El personaje blanco que Denzel Washington convirtió en leyenda

En una industria donde los papeles protagónicos suelen escribirse con un perfil predeterminado en mente, el actor se convirtió en una excepción histórica.

Denzel Washington / AFP

En 1993, el actor aceptó interpretar al abogado Joe Miller en Filadelfia, una película que se atrevía a retratar el VIH/SIDA y la homosexualidad con sensibilidad en una época marcada por la estigmatización. Lo que pocos sabían entonces era que ese papel nunca fue pensado para un hombre negro.

La cinta, dirigida por Jonathan Demme, sigue a Andrew Beckett (Tom Hanks), un abogado brillante que es despedido tras revelarse que es homosexual y tiene SIDA. Beckett busca representación legal en Joe Miller, un abogado que inicialmente se muestra reacio, pero que termina transformado por el caso y por la humanidad de su cliente. Lo que ocurrió detrás de cámaras fue casi tan revolucionario como la historia misma.

“No pensamos en un actor negro para el papel”, confesó Demme en una entrevista con Oregon Live. En su visión original, el director quería que Miller fuera un personaje que aliviara la tensión del drama con momentos de humor. Para eso, pensó en figuras cómicas de renombre: “En concreto, esperaba que Robin Williams o Bill Murray interpretaran a Joe Miller”.

Sin embargo, el destino intervino. Uno de los productores de Filadelfia compartió un vuelo con Denzel Washington. Le mostró el guion y el actor, intrigado, lo leyó durante el trayecto. A pesar del entusiasmo del equipo por su posible participación, Demme tenía dudas. Washington no era la “figura divertida” que había imaginado.

Fue durante una llamada posterior que Washington disipó cualquier inseguridad: “Bueno, resulta que soy muy, muy divertido”, afirmó con seguridad.

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El personaje, sin embargo, evolucionó. En lugar de ser un alivio cómico, Joe Miller se convirtió en el espejo de la transformación cultural que la película intentaba provocar. Un hombre que al principio carga con prejuicios homofóbicos, pero que termina comprendiendo, y defendiendo, a Beckett, reconociendo su dignidad más allá del miedo social.

En medio del proceso, surgió una pregunta inevitable: ¿era necesario reescribir el guion para adaptar al personaje a un actor afroamericano? Dame recuerda esa conversación con claridad: “Y yo le dije: ‘Bueno, Denzel, si tú interpretaras este papel, ¿crees que tendríamos que reescribirlo por ser de una raza distinta a la que se había previsto originalmente?’”

La respuesta fue contundente. Washington replicó: “¿En serio?”, a lo que Demme respondió tras reflexionar: “No, no lo creo”. “Yo tampoco”, zanjó Washington.

Una de las líneas más memorables del personaje reafirma la necesidad de llevar esa conversación al público: “Con el debido respeto, señoría, no vivimos en este tribunal, ¿verdad?”, responde Joe Miller tras ser confrontado por un juez que afirma que la justicia es ciega ante la raza u orientación sexual.

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El personaje, sin embargo, evolucionó. En lugar de ser un alivio cómico, Joe Miller se convirtió en el espejo de la transformación cultural que la película intentaba provocar. Un hombre que al principio carga con prejuicios homofóbicos, pero que termina comprendiendo, y defendiendo, a Beckett, reconociendo su dignidad más allá del miedo social.

En medio del proceso, surgió una pregunta inevitable: ¿era necesario reescribir el guion para adaptar al personaje a un actor afroamericano? Demme recuerda esa conversación con claridad: “Y yo le dije: ‘Bueno, Denzel, si tú interpretaras este papel, ¿crees que tendríamos que reescribirlo por ser de una raza distinta a la que se había previsto originalmente?’”

La respuesta fue contundente. Washington replicó: “¿En serio?”, a lo que Demme respondió tras reflexionar: “No, no lo creo”. “Yo tampoco”, zanjó Washington.

Una de las líneas más memorables del personaje reafirma la necesidad de llevar esa conversación al público: “Con el debido respeto, señoría, no vivimos en este tribunal, ¿verdad?”, responde Joe Miller tras ser confrontado por un juez que afirma que la justicia es ciega ante la raza u orientación sexual.

La interpretación de Washington no solo desafió la expectativa racial del personaje; se volvió una lección sobre humanidad, prejuicio y transformación. En palabras del actor: “Lo que pasa con la gran escritura… [Es que] tiene muchas capas. No es solo una cosa. Lo que ves… o lo que sientes… tiene que ver con tu propia vida. Los temas son universales”, declaró en una entrevista con Husam Sam Asi, durante la promoción de Fences.

Hoy, a sus 70 años, Denzel Washington acumula una carrera que pocos igualan: dos premios Oscar, tres Globos de Oro, un Tony y, recientemente, la Palma de Oro honoraria en el Festival de Cannes. Fue allí donde Spike Lee, su eterno aliado cinematográfico, le rindió homenaje: “Este es mi hermano, aquí mismo”, dijo Lee. Washington, visiblemente conmovido, respondió: “Esto es una sorpresa total para mí, así que estoy emocionado”.

Y aprovechó el momento para compartir una reflexión con la élite del cine: “Somos un grupo muy privilegiado en esta sala porque podemos hacer películas, llevar esmoquin y ropa bonita, vestirnos bien y además nos pagan por ello. Somos bendecidos sin medida. Yo estoy más que bendecido. Desde el fondo de mi corazón, les doy las gracias a todos”.

La historia de Filadelfia no es solo la de una película pionera. Es también la historia de cómo un actor, sin cambiar una sola línea, cambió la forma en que Hollywood escribe, y reescribe, su historia.

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