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El sur de Texas no quiere ni oír hablar de un muro que les separe de México

Pese a que algunos alcaldes de la zona fronteriza del Valle del Río Grande se han alineado con conservadores, ninguno quiere oír hablar del muro que el aspirante republicano a la Casa Blanca Donald Trump propone construir, sino de más cooperación con México.
Pese a que algunos alcaldes de la zona fronteriza del Valle del Río Grande se han alineado con conservadores, ninguno quiere oír hablar del muro que el aspirante republicano a la Casa Blanca Donald Trump propone construir, sino de más cooperación con México. / EFE
Efe
31 de agosto 2015 - 21:33

Pese a que algunos alcaldes de la zona fronteriza del Valle del Río Grande se han alineado con conservadores, ninguno quiere oír hablar del muro que el aspirante republicano a la Casa Blanca Donald Trump propone construir, sino de más cooperación con México.

Cuando hace un mes el aspirante republicano Donald Trump viajó a la frontera de EE.UU. con México, el alcalde de Mission (Texas), Beto Salinas, fue tajante: "Que se vaya para Nueva York".

Salinas, alcalde de este pueblo fronterizo de 80.000 habitantes desde hace 17 años y que tiene una estatua de sí mismo a las puertas del consistorio, recibió con mejor talante la semana pasada al exgobernador de Florida Jeb Bush en su visita a McAllen.

"Necesitamos proteger a nuestros socios en el sur. Tenemos a mucha gente de México invirtiendo aquí y esa es la razón del éxito de Mission", explicaba Salinas tras reunirse con un candidato republicano con fuertes vínculos con México.

"Al menos los planes de Bush son realistas", señala en entrevista con Efe Jim Darling, el alcalde independiente de la fronteriza McAllen, que comenta que a los políticos republicanos les gusta hacerse la foto patrullando el río y a los demócratas visitando centros de detención de inmigrantes.

La idea de Trump de construir un muro a lo largo de la frontera entre Estados Unidos y México para prevenir la inmigración ilegal no parece recabar ni un apoyo en el Valle del Río Grande, donde la mayor parte de la actividad económica está vinculada a México.

Solo hay que cruzar por el puente internacional Hidalgo/Reynosa, uno de los seis de esta región y por donde a diario transitan más de 30.000 vehículos, y observar las empresas de logística para darse cuenta de que al Valle del Río Grande no le interesa intentar crecer de espaldas a México.

Las ciudades de la frontera quieren acabar con la inmigración ilegal por medio del desarrollo económico del corredor fronterizo a ambos lados del río Bravo y con políticas de visados sólidas, no con muros que ahogarían una de las regiones más pobres de Estados Unidos.

"No hay que ser muy listo para darse cuenta del gran potencial de más cooperación económica con México", explica Darling, que pone como ejemplo las "maquiladoras", centros de ensamblaje, propiedad de empresas de Estados Unidos, que han aprovechado la mano de obra barata para externalizar la producción al estado de Tamaulipas.

El Valle, como se conoce aquí la región fronteriza del sureste de Texas, ha experimentado una revolución económica y demográfica en pocos años, gracias al libre comercio con México y la inmigración, permitiendo que una zona con alta pobreza crezca por encima de la media nacional y del estado.

Según un estudio de la Reserva Federal de Dallas, los mexicanos gastan unos 4.500 millones de dólares anuales, en compras minoristas en el lado texano de la frontera, algo que se puede constatar con un paseo por "La Plaza Mall", un centro comercial donde se habla español casi en exclusiva y en cuyo estacionamiento las matrículas de estados mexicanos compiten en número con las de Texas.

Los datos del estudio de 2013 muestran la correlación directa que tiene el aumento de la producción de las "maquiladoras" mexicanas en la creación de empleo en el lado estadounidense y en el "boom" del sector servicios en la región.

"Nosotros somos los que estamos en la primera línea cuando hay desacuerdos", asegura Darling -que ha apoyado al gobernador republicano de Texas, Greg Abbott- en referencia a las divisiones en el Congreso estadounidense para aprobar una reforma migratoria o para coordinar políticas de desarrollo y seguridad con México.

Pero además de las oleadas de inmigración ilegal, que el año pasado pusieron a McAllen en el centro del debate, esta ciudad no tiene ningún interés en ver extenderse la inestabilidad que ha convertido al vecino Tamaulipas en el estado más peligroso de México, según el Departamento de Estado.

"Cuando se mueve el dinero que mueven los cárteles es fácil corromper a la gente, aquí en McAllen o en Austin (capital administrativa de Texas)", explica Darling, que asegura que la criminalidad se mantiene baja en la ciudad pese a que en ocasiones, algún "narco" acaba a tiros.

"Aquí vienen en busca de protección, para esconderse, pero cuando se tropiezan con otro (enemigo) es cuando no pueden contenerse", señala Darling.

Para Gilberto Hinojosa, presidente del Partido Demócrata de Texas y vecino de McAllen, propuestas como la del muro o deportar a los 11 millones de inmigrantes indocumentados que aportan su trabajo a la economía estadounidense están motivadas por puro "racismo".

"El primer afectado es Estados Unidos, aquí hay intercambios, comercio e inversiones; muchas compañías que se benefician (...) Además de eso, los inmigrantes indocumentados hacen trabajos que nadie quiere y sus hijos, totalmente integrados, nos representan por el mundo con orgullo", explica Hinojosa.

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