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Las reglas, tradiciones y símbolos que definieron su origen, marcados por una visión rígida y limitada de la belleza femenina, han sido reemplazados por un enfoque más inclusivo, diverso y culturalmente consciente. El certamen, creado tras la polémica de Yolanda Betbeze en Miss América 1951, quien se negó a posar en traje de baño, ha recorrido un largo camino desde entonces.
La primera edición de Miss Universo se celebró en 1952 con apenas 30 concursantes. Armi Kuusela, de Finlandia, se convirtió en la primera mujer en portar una corona que representaba estrictos estándares de imagen. Las normas iniciales excluían a mujeres casadas, a madres y a cualquier participante fuera del rango de 17 a 24 años. Durante décadas, esta franja marcó la pauta del certamen y se replicó también en concursos nacionales como Miss USA.
Con el paso del tiempo, esa visión comenzó a desmoronarse. Primero, la edad máxima aumentó a 27 años y, posteriormente, en 2024, la organización eliminó por completo el límite, permitiendo que mujeres de cualquier edad aspiren al título. Esta decisión abrió la puerta a perfiles más diversos y a candidatas que transitan distintas etapas de su vida personal y profesional, demostrando que la belleza no está sujeta a un número.
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Una de las reformas más significativas llegó en 2023. Por primera vez en la historia, Miss Universo permitió competir a mujeres casadas, divorciadas o que fueran madres, rompiendo un paradigma que muchos consideraban obsoleto. También se eliminó la exigencia de un peso específico, una regla que había generado críticas durante años por reforzar estándares físicos excluyentes. Gracias a estas modificaciones, el escenario del certamen dio paso a participantes como Luana Cavalcante (Brasil) y Elena Hidalgo (Costa Rica), quienes representaron modelos de vida más reales y diversos.
Los rituales también han atravesado su propia evolución. En las primeras décadas, la coronación incluía elementos de estética monárquica como un manto real y un cetro. Anne Marie Pohtamo, de Finlandia, fue la última Miss Universo en sostener el cetro, en 1975. Hoy, la ceremonia se decanta por un estilo más moderno y sobrio, acorde con una audiencia global que prioriza la autenticidad por encima de la pompa.
Otra tradición eliminada fue el “juramento solemne”, instaurado en 1960. Cada nueva Miss Universo debía leer un compromiso público de promover la paz y la comprensión global. Aunque el juramento desapareció en 1990, sus valores siguen presentes en las actividades diplomáticas que las ganadoras realizan alrededor del mundo.
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La duración del certamen también se transformó. Lo que antes abarcaba varias semanas de competencia ahora se concentra en apenas siete días. El segmento de talento, una de las pruebas más reconocidas en otros concursos, desapareció por completo. Asimismo, los premios cambiaron con los tiempos: los abrigos de piel dejaron de entregarse cuando el presentador Bob Barker renunció en 1987 por desacuerdos éticos relacionados con el uso de pieles.
La inclusión se abrió aún más en 2012, cuando una demanda obligó a Miss Universo a permitir la participación de mujeres transgénero. En 2018, Ángela Ponce hizo historia como la primera concursante transgénero en competir en la etapa internacional. Un año después, Swe Zin Htet, de Birmania, se declaró públicamente lesbiana antes de su participación, afirmando: “Tengo esa plataforma que, si digo que soy lesbiana, tendrá un gran impacto en la comunidad LGBTQ en Birmania”.
Desde los años noventa, la valoración de las concursantes dejó de centrarse exclusivamente en la apariencia física. Se privilegiaron habilidades de comunicación, liderazgo y proyectos sociales. Un exmiembro del jurado lo resumió claramente: “Belleza, belleza, belleza. Es todo sobre belleza. Pero lean sus biografías, todas son inteligentes también”.
La diversidad cultural también cobró protagonismo. En 2019, Zozibini Tunzi, de Sudáfrica, rompió casi una década sin una ganadora negra. Su mensaje conmovió al público: “Crecí en un mundo donde una mujer que luce como yo, con mi tono de piel y mi tipo de cabello, nunca era vista como bella. Creo que es hora de que eso termine hoy”.
Finalmente, los cambios en la administración del certamen, que pasó a manos de Donald Trump en 1996, y luego a otros propietarios, influyeron en su alcance mediático y estructura interna. Para 2022, Miss Universo reunió a 84 países en Nueva Orleans, consolidándose como un espectáculo global que, lejos de su origen restrictivo, hoy celebra la diversidad en todas sus formas.