Donald Trump desata su ira por portada de revista donde considera que se ve calvo

En medio de elogios por su papel en el acuerdo de paz en Medio Oriente, el mandatario protagonizó esta semana una furiosa reacción por la portada de TIME.

Presidente de EEUU, Donald Trump / AFP

En medio de elogios por su papel en el acuerdo de paz en Medio Oriente, Donald Trump protagonizó esta semana una furiosa reacción por la portada de TIME.

A pesar de que el artículo celebraba su rol diplomático, el expresidente se centró en lo que consideró una “imagen pésima” que, según él, había “hecho desaparecer el pelo”.

A través de su plataforma Truth Social, Trump reclamó: “La revista Time publicó una historia bastante buena sobre mí, pero la foto podría ser la peor de la historia. Me hicieron desaparecer el pelo y luego me dejaron algo flotando sobre la cabeza que parecía una corona flotante, pero extremadamente pequeña. ¡Qué raro! Nunca me ha gustado que me tomen fotos desde ángulos inferiores, pero esta es una foto pésima y merece ser criticada”.

Aunque el trasfondo probablemente sea una iluminación desfavorable, que dio la apariencia de que su cabello se difuminaba, el episodio revive el largo debate sobre el estilo capilar de Trump. El diario The Guardian comentó que la imagen fue tomada desde un ángulo bajocon el sol detrás, lo que intensificó las sombras y generó un halo inusual sobre su cabeza.

Para explorar visualmente lo que Trump podría lucir “totalmente calvo”, The Express utilizó la herramienta de inteligencia artificial Midjourney. Los resultados apuntan a una cabeza pulida, con apenas mechones dispersos, patillas sutiles y un brillo notable en la parte superior. En una versión similar, se le compara con un Lex Luthor envejecido, un retrato extremo y poco común del magnate.

Quienes conocen a fondo su estilo coinciden en que no hay extensiones invisibles ni manipulaciones exóticas detrás de su peinado. El estilista Matthew Curtis definió su cabellera como “definitivamente una creación extraña, pero también una estructura desconcertante e inteligentemente elaborada”. En su opinión, Trump ha cultivado ese “mullet invertido” con flequillo romántico durante más de dos décadas.

Aunque muchos consideran excéntrico el peinado, David Rackley, psicólogo consultado en The Gentleman’s Journal, sugiere que su insistencia en mantener ese estilo puede expresar resistencia al envejecimiento y un deseo de proyectar juventud.

Este episodio también recuerda momentos públicos previos: en 2015, durante un acto en Alabama, Trump abordó con humor las teorías sobre su cabello diciendo: “Si llueve, me quito la gorra y demuestro de una vez por todas que es mío”. En declaraciones al Mirror, su expeinado en The Apprentice aseguró que todo era cabello natural que el propio Trump peinaba y que no usaba extensiones ni implantes.

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El debate no es superficial. El descontento de Trump con la portada de TIME, que él calificó de “super mala”, muestra una sensibilidad persistente sobre su imagen pública. Muchos observadores sugieren que su reacción exagerada evidencia una fijación más profunda con cómo los medios lo representan visualmente que con el contenido editorial a su favor.

Al cabo, esta polémica evidencia lo difícil que resulta separar la imagen del personaje. Una edición que pretendía enaltecerlo acabó por convertirse en foco de crítica visual. Pero para Trump, ni el título favorable ni la narrativa diplomática compensan lo que él percibe como un retrato injusto. Y en ese choque entre mensaje e imagen, la cabellera se convierte en protagonista de una batalla silenciosa por el control simbólico.

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