Ancianos griegos hacen filas para cobrar pensiones
La crisis griega, que ya lleva cinco años, se agravó esta semana al no poder pagar 1.600 millones de euros al Fondo Monetario Internacional. El gobierno ha convocado a un referendo para el domingo sobre si debe aceptar el paquete de austeridad que exigen los acreedores a cambio de darle más ayuda.
Que nadie le hable de los años felices a Michaelis Kotaras. El pensionado de 78 años tuvo que salir el miércoles de madrugada a hacer dos largas filas frente al Banco Nacional de Grecia para tener el privilegio de retirar 120 euros (134 dólares), menos de la cuarta parte de su pensión mensual.
Salió con el dinero, pero sin la menor certeza de cuándo (o si) podrá cobrar el resto de su pensión, la cual se ha reducido una y otra vez desde que Grecia tomó una medida de austeridad detrás de otra. Puesto que carece de tarjeta bancaria, no puede acudir a los cajeros automáticos, la única fuente de dinero para la mayoría de los griegos desde que el gobierno impuso el control de capitales para prevenir una corrida bancaria.
"Estoy furioso", dijo el albañil retirado. "Antes de estos nuevos controles, mi esposa y yo podíamos vivir bien. Ahora temo por el dinero. Y Europa quiere reducir mi pensión aún más. Estoy seguro de que hemos muerto como país".
La furia cedió rápidamente al llanto, no por los problemas financieros, sino porque el almuerzo dominical con la familia, una tradición sacrosanta para los griegos, se ha convertido en peleas a los gritos con sus hijos sobre la política del gobierno izquierdista de Syriza.
La crisis griega, que ya lleva cinco años, se agravó esta semana al no poder pagar 1.600 millones de euros al Fondo Monetario Internacional. El gobierno ha convocado a un referendo para el domingo sobre si debe aceptar el paquete de austeridad que exigen los acreedores a cambio de darle más ayuda.
Los 2,6 millones de pensionados están entre los más afectados. Puesto que muchos de ellos, como Kotaras, carecen de tarjetas bancarias, los controles de capital y el cierre de los bancos los dejaron sin acceso a sus fondos, hasta que se decretó una reapertura parcial a partir del miércoles.
Esto los obligaba a hacer fila para obtener un número que les permitiera entrar al banco y ahí hacer una segunda fila. La policía vigilaba y los empleados de los bancos ayudaban a las personas con bastones o sillas de ruedas a entrar y salir.
Entonces se presentó otro obstáculo: horas antes de abrir, los bancos anunciaron que atenderían a los clientes por orden alfabético. Esto provocó mayor confusión en el millar de sucursales que abrieron, y a muchos pensionados se les dijo tras estar formados por horas que deberían regresar jueves o viernes.
A otros les dijeron que no habían depositado sus pensiones y que deberían regresar cuando eso sucediera.
Muchos de los que cobraron dijeron que lo hacían "por si acaso": una frase que refleja la sensación compartida de que la economía sigue en la montaña rusa.
"Nos tratan muy mal", dijo Georgios Petropoulos, de 71 años. "Soy un ciudadano. Trabajé durante 48 años. Quiero llevar mi pensión cuando se me dé la gana. Pero me dieron 120 euros y me dijeron que me darían otros 120 euros la semana que viene... tal vez".
Es la incertidumbre lo que enfurece a muchos pensionados que contaban con el pago mensual garantizado para pagar la renta, la comida y algunos placeres de la vida en los años de retiro.
Los acreedores exigen un mayor endurecimiento del otrora generoso sistema de pensiones que sigue siendo una enorme carga financiera a pesar de las reducciones aplicadas por gobiernos anteriores.
Muchos pensionados pagan apenas lo suficiente para que no les corten el suministro de electricidad, dijo Eleni Koussa, asistente odontológica retirada de 64 años. Aunque tiene tarjeta bancaria, lo cual le da mayor acceso a sus fondos, está preocupada.
Todas las mañanas, apenas despierta, va al cajero a retirar 60 euros, el máximo permitido. El dinero lo guarda en su apartamento en el suburbio de Agia Paraskevi.
"Como no sé qué pasará mañana, en lugar de ir al café con mis amigas voy al cajero", dijo. "Todos en las filas están furiosos".
Al agotarse los billetes de 20 euros en su cajero, en lugar de cobrar tres de 20 cada mañana solo le dan uno de 50.
Loukissa dijo que esperaba un retiro "sereno y hermoso", pero dice que ella y sus amistades están llenas de miedo.
"Estoy muy deprimida", dijo. "Normalmente soy una persona muy positiva y no me dejo vencer por el miedo. Trato de no tener contacto con gente más deprimida que yo. Trato de no mirar las noticias por TV porque solo transmiten que la catástrofe ha llegado y estamos acabados".