Maha Vajiralongkorn, el rey que supera a jeques y magnates con su millonario imperio

No es británico, no tiene un perfil diplomático ni acapara las portadas del corazón europeo, pero el monarca de Tailandia, ostenta una de las fortunas más grandes y blindadas del mundo.

En una era de transparencia, el rey de Tailandia es un enigma / Foto cortesía: Pixabay

Con un estilo de vida que parece diseñado por multimillonarios de ficción, el monarca acumula bienes que superan a cualquier otro soberano del planeta.

Maha Vajiralongkorn, también conocido como Rama X, es mucho más que el décimo monarca de la dinastía Chakri. Nacido en 1952 y coronado en 2019 tras la muerte de su padre, el reverenciado rey Bhumibol Adulyadej, Vajiralongkorn representa un cambio drástico en la forma de ejercer la realeza en Tailandia: de la austeridad simbólica a un poderío económico y militar sin precedentes.

A diferencia de su predecesor, venerado por su sencillez y compromiso con el pueblo, Rama X ha construido una imagen de lujo impenetrable, rodeado por una estricta legislación de lesa majestad que impide a la prensa y a la ciudadanía siquiera cuestionarlo.

El patrimonio personal del rey tailandés está valorado en más de 40 mil millones de dólares, una cifra que lo posiciona por encima de otros monarcas y hasta de magnates globales. Pero más allá del monto, lo que impacta es el volumen y diversidad de sus posesiones:

Todo esto sin contar sus palacios, joyas milenarias, obras de arte, colecciones privadas de relojes y activos financieros que abarcan telecomunicaciones, banca y energía.

A diferencia de otras casas reales que dependen de asignaciones estatales, Vajiralongkorn controla directamente el Crown Property Bureau, una institución que gestiona los bienes de la monarquía y que ha sido transferida de manos estatales a su mando personal desde su ascenso al trono. Esto le permite operar como un inversionista de alto nivel en sectores estratégicos del país, desarrollando proyectos inmobiliarios, centros comerciales y complejos residenciales de lujo.

Además, como comandante supremo de las fuerzas armadas tailandesas, concentra poder militar, económico y político, una combinación rara en cualquier monarquía del siglo XXI.

Aunque su residencia oficial está en Bangkok, el rey pasa gran parte del año en Alemania, donde ha sido fotografiado en situaciones que contrastan radicalmente con la solemnidad real: ropa informal, tatuajes temporales, acompañantes polémicos y actitudes relajadas han generado controversia internacional.

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Su vida personal también ha sido foco de atención: varios matrimonios, divorcios y una estructura sentimental poco convencional conviven con su esposa oficial y una consorte reconocida públicamente. Mientras tanto, las imágenes del monarca se controlan con rigor absoluto en Tailandia, donde la censura se impone a través de severas leyes de lesa majestad que castigan con hasta 15 años de prisión cualquier crítica pública a la figura real.

Mientras muchos royals intentan acercarse a sus ciudadanos con gestos simbólicos o labores sociales, Vajiralongkorn permanece distante. Las generaciones jóvenes en Tailandia han comenzado a cuestionar este modelo, organizando protestas que piden una monarquía moderna, con límites y transparencia, a pesar del alto riesgo que implican esas demandas.

Estas manifestaciones, aunque reprimidas, revelan una creciente disonancia entre la imagen sagrada de la monarquía y la realidad de una juventud digitalizada que exige rendición de cuentas.

La figura de Maha Vajiralongkorn es la de un rey que ha fusionado el viejo poder divino con los recursos del capitalismo extremo. Si bien otros monarcas enfrentan desafíos de modernización y escrutinio público, él se mantiene en una esfera cerrada, protegida por leyes, tradición y una fortuna tan vasta como inaccesible.

En una era de transparencia, el rey de Tailandia es un enigma: gobierna en el silencio, viaja en boeing privados, vive rodeado de lujo y está blindado legalmente contra cualquier crítica. Porque en su reino, lo que reina no es solo el poder real: es el privilegio absoluto.

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