El intestino: estudios confirman el impacto del 'segundo cerebro' en nuestra salud

La investigación argentina fue publciada en la revista Neurogastroenterology and Motility.

Persona enferma
Los resultados revelaron que los pacientes con SII-E presentaron síntomas menos graves y menor prevalencia de obesidad / IA - META

El estudio aporta evidencia científica sobre un fenómeno que la medicina clínica ya intuía: el intestino, conocido como el “segundo cerebro”, puede influir de manera directa en el desarrollo de síntomas que afectan a distintas partes del cuerpo y no se limitan al sistema digestivo.

El trabajo, liderado por el doctor Facundo Pereyra y en el que participó el doctor Luis Bustos Fernández, analizó la prevalencia de manifestaciones extradigestivas en 4.862 pacientes diagnosticados con Síndrome de Intestino Irritable (SII). Los resultados fueron contundentes: más del 70% de los pacientes presentaron síntomas no digestivos, entre ellos dolor articular, dolores de cabeza, hormigueos en extremidades, dermatitis atópica y signos de depresión.

“Este es el primer gran trabajo científico que describe las manifestaciones extradigestivas asociadas al Síndrome de Intestino Irritable (SII), un aspecto que aún no está tratado en profundidad por la comunidad médica”, explicó Pereyra en diálogo con Infobae.

La investigación refuerza un nuevo paradigma médico: el equilibrio o la alteración de la microbiota intestinal, el conjunto de microorganismos que habitan el intestino, está estrechamente relacionado con el sistema nervioso y la respuesta inmunológica. “El paciente que tiene síntomas digestivos y extradigestivos asociados es una persona que presenta una activación del sistema inmunológico y digestivo, lo que genera malestar general y enfermedades”, señaló Pereyra, subrayando que el tratamiento debe orientarse a “aplacar la respuesta inmunológica”.

Esta visión está alineada con la medicina funcional, un enfoque que, según Pereyra, “abre esperanzas de tratamiento” para personas con una lista amplia de afecciones inicialmente consideradas no digestivas, como ansiedad, depresión, migraña, fatiga, infertilidad, problemas autoinmunes, articulares y cutáneos. “Entender el intestino como un órgano que puede enfermar al resto del cuerpo es el primer paso de un nuevo enfoque. Ya lo dijo Hipócrates hace más de 2500 años: ‘Toda enfermedad empieza en el intestino’”, afirmó.

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Por su parte, Bustos Fernández enfatizó: “La sintomatología de tipo intestino irritable se acompaña de una gran cantidad de síntomas extra digestivos, que no deben ser tratados de forma individual, sino que se debe plantear un tratamiento más integrador y generalizado”.

El estudio clasificó a los pacientes según los criterios de Roma IV en tres subtipos: SII-D (predominio de diarrea), SII-E (estreñimiento) y SII-M (hábitos intestinales mixtos). Los resultados revelaron que los pacientes con SII-E presentaron síntomas menos graves y menor prevalencia de obesidad. En cambio, los de SII-D tuvieron mayor incidencia de intolerancias alimentarias, antecedentes de colecistectomía e incontinencia fecal.

El grupo con SII-M fue el más afectado: registró la mayor prevalencia de síntomas extradigestivos, con más casos de artralgias, dolores de cabeza, hormigueos, dermatitis atópica y depresión.

Sobre las razones detrás de esta alta prevalencia de síntomas sistémicos, Pereyra indicó tres hipótesis principales:

  1. Alteraciones en la permeabilidad intestinal, que permiten el paso de toxinas y partículas de alimentos mal digeridos, activando el sistema inmune.
  2. Activación del eje cerebro-intestinal, generando la liberación de neurotransmisores que afectan el sistema nervioso central.
  3. Intolerancias alimentarias derivadas de fenómenos inmunológicos, con impacto a distancia en distintos órganos.

Bustos Fernández agregó que el estado de salud depende del equilibrio inflamatorio del organismo y que “la principal puerta de estos marcadores inflamatorios en el organismo es el tubo digestivo, a través de su relación con la microbiota intestinal”. Una microbiota alterada puede desencadenar procesos proinflamatorios, mientras que una equilibrada actúa como un factor protector.

Entre las estrategias recomendadas, Pereyra propone iniciar con un programa de descanso digestivo o “reseteo intestinal”, que consiste en una dieta de eliminación sin trigo, lácteos, azúcar ni FODMAP durante siete días. El objetivo: permitir la recuperación de la mucosa intestinal y reducir la carga inflamatoria. “Al poner a reposar el intestino, revertimos todos estos mecanismos posibles”, explicó.

Bustos coincidió en que la clave es “buscar una modulación correcta de la microbiota intestinal” mediante dieta, probióticos, prebióticos o, en algunos casos, tratamiento antibiótico.

Uno de los aspectos más innovadores de la investigación fue el uso de una aplicación móvil que permitió a los pacientes registrar sus síntomas en tiempo real. “El cuestionario fue administrado al inicio y al final del programa para evaluar la evolución de cada paciente”, detalló Pereyra.

Este método aportó información precisa sobre la vida cotidiana de los pacientes y su relación con el SII, permitiendo avanzar hacia un tratamiento más personalizado. Los autores destacan que la colaboración entre especialistas en estadística, gastroenterología y epidemiología fue esencial para interpretar los datos.

El estudio “Prevalencia de síntomas extraintestinales según subtipo de síndrome del intestino irritable” contó con la participación de Facundo Pereyra, Luis María Bustos Fernández, Francisco Schlottman, Rafael Zamora, Agustina Marconi, Leandro Steinberg y Lisandro Pereyra. Sus conclusiones reafirman que entender al intestino como un eje central en la salud podría transformar la manera en que se diagnostican y tratan múltiples enfermedades.

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