Ansiedad emocional: rasgos de personalidad que aumentan el riesgo

La consecuencia más frecuente es un ciclo constante de autoevaluación, culpa y sensación de insuficiencia, a pesar de los logros reales.

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El primer patrón identificado corresponde a quienes viven bajo estándares personales excesivamente altos / Canva IA

Esta condición dejó de ser un fenómeno aislado para convertirse en una problemática global que compromete la estabilidad emocional, las relaciones interpersonales y el desempeño diario.

Sin embargo, más allá del contexto, la psicología moderna subraya un punto clave: ciertos rasgos de personalidad pueden incrementar el riesgo de desarrollar síntomas ansiosos cuando no se gestionan de manera saludable.

Investigaciones y especialistas en salud mental destacan tres perfiles que suelen manifestarse con frecuencia en personas propensas a la ansiedad: la autoexigencia extrema, la tendencia a la complacencia excesiva y la inestabilidad emocional. Aunque estos rasgos aparecen en distintos grados y pueden coexistir con fortalezas, cuando se intensifican pueden convertirse en un caldo de cultivo para el malestar psicológico.

El primer patrón identificado corresponde a quienes viven bajo estándares personales excesivamente altos. La psicóloga española Ángela Fernández, en declaraciones para Vanitatis, lo sintetiza con claridad: estas personas “tienden a asumir demasiadas responsabilidades, muestran disciplina rigurosa y establecen estándares de perfeccionismo muy altos para sí mismas”.

Este perfeccionismo rígido no solo genera frustración, sino que reduce la capacidad de adaptación ante imprevistos. Según Fernández, esta actitud puede provocar “rigidez mental, dificultando la adaptación a los cambios”, lo que incrementa la vulnerabilidad emocional frente a desafíos cotidianos.

La consecuencia más frecuente es un ciclo constante de autoevaluación, culpa y sensación de insuficiencia, a pesar de los logros reales. La tarea emocional nunca parece suficiente, y el descanso se percibe como una pérdida de tiempo, profundizando la fatiga mental.

El segundo rasgo está asociado con quienes anteponen sistemáticamente las necesidades ajenas a las propias. Estas personas suelen tener dificultades para delimitar su espacio personal y decir “no” sin sentir culpa. Fernández resalta que este perfil “antepone constantemente las necesidades de otros a las propias y encuentra dificultades para establecer límites claros”.

Cuando la validación externa se convierte en brújula emocional, el agotamiento no tarda en llegar. El resultado suele ser una mezcla de cansancio, resentimiento silencioso y tensión interna constante. Lo que inicialmente nace del deseo de ayudar se transforma en una dinámica de sobrecarga y autocuidado insuficiente.

El tercer rasgo frecuente en personas con ansiedad es la alta sensibilidad emocional. En palabras de Fernández, quienes la presentan pueden reaccionar con intensidad incluso ante cambios menores, frustraciones cotidianas o estímulos simples como ruidos inesperados.

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Esta amplificación emocional puede desencadenar síntomas físicos como palpitaciones, sudoración o sensación de peligro, y dificultar la recuperación tras eventos estresantes. Lejos de ser un problema de “fuerza mental”, se trata de una vulnerabilidad emocional que requiere estrategias específicas de regulación.

Los especialistas coinciden en que trabajar estos perfiles no implica eliminarlos, sino modularlos para que funcionen como recursos y no como cargas.

  • Para la autoexigencia: practicar flexibilidad cognitiva, aceptar el error como parte del proceso y ajustar expectativas.
  • Para la complacencia excesiva: entrenar la asertividad, aprender a decir “no” y validar las propias necesidades.
  • Para la inestabilidad emocional: incorporar prácticas como respiración consciente, meditación y autocompasión.

Como subraya la psicóloga, hablarse con amabilidad y reconocer la imperfección propia y ajena fortalece la capacidad de tolerar la incertidumbre.

Detectar a tiempo estos patrones permite intervenir antes de que la ansiedad se intensifique. Espacios educativos, apoyo clínico y herramientas de autocuidado son fundamentales para desarrollar resiliencia emocional.

Lejos de ser un destino permanente, la ansiedad es manejable. La clave está en comprender que la personalidad no es un molde rígido, sino un proceso en constante transformación. Cultivar límites, compasión y flexibilidad no solo alivia el malestar, sino que fomenta relaciones más equilibradas, mayor bienestar y una vida emocional más plena.

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