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Sin embargo, la ciencia revela que el verdadero “flechazo” podría no venir de los ojos, sino de la nariz. El olfato, ese sentido muchas veces subestimado, podría ser el factor determinante en la conexión amorosa entre dos personas.
Y es que más allá del romanticismo y la poesía, como la célebre frase de Jaime Sabines en No es nada de tu cuerpo: “ni tu olor”, los investigadores están convencidos de que el aroma corporal tiene un papel esencial en los vínculos afectivos y sexuales. Según explica el doctor Alonso Fernández Guasti, del Departamento de Farmacobiología del Cinvestav (Centro de Investigación y de Estudios Avanzados), el amor tiene una base bioquímica donde el olfato actúa como un canal clave para detectar compatibilidad.
“Cada persona posee un aroma que la caracteriza, cuya función es atraer al otro”, afirma Fernández Guasti. “Pero ese olor natural es disfrazado, e incluso modificado, por perfumes y desodorantes”.
Cuando alguien nos atrae, no solo lo percibimos con la vista. El sistema nervioso simpático entra en juego: acelera el corazón, dilata las pupilas, provoca sudoración e incluso puede suprimir el apetito. Estas reacciones son respuestas fisiológicas a estímulos externos, entre ellos, el aroma corporal del otro.
El doctor Fernández Guasti explica que el olfato detecta moléculas suspendidas en el aire que llegan al epitelio olfativo, desde donde se envía una señal al cerebro. Este, con su memoria asociativa, reconoce el olor como familiar, placentero o deseable, estableciendo un lazo emocional que puede ser la base del amor romántico.
Aunque vivimos en una cultura que promueve neutralizar los olores corporales, lo cierto es que el aroma humano es tan distintivo como una huella digital. En la pubertad, por ejemplo, el cuerpo emite señales químicas que indican que el individuo ha alcanzado la madurez sexual. Estos olores no son necesariamente agradables para todos, pero sí despiertan respuestas biológicas concretas.
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El fenómeno se vuelve aún más interesante cuando se analiza lo que ocurre con los perfumes. Lejos de suplantar el olor corporal, se mezclan con las secreciones naturales, generando una fragancia híbrida que se convierte en parte de la identidad de una persona.
“No es la esencia pura del perfume la que enamora, sino la combinación del aroma químico del cuerpo con la fragancia artificial”, explica el investigador del Cinvestav.
Durante años, la industria ha comercializado perfumes supuestamente enriquecidos con feromonas, prometiendo aumentar el atractivo sexual. Sin embargo, la ciencia aún no ha logrado identificar claramente el olor de las feromonas humanas ni su efectividad real.
Las feromonas, presentes en muchas especies animales, son sustancias químicas que desencadenan conductas específicas, como la atracción o el apareamiento. Aunque se sabe que los seres humanos también secretan compuestos similares, su impacto exacto en las relaciones sigue siendo objeto de debate.
“Hasta este momento, no existen estudios que hayan logrado aislar y comprobar la acción directa de las feromonas humanas en el enamoramiento”, reconoce Fernández Guasti.