¿Por qué es tan difícil dejar ir a los amigos de la niñez? Terapeutas expertos responden

Psicología

Los profesionales analizan la verdad detrás de las amistades de la infancia que no logramos soltar.

Adultos
La dificultad para cortar los lazos con amigos de la infancia no radica únicamente en la historia compartida / IA - META

Aunque los vínculos sociales suelen transformarse con el paso del tiempo, muchas personas continúan manteniendo relaciones con amigos de la infancia, incluso cuando ya no existe afinidad, contacto frecuente o un propósito compartido. Esta persistencia no siempre responde a un deseo consciente, sino a factores psicológicos, identitarios y emocionales profundamente arraigados.

Expertos en salud mental han coincidido en que la permanencia de estas relaciones obedece a una conexión simbólica con el pasado. Según explicó la terapeuta Eman Almusawi, de A Better Life Therapy, “los amigos de la infancia demuestran que nos divertimos mucho mientras crecíamos”, lo cual genera una asociación directa con los recuerdos formativos y la construcción del yo. En palabras de Almusawi, “es como si una parte de nuestra identidad estuviera entretejida en estas conexiones, y cuando intentamos seguir adelante, puede parecer que estamos dejando ir una parte de nosotros mismos”.

La escritora Christie Tate, autora del libro BFF: A Memoir of Friendship Lost and Found, también aborda este fenómeno desde una perspectiva emocional y simbólica. Para Tate, una amistad de larga duración actúa como una evidencia interna de capacidad relacional y estabilidad personal.

“Dice que he cambiado y crecido, pero sigo conectado con esta gente. Eso demuestra que soy una buena persona con buenas relaciones, y que fracasar se siente fatal”, afirmó. A su vez, reconoció que existe un conflicto entre la necesidad de mantener vínculos profundos y el temor a no poder sostenerlos. “Me gusta la idea de ser una persona con raíces y relaciones a largo plazo, pero no la idea de no poder aferrarme. Eso no concuerda con la narrativa que tengo sobre mí misma”, añadió.

Más allá del componente emocional, se han identificado dificultades objetivas para mantener estas relaciones cuando la vida adulta introduce diferencias sustanciales en valores, estilos de vida o intereses. En un análisis publicado por CNBC Make It, se abordó por qué muchas personas conservan amistades de la infancia a pesar de interactuar con esos contactos solo de manera ocasional.

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La nostalgia y el deseo de continuidad afectiva se encuentran entre los principales factores mencionados por los especialistas. No obstante, el reencuentro con estos amigos no siempre resulta positivo. Según Almusawi, las conversaciones pueden centrarse exclusivamente en recuerdos del pasado o anécdotas juveniles que, en contextos actuales, pueden resultar incómodas o incluso inadecuadas. “En lugar de acercarnos, estas conversaciones pueden resultar incómodas y forzadas. Es como intentar entrar en unos vaqueros viejos: lo que antes me quedaba perfecto ahora parece fuera de lugar”, explicó la terapeuta.

Desde la perspectiva del desarrollo social, un artículo de The Conversation citado por Cadena SER en 2021 ofreció una mirada a los orígenes de estas amistades. El estudio “Enemistades infantiles. Expresión temprana de las distancias sociales” subrayó que los niños tienden a formar lazos con quienes comparten características similares, como la edad, el sexo y las actividades recreativas.

Esta afinidad inicial, aunque condicionada por factores sociales, puede resultar en vínculos duraderos cuando se logra una conexión profunda. Sin embargo, cuando dichas condiciones desaparecen con el tiempo, la continuidad del vínculo puede estar motivada más por la memoria emocional que por una compatibilidad real.

En conclusión, la dificultad para cortar los lazos con amigos de la infancia no radica únicamente en la historia compartida, sino en lo que representan estas personas en la narrativa individual de quienes han crecido junto a ellas. Abandonar esas amistades puede interpretarse como una forma de renunciar a una parte significativa de la propia biografía. Por ello, muchos prefieren mantener un contacto simbólico, esporádico o emocional con estas personas, aunque ya no exista una relación activa. En contextos donde se valora la constancia relacional como un indicador de madurez o éxito afectivo, dejar atrás a un viejo amigo puede sentirse, erróneamente, como un fracaso.

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