¡Sí, los cuervos guardan rencor! científicos dicen que pueden vengarse hasta 17 años después
Por insólito que parezca, un cuervo jamás olvida, sobre todo si le hicieron algo malo.
Un estudio liderado por el profesor John Marzluff, de la Universidad de Washington, reveló que estas aves negras no solo pueden recordar rostros humanos durante más de una década, sino también comunicar el peligro a otros miembros de su especie, creando una auténtica red social de advertencia.
“El creador soy yo… luego me dijo que él era el creador del personaje. Yo dije allí sí no”, dijo alguna vez Chespirito hablando de derechos. Pero con los cuervos, el concepto de “autoría del rencor” es literal: identifican con precisión a quien los ha dañado y lo marcan de por vida.
Todo comenzó en 2006, cuando Marzluff y su equipo capturaron siete cuervos usando una máscara con forma de ogro. Aunque las aves fueron liberadas minutos después, el daño estaba hecho: los cuervos no solo reconocieron esa máscara como una amenaza, sino que comenzaron a atacar a quien la usara, incluso muchos años después.
Durante siete años, los investigadores pasearon por el campus con esa misma careta, y la agresividad de las aves aumentó con el tiempo: más de la mitad de los cuervos comenzaron a “regañar” y atacar a la figura del ogro. La conclusión fue tajante: los cuervos guardan rencor de forma duradera y colectiva, y son capaces de enseñárselo a otras generaciones.
“Si realmente los haces enojar, pueden guardar rencor durante mucho tiempo”, explicó Christian Blum, científico cognitivo de la Universidad de Viena, quien replicó el experimento entre 2011 y 2015.
Blum y su equipo usaron una máscara para acercarse a una pajarera con cuervos mientras llevaban un ave muerta. En visitas posteriores, cambiaron la máscara, pero las aves solo reaccionaban de forma hostil a la original. Años más tarde, sin cuervo muerto de por medio, seguían recordando.
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Los ataques de cuervos no son un mito urbano, son parte de una dinámica compleja de coexistencia. En Vancouver, Canadá, su presencia es tan numerosa como estratégica. Angela Crampton, especialista ambiental del municipio, sostiene que los cuervos son parte esencial del ecosistema y que la política local es convivir con ellos sin podar árboles ni retirar nidos.
Pero para Rubén Jiménez, residente de la ciudad, la experiencia fue menos poética. “Se lanzaban sobre mí”, relató al New York Times. “Era tan grave que no podía dormir, siempre pensaba en ello”. Intentó todo: cintas reflectantes, búhos falsos, llamadas desesperadas a su padre… nada funcionó.
“En Canadá no se puede disparar a los pájaros negros”, le explicaba a su familia, mientras se preguntaba si tendría que mudarse para sobrevivir a los ataques. Y no está solo. La locutora de radio Jill Bennett también fue víctima del rencor aéreo sin provocación aparente. Su estrategia fue distinta: sobornar a los cuervos.
Comenzó a llevar maníes y croquetas en su bolso y, con el tiempo, los cuervos se convirtieron en su escolta personal. Cuando otro pájaro intentó atacarla, sus “amigos” salieron en defensa, demostrando no solo inteligencia, sino lealtad y memoria emocional.
Lo que Marzluff, Blum y otros científicos han confirmado es que los cuervos poseen una memoria social altamente desarrollada. Son capaces de asociar rostros humanos con eventos traumáticos, y lo más sorprendente es que comunican esa información entre sí, incluso sin haber presenciado el suceso.
En términos evolutivos, este comportamiento ofrece ventajas: reconocer a los peligrosos y alertar a los demás mejora la supervivencia del grupo. Pero en contextos urbanos, plantea preguntas sobre la interacción entre humanos y fauna salvaje.