno, esperanzados por revivir algo del espíritu de Friends. Pero la chispa se apagó rápido. Las críticas fueron tibias desde el principio, y la audiencia empezó a caer en picada conforme avanzaban los episodios.
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A diferencia de Friends, que también tuvo un arranque discreto pero supo construir su universo con el tiempo, Joey no logró consolidar una narrativa emocionalmente poderosa ni desarrollar la química entre sus personajes. Todo se sentía forzado, como una fórmula sin alma.
En retrospectiva, Kevin S. Bright admitió que uno de los errores fue alterar la esencia del protagonista. “El personaje fue llevado por senderos que no cuadraban con el Joey ‘de siempre’”, señaló, reconociendo que esa desconexión con la imagen previamente consolidada resultó fatal para la serie.
Para Matt LeBlanc, el cambio fue más profundo que un simple giro de guion. Acostumbrado a compartir pantalla con cinco coprotagonistas y una dinámica grupal muy equilibrada, el paso a liderar Joey en solitario representó una carga emocional inesperada.
En una entrevista con RadioTimes, el actor confesó que ese cambio fue determinante: “Decididamente condenó la serie”. El agotamiento y la presión de cargar con todo el peso de un fenómeno global sobre sus hombros lo llevaron a tomar una drástica decisión: tras la cancelación de Joey, se alejó de la actuación por seis años, a pesar de haber anunciado inicialmente una pausa de uno solo.
Aun así, LeBlanc mantuvo el humor sobre esa etapa. “Hice 30 millones de dólares, ojalá tenga otro fracaso como ese”, bromeó, dejando claro que, aunque artísticamente la serie fue un tropiezo, económicamente fue un éxito personal.
El principal problema de Joey fue su falta de identidad. Si bien mantenía el nombre y el rostro de uno de los íconos de Friends, no logró construir un nuevo universo narrativo que conectara con la audiencia. La serie fue víctima de sus propias expectativas y del desgaste del entorno televisivo de NBC en ese momento, que atravesaba una reestructuración de emergencia.
El experimento duró dos temporadas. NBC mantuvo la serie más por lealtad al legado de Friends que por resultados concretos. Pero el veredicto del público fue claro: Joey sin sus amigos no era Joey.
Lejos de marcar el final de su carrera, este tropiezo fue un punto de inflexión para LeBlanc. Su regreso llegó años después con Episodes, una comedia donde interpretaba una versión caricaturesca de sí mismo, luchando por resurgir en Hollywood. Esa serie, más ácida y autorreferencial, fue bien recibida por la crítica y le permitió redimirse como actor en un rol que mezclaba humor, ironía y vulnerabilidad.