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La muerte del entrenador ruso, de tan solo 30 años, ha estremecido al mundo del fitness y encendido nuevamente las alarmas sobre los riesgos de los retos extremos que circulan en redes sociales.
El creador de contenido, reconocido por su disciplina y carisma, falleció mientras llevaba a cabo un experimento alimenticio que buscaba documentar públicamente: subir de peso a propósito para después mostrar cómo perderlo con su propio programa de entrenamiento.
Nuyanzin, originario de Oremburgo, emprendió un desafío radical que consistía en elevar su peso corporal por encima de los 100 kilogramos. Su estrategia, difundida en plataformas como Instagram, se centraba en un consumo diario de hasta 10.000 calorías, un nivel extremadamente superior al recomendado. En sus publicaciones mostraba sin filtros su rutina: bollería y pasteles en el desayuno; almuerzos que podían incluir “800 gramos de dumplings cubiertos de mayonesa”; patatas fritas como snacks; así como cenas de hamburguesas y dos pizzas pequeñas. Este régimen lo llevó a ganar casi 13 kilos en apenas un mes, llegando a superar los 100 kg a mediados de noviembre.
Según señaló Daily Mail, el objetivo del influencer era claro: demostrar los resultados de su propio método para perder peso y promocionar un curso que estaba a punto de lanzar. Además de mostrar su transformación, ofrecía incentivos económicos a sus seguidores. Nuyanzin invitaba a participar diciendo: “Mi curso de pérdida de peso empieza pronto, donde podrás ganar premios geniales y, lo más importante, construir un cuerpo hermoso, aprender a comer y divertirte. ¡Voy a bajar de peso con mis secuaces, así que esto será el doble de emocionante!”
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El creador prometía 100 dólares (aproximadamente $2,500 pesos mexicanos) a quienes pesaran más de 100 kg y lograran perder al menos el 10% de su peso antes de Año Nuevo utilizando su programa. Para él, sin embargo, la primera fase consistía en subir de peso de manera acelerada, sometiendo su organismo a un estrés continuo con tal de generar contenido “impactante”.
Pero los riesgos asociados a esta práctica pronto empezaron a manifestarse. Conforme avanzaban los días, Nuyanzin comenzó a reportar malestares físicos y una sensación general de agotamiento. Según medios rusos citados por Daily Mail, canceló su entrenamiento el día previo a su muerte y comentó que acudiría al médico. Esa misma noche decidió descansar, pero no volvió a despertar. El entrenador murió mientras dormía, víctima de un paro cardíaco. Para ese momento ya pesaba 105 kilos.
La tragedia llevó a que sus seguidores y amigos inundaran las redes con mensajes de conmoción. Uno de los textos más compartidos decía: “Estoy en shock. ¿Por qué Dios se lleva a las mejores personas?”
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Sus allegados lo describieron como un hombre dedicado, apasionado por el deporte y disciplinado en su vida profesional. Su trayectoria era destacada: se formó en la Escuela de Reserva Olímpica de Orenburg y en la Universidad Nacional de Fitness en San Petersburgo, además de haber trabajado durante una década como entrenador personal.
El caso de Nuyanzin ha reactivado el debate sobre los desafíos alimenticios extremos difundidos en redes sociales. Especialistas han advertido durante años que la rápida ganancia de peso, combinada con dietas hipercalóricas y ricas en grasas saturadas, puede provocar complicaciones graves. La Universidad de Brown recuerda que el sobrepeso obliga al corazón a trabajar de manera más intensa, aumentando la resistencia vascular y el esfuerzo cardiaco, un escenario que puede derivar en infartos o fallos cardíacos súbitos.
La muerte del joven entrenador es, para muchos, un ejemplo devastador del costo que puede tener convertir el cuerpo en un experimento viral. Aunque su intención era motivar a otros a transformar su vida, la presión por generar contenido cada vez más impactante terminó poniéndolo en una situación límite. Su historia es hoy un recordatorio urgente de los peligros de seguir o promover retos extremos que comprometen la salud.