La identidad de las molas de manos de mujeres gunas
Entre los bohíos de paja y caña brava, las mujeres indígenas de la etnia guna lucen sus atuendos mientras muestran su destreza y delicadeza para confeccionar "la mola", un textil artesanal que les fue enseñado por sus ancestros y que hoy se ha hecho eco en la cultura occidental.
Molas, palabra que en lengua guna significa "ropa", son piezas comúnmente cuadradas o rectangulares, cosidas a mano con varias telas de algodón sobrepuestas, que conjugan diseños y colores, y con las que elaboran principalmente blusas.
Es por eso que en las riberas del río Ipetí, perteneciente a la comarca Madugandí en Panamá, señoras de avanzada edad y jóvenes principiantes se congregan en "Onmáket nega" o casa del Congreso para debatir sus ideas e inquietudes de ese arte.
Cosiendo laboriosamente sus diseños, que van desde las historias mágicas y mitológicas de la cosmogénesis guna, a los zoomorfos y fitomorfos, las mujeres aplican con rapidez puntada tras puntada para completar su trabajo, que prontamente se convertirá en la pieza favorita de alguien.
Ataviada con una mola de arcoiris, la secretaria General de la Cultura Guna de Panamá, Migdalia Herrera explicó a Efe que para que la labor ancestral de coser continúe, es necesario que las mujeres jóvenes conozcan sobre los diseños que llevan puestos.
"Nuestra cultura debe pasar a las siguientes generaciones. Esa es la lucha que tenemos para que el pueblo guna no se pierda, (...) el día de mañana cualquiera que nos pregunte sobre el origen de la mola, vamos a poder contestarle con valor y espiritualidad el significado de la misma", señaló orgullosa la indígena de la comarca Guna Yala.
Herrera, que también es artesana, destacó que dependiendo del tamaño y complejidad de la mola, las cosedoras expertas pueden tardar de una semana a dos, y las que poseen menos experiencia pueden demorar en terminarlas un año.
Las artífices venden sus creaciones a precios que van desde los 5 hasta los 40 dólares, o más, en el caso de prendas especiales. Y esa entrada les sirve para poder sostener económicamente a sus familias.
Un ejemplo concreto de esa iniciativa es la Oficina de Caja Rural de Puntor X Gungalu de la comunidad de Ipetí, donde los turistas y colonos se acercan para comprar "dunued" o pañoletas, "saburret" o faldas, carteras y las famosas "wini", que son las piezas de chaquiras que usan en sus tobillos y manos.
Sin embargo, otro panorama se vislumbra para la indígena guna Ilda Caicedo, proveniente de la comunidad de Púcuru, en la provincia selvática de Darién, porque a pesar de los esfuerzos que realiza para comprar materiales, no hace prendas para vender debido a que en su región no hay suficiente apoyo para comercializar las molas.
La mujer que aprendió el oficio desde los 12 años de manos de su madre, alegó que su forma de vestir es diferente a la de otros poblados de la etnia, como Guna Yala.
"Los de Púcuru usamos molas del tiempo de nuestras abuelas, no son de colores, ni de pájaros, sino con motivos geométricos", dijo.
Sostuvo que las mujeres adultas de su pueblo ya no usan como antes las pañoletas en la cabeza, a diferencia de las de Guna Yala, ya que ellas prefieren llevar suelto el cabello largo.
Especificó que el uso solo de esta pieza es para las señoritas, pero que antes se deben mutilar el cabello para portarlas.
Caidedo señaló que pertenece a la directiva de molas de su pueblo para poder dejar sus conocimientos a las niñas y jóvenes que deseen aprender la confección artesanal.
Estas mujeres se apoyan de sus esposos e hijos, que no son ajenos al sentimiento de crear artesanía. Estos confeccionan sombreros, canastas y otros enseres de uso domestico a partir de las fibras de algunos árboles.
La población guna, que se encuentra asentada en su mayoría en Panamá en la provincia de Darién y el archipiélago de San Blas; y en Colombia en el golfo de Urabá, se reúne cada vez más para abordar temas con matices políticos y culturales como la protección de la propiedad intelectual de las molas, cuyo estilo ha sido reproducido comercialmente.