La lucha contra el carbón de una vietnamita casi centenaria
A Pham Thi Ca el dinero no le sirve. Esta vietnamita de 99 años se niega a dejar sus tierras y hace frente a las apisonadoras del Estado comunista que prevén construir una central de carbón financiada por Japón.
Por su casa, en el sudoeste de Vietnam, ya pasaron un centenar de funcionarios. Aunque arrasaron con su casa y a pesar de su edad y de estar prácticamente ciega, ella se aferra a sus terrenos y acampa en un refugio improvisado junto a las ruinas de su antigua vivienda.
"No me voy. Me quedo aquí, en mi casa. Mis abuelos y mis padres se quedaron aquí, así que yo también", insiste esta abuela, en un acto de resistencia realmente raro en Vietnam.
"Quiero que me entierren aquí. Mi casa está aquí, mi tierra está aquí, así que me enterrarán aquí", insiste, desafiando a un régimen que no suele dudar en encarcelar a las voces discordantes.
El combate de Pham Thi Ca es especialmente simbólico, pues obstaculiza uno de los grandes proyectos nacionales, la multiplicación de centrales de carbón para responder al hambre de crecimiento de este Estado de 95 millones de habitantes. En sus tierras se prevé instalar una central de 2.600 millones de dólares.
En Vietnam, un tercio de la producción de electricidad procede ya de las centrales de carbón, una energía fósil señalada directamente como responsable del cambio climático. La proporción aumentará al 50% para 2030, según las proyecciones del régimen comunista.
Ocupa de su propio terreno
Los habitantes de la bahía de Van Phong ya han sufrido las consecuencias de estas ambiciones energéticas.
Alrededor de 300 vecinos de Ca fueron reubicados en la provincia de Khanh Hoa, más al sur, tras haber aceptado las compensaciones financieras del Estado.
Pero a muchos de ellos les cuesta adaptarse a esta región de pescadores y campesinos, donde no alcanzan a comprar terrenos con la indemnización recibida. La mayoría fueron ubicados en apartamentos, sin terrenos.
"Ahí no podemos trabajar, no hay tierras que cultivar", denuncia Ho Huu Hanh, hijo de Pham Thi Ca, con quien comparte lucha.
A la familia le proponían 40.000 euros a cambio de la cesión de su terreno de 9.000 m2, por debajo del precio de mercado.
A pesar de su resistencia, el proyecto fue aprobado y Ca y su hijo se vieron obligados a ocupar su propia propiedad.
Su huerto quedó destruido al paso de las apisonadoras y Hanh tuvo que empezar a trabajar de temporero o pescador de gambas, lo que apenas le aporta unos 150 euros mensuales.
La central de carbón aún no fue construida, pero las obras podrían comenzar muy pronto.
1,000 millones de euros
El Banco Japonés de Cooperación Internacional (JBIC, por sus siglas en inglés) aprobó el mes pasado un préstamo de más de 1.000 millones de euros para este proyecto.
Más allá de los desplazamientos de población, a los ecologistas les preocupan las especies de peces endémicas de la bahía y los arrecifes de coral.
Países de Asia como Vietnam, Malasia e Indonesia, menos sensibilizados con el impacto medioambiental de las centrales de carbón, son un eldorado para los inversores japoneses, surcoreanos y chinos que desean seguir desarrollando esta fuente de energía, más rentables que otras.
"Las empresas de estos países dependen cada vez más de mercados de exportación como Vietnam, que por desgracia emprenden la vía de una energía contaminante y en la que quedarán atascados durante décadas", lamenta Julien Vincent, de la oenegé Market Forces.
De momento, las fuentes de energía renovable representan alrededor del 1% de la producción de electricidad en Vietnam. La ambición del régimen es que sean un poco superiores al 2% para 2020.
Algunos vietnamitas intentan desarrollar campos eólicos. Ya existen algunos en funcionamiento no muy lejos de una de las mayores centrales de carbón del país, el complejo Vinh Tan, en la provincia de Binh Thuan (sudoeste).
"Tenemos que limpiar nuestras casas todas las mañanas y todas las noches debido a las partículas de carbón", lamenta Nguyen Tai Tien, uno de los habitantes de la zona.