No fueron humanos: ¿Quién excavó los túneles prehistóricos de Sudamérica?
Durante años, cortes de carreteras y laderas en el Cono Sur dejaron al descubierto una red de túneles cuya escala y morfología desafiaban las explicaciones convencionales.
No encajaban con procesos geológicos conocidos ni con obras humanas. Hoy, tras más de una década de investigación, la evidencia apunta a un origen tan inesperado como fascinante: grandes mamíferos extintos del Pleistoceno habrían excavado estas estructuras subterráneas, dejando un registro biológico único bajo tierra.
El fenómeno se ha documentado de manera sistemática en el sur y sureste de Brasil, donde equipos de investigación liderados por el geólogo Heinrich Frank han catalogado más de 1.500 estructuras a lo largo de los últimos diez años. A estos hallazgos se suman registros en Argentina, donde los túneles aparecen incluso cruzándose entre sí en algunas colinas, con una densidad que descarta explicaciones aisladas o accidentales. La recurrencia espacial y la magnitud del sistema sugieren un comportamiento extendido en el tiempo y compartido por distintas especies.
Las características internas de los túneles son clave para entender su origen. Los estudios describen techos colapsados, pasajes superpuestos y surcos paralelos en las paredes, a menudo organizados en grupos de tres, que se extienden por largas distancias. Estas huellas permiten reconstruir fases sucesivas de excavación, uso y abandono, como si se tratara de un archivo estratificado del comportamiento animal. La repetición de patrones descarta procesos aleatorios y refuerza la hipótesis de una actividad biológica intencional.
El análisis de estas estructuras se inscribe en la disciplina de las paleomadrigueras, dedicada al estudio de madrigueras antiguas fosilizadas. A diferencia de los restos óseos, estas huellas preservan información directa sobre el comportamiento, el tamaño corporal y la adaptación al entorno de especies ya extinguidas. En conjunto, la red de túneles funciona como un registro subterráneo de la actividad biológica durante el Pleistoceno, un periodo marcado por profundas transformaciones climáticas y ecológicas.
La identificación de los posibles excavadores se apoya en una comparación rigurosa entre las dimensiones de los túneles y los fósiles hallados en las mismas regiones. Los conductos de mayor tamaño reducen el abanico de candidatos a grandes mamíferos extintos. Entre ellos destacan los perezosos terrestres gigantes y algunos armadillos de gran tamaño. Las marcas observadas en las paredes son anchas y poco profundas, coherentes con garras largas y curvadas, un rasgo que encaja especialmente con especies como Megatherium.
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Este herbívoro del Pleistoceno tardío podía alcanzar varias toneladas de peso y presentaba una anatomía particularmente adecuada para la excavación: extremidades anteriores robustas y una cola que aportaba estabilidad al erguirse. Estas características habrían permitido remover sedimentos compactos de manera repetida y sostenida, algo indispensable para explicar túneles de gran diámetro y longitud.
Otro dato revelador es la complejidad del sistema. La extensión y ramificación de la red sugieren que no fue obra de un solo individuo ni de un episodio puntual. Por el contrario, todo indica que distintas generaciones ampliaron y mantuvieron estos refugios a lo largo del tiempo, reutilizando y conectando espacios según las necesidades del entorno. Esta continuidad refuerza la idea de un comportamiento aprendido y transmitido.
Lejos de ser una curiosidad aislada, estos túneles obligan a repensar la interacción entre la megafauna extinta y el paisaje sudamericano. Bajo la superficie, los grandes mamíferos del Pleistoceno no solo dejaron huesos, sino también arquitectura. Un legado silencioso que, miles de años después, sigue desafiando a la ciencia.