El colapso sin remedio de los Medias Rojas
"Si me hubiesen dicho en agosto que esto iba a pasar en septiembre, me hubiese echado a reír de ustedes". El autor de la frase es David Ortiz, un pilar de los Medias Rojas de Boston desde 2003. Como propios y extraños, está desorientado ante la magnitud de la debacle de su equipo. "Es una locura. Nunca había visto algo así desde que estoy aquí ... Son nueve años. Nunca habíamos colapsado así tan feo. Créanme, hemos pasado por cosas malas. Pero esto es terrible. De nada sirve lo que hacemos, las cosas salen mal. Esto es deprimente". La crisis que atenaza a los Medias Rojas, que al voltear la página del calendario a septiembre lideraban su división y hasta aspiraban a ganar a 100 juegos, es total. Más allá de lesiones inoportunas, la crisis es una de identidad, que ha minado la confianza en sus cimientos en el peor momento del año, la recta final de la temporada. Tras perder el miércoles 6-4 ante los Orioles, un juego en el que estuvo ganando 4-1 después del quinto inning, Boston ha perdido 14 de sus últimos 18 juegos. Increíblemente, pese a la caída, Boston incrementó medio juego su ventaja por el wild card de la Liga Americana —quedó en dos juegos y medio— gracias al "favor" de sus acérrimos rivales Yanquis de Nueva York en virtud de barrer en una doble cartelera a los Rays de Tampa Bay. Nueva York celebró en el Yankee Stadium con champaña su 12do título de división en las últimas 16 temporadas. Más el norte, en el Fenway Park, las caras largas y voces entrecortadas reflejaban la sombría situación de los Medias Rojas. Parece mentira, pero el 3 de septiembre parece que sucedió hace una eternidad en Boston. Entonces, superaban por nueve juegos a los Rays por el wild card. Ahora, no sólo se tienen que cuidar las espaldas de la arremetida de Tampa Bay, sino la de los Angelinos de Los Angeles, también situados a dos juegos y medio. Los Medias Rojas se tendrán que apretar bien fuerte los pantalones en los seis partidos que le quedan, todos fuera de casa. Quizás sea lo mejor irse de su ciudad: el abucheo que recibieron el miércoles fue tremendo. Para salvar la temporada, los Medias Rojas tendrán que ir al Yankee Stadium para una serie de tres partidos y luego tras más a la casa de los Orioles de Baltimore, que están disfrutando con su papel de aguafiestas. A Tampa Bay le quedan siete juegos. Cuatro son contra los Yanquis y tres frente a Toronto. Los seis últimos serán en su estadio techado en Florida. Los Angelinos afrontan siete juegos, uno de visita en Toronto y sendas tandas de tres como locales ante Oakland y Texas. Las sensaciones que emanan los Medias Rojas no son positivas. Pese a seguir controlando su destino, el trajín diario denota a un conjunto con el ánimo por los suelos, uno que sabe que irremediablemente está condenado al fracaso. Pasarían a la historia como el equipo que dilapida la mayor ventaja en el último mes en la lucha por un puesto en la postemporada. Curt Schilling, un ícono como Ortiz del equipo campeón de la Serie Mundial de 2004, el que remontó una desventaja de 3-0 ante los Yanquis en la serie de campeonato, salió esta semana a hablar por radio y consideró que la edición 2011 ya no tiene remedio. "No creo que podrán hacerlo", dijo Schilling. "No tienen brazos suficientes. Espero que puedan. Es lo que quiero, pero se ha dado un vuelco enorme del impulso y ahora mismo veo ganando a Tampa". La respuesta de Terry Francona, el manager de 2004 y el actual, fue brusca: "Me importa un (frase subida de tono)". Pero la verdad es que Ortiz tiene razón cuando dice que todo está saliendo al revés. —El abridor Erik Bedard permitió cuatro carreras en dos entradas y dos tercios en una derrota 7-5 el martes ante Baltimore. Horas antes del juego, recibió una notificación sobre una querella que le exige pagar más dinero como manutención a su hijo. El encargado de entregarle la notificación fue a visitarle con una camiseta de su club favorito, los Yanquis. —En ese partido, el cerrador Jonathan Papelpon no pudo preservar una ventaja 5-4 con dos outs en el octavo inning. —No pueden darse el lujo de perder cuando lanzan Josh Beckett y Jon Lester, los únicos abridores con garantías que les quedan. Pero eso fue lo que ocurrió el miércoles con Beckett ante Baltimore. De ser uno de sus puntos fuertes, el pitcheo ha cargado con la mayor parte de la culpa del desastre de septiembre. Su efectividad de 4.15 les coloca en el puesto 21 entre 30 equipos. Nadie personifica los problemas más que John Lackey, quien en su segunda campaña de un contrato de 82 millones de dólares exhibe un mediocre promedio de carreras limpias admitidas de 5.08. Lackey, el novato Kyle Weiland (7.99 PCL) y Tim Wakefield (5.08), un impredecible nudillero de 45 años, son los completan la rotación abridora, luego de las bajas de Clay Buchholz y Daisuke Matsuzaka. Con tono desesperado, Ortiz clamó esta semana que el relevista mexicano Alfredo Aceves reciba la oportunidad de abrir. La dificultad es que sacarlo del bullpen crearía otras dificultades. Si Boston se mantiene a flote es gracias a su ofensiva, que encabeza las mayores en carreras anotadas (851) e hits conectados (1.537) y ocupa el segundo lugar en promedio colectivo (.280) y jonrones (194). ¿Sobrevivirán o se acabarán de hundir? "Creo que esa respuesta la podré dar el próximo miércoles", dijo Francona, refiriéndose al último día de la temporada. "Ahora no estoy de buen humor. Acabamos de peder un juego. Hemos perdidos muchos juegos. Vamos a tener que pelear con todo lo que tenemos en lo que resta".