Sentimientos encontrados entre los atletas por unos posibles Juegos Olímpicos sin público
Para los debutantes, las pruebas "pueden resultar más fáciles"
A pocos días de que se conozca la decisión de si celebrar los Juegos de Tokio (del 23 de julio al 8 de agosto) con o sin público, los atletas se mentalizan para competir con las gradas vacías, divididos entre la decepción y el alivio por tener menos presión del ambiente.
Competir sin público parece ser la mejor solución para poder celebrar el mayor evento deportivo del mundo sin arriesgarse a provocar contagios masivos o un nuevo aplazamiento (como pasó en 2020).
"Lo único que tengo en mente es ganar los Juegos y cumplir mi sueño. Fuera del ring, el ambiente es secundario", explicaba a la AFP la boxeadora india Mary Kom (conocida como "Mary la Magnífica"), seis veces campeona del mundo y medalla de bronce en Londres 2012.
Para los aspirantes a las medallas olímpicas, la decisión que se conocerá a finales de marzo sobre permitir o no la entrada de espectadores extranjeros, pesa menos que el deseo de competir en Japón.
"Durante el invierno se ha visto que la presencia de público no es tan relevante para los resultados deportivos", valoró el veterano saltador de pértiga francés Renaud Lavillenie, medalla de oro en Londres y de plata en Río 2016. "Si pones a diez personas en la línea de salida, todos quieren ganar".
- "Abrazar a mis padres" -
Extrovertido por naturaleza, adorado por los espectadores, su compatriota Kevin Mayer, plata en el decatlón en Brasil, está convencido de que "disfrutará" de los Juegos con público o sin él.
"Será menos espectacular, pero iremos con o sin público", relativizó el recordman francés.
La experiencia olímpica será igual de desconcertante: con celebraciones en solitario y una estancia más breve, y "a distancia", en la villa olímpica, lejos del bullicio de otros años.
"Cada vez que me imagino la última vuelta de los Juegos, me veo corriendo hacia las tribunas y abrazando a mis padres", cuenta a la AFP Craig Engels, campeón estadounidense de los 1.500 metros.
Una ilusión que comparte la también estadounidense Brittany Brown, subcampeona del mundo de 200 metros en 2019, y cuyo hermano ya había conseguido un "pasaporte válido" para viajar: "desmoraliza un poco saber que tu familia y amigos no podrán estar ahí", asegura.
Sin embargo, para Brown, "motiva ver que los organizadores toman las precauciones necesarias (...) Estás feliz porque lo que cuenta primero es la seguridad, pero también decepcionada porque piensas: +Maldita sea, quería compartir este momento+".
- Menos presión -
Con la ausencia de los espectadores extranjeros casi asegurada, según los medios japoneses, las dudas se ciernen sobre la presencia de público en general, una decisión que se conocerá en abril o mayo.
"Tengo la esperanza de que dejen al menos un mínimo de espectadores, aunque sea para aplaudir un poco", dijo a principios de marzo el saltador de altura italiano Gianmarco Tamberi, recientemente coronado como subcampeón de Europa en pista cubierta.
Pero más allá de las estrellas, acostumbradas a las aclamaciones y los gritos, la mayor parte de los 11.000 participantes de cada edición de los Juegos se enfrentan ya a un ambiente muy diferente.
"La mayoría competimos con muy poco público", recordaba hace poco para el Sydney Daily Telegraph, Browen Knox, leyenda australiana del waterpolo y medallista de bronce en Pekín 2008 y en Londres 2012.
Para los debutantes, las pruebas "pueden resultar más fáciles, porque se parecerán a sus rutinas de los campeonatos nacionales e internacionales", afirmó en la cadena ABC, Bill Tait, entrenador del Institute of Sport del Estado de Victoria (sureste de Australia).
El luchador colombiano Carlos Izquierdo, de 23 años, se alegra de que "los lugares de competición de Tokio no estén llenos", porque suele entrenarse "con poca gente alrededor".
Durante los Juegos de Río, "apenas tenía 18 años, era un niño. Y ver a tanta gente, con las cámaras y todo eso, me impresionó y me sacó un poco de la competición", recuerda Izquierdo.