El inconsolable adiós de Molina en el boxeo
Sólo cuatro días después de pasear orgulloso y radiante por la pista de atletismo del flamante Estadio Olímpico en la ceremonia inaugural de los Juegos de Londres, Bayron Molina era la viva imagen del desespero y la tristeza entre los bastidores del Excel Arena, al este de la ciudad, bordeando el río Támesis. El boxeador hondureño, de 19 años y originario de la capital Tegucigalpa, acababa de ver roto su sueño de alcanzar la gloría olímpica para su país después de ser eliminado el martes en su debut por el indio Devendro Laishram. Tras alcanzar la cita londinense por medio de una invitación con un buen desempeño en el Preolímpico de Brasil, las esperanzas de medalla se quebraron por la vía rápida para Molina, quien no llegó al segundo asalto en el peso minimosca. Cuando quedaban 36 segundos para tocar la campana del final del primero asalto, el referí danés Lars Brovil paró el combate por nocáut técnico. Impotente durante los dos minutos y 24 segundos que duró el choque, Molina sufrió una ráfaga de golpes sin capacidad de respuesta, y las palabras tampoco le alcanzaron para comentar lo sucedido más tarde. Media hora larga después del combate y antes de subirse al autobús de vuelta a la Villa Olímpica, al apodado "Gatito" apenas se le apreciaba el color zarco de sus ojos, humedecidos como estaban de tanta lágrima. Rodeado del equipo cubano, recibió ánimos de Yosbany Veitia, quien también compitió en la sesión matinal, y su compañero Lázaro Alvarez, quien debuta el miércoles. "Está muy triste y le cuesta animarse, pero le dijimos que estar aquí ya es todo un logro y debe sentirse orgulloso. Eso no lo hace cualquiera", explicó Alvarez. "Es muy joven todavía y tiene futuro, pero eso ahora no lo ve". La escena venía a retratar el relativo desamparo del inexperto púgil, único boxeador de su país en los Juegos, dentro de una delegación que cuenta 27 atletas, la gran mayoría, de las selecciones de fútbol. Llegó a Londres con solo tres combates internacionales disputados y sólo un año bajo el paraguas del comité olímpico nacional, pero con la ambición propia de la juventud y esperanzas de dejar pronto de lado su trabajo en una pizzería. Tal era su bisoñés y la de su preparador, Giovani Hernández, que el entrenador de Nicaragua, Javier Medina, se sintió en necesidad de ofrecer improvisadamente sus servicios de cara al debut. Medina, quien también tutela al nicaragüense Osmar Bravo, lo entrenó un poco el lunes y, 24 horas después, se sentó en la esquina de Molina durante el breve combate. "El chico es muy joven y tiene mucha hambre. Está muy afectado pero tiene que levantar la cabeza y tirar adelante, porque cualidades, hay. Hoy también le tocó un rival muy duro", razonó Medina después que el hondureño alcanzara el vestuario sin levantar la vista del suelo. El presidente del Comité Olímpico de Honduras, Salvador Jiménez, opinó que "seguramente Bayron pagó el exceso de nervios. El miedo escénico afecta en una cita como esta. Es una experiencia dolorosa, pero él es un muchacho muy noble y debe seguir preparándose. Nosotros vamos a seguir apoyándole en todo lo que podamos". De origen humilde, Molina celebró con su familia su clasificación a los Juegos y no pudo reprimir la tentación de desfilar en la intimidad cuando le llegó el traje oficial. El viernes lo lució oficialmente en la inauguración. Una imagen distante para el inconsolable púgil sólo cuatro días más tarde.