Ecuador reclama un espacio en el mapa de la industria turística mundial
Ecuador ha comenzado a demandar un más que legítimo espacio en el mapa de la industria turística mundial con nuevas estrategias que en el último año han potenciado la conectividad y apelado al visitante a conocer sus "cuatro mundos".
Después de años sin una estrategia eficiente que expusiera al mundo su verdadero potencial, la nueva ministra, Rosi Prado, aseguró que la intención de su país es convertir el sector en un motor de desarrollo y en la principal fuente de ingreso de divisas.
"El turismo es la base que el presidente Lenín Moreno quiere, porque es una persona vinculada al turismo (fue empresario del sector) y quiere que este vuelva a ser el número uno en ingreso de divisas y en este momento estamos en el tercer lugar", indicó.
En una entrevista con Efe en su oficina, con una imponente vista a sus espaldas del casco antiguo de Quito, declarado Patrimonio de la Humanidad en 1978, Prado insiste en el aún desperdiciado potencial de su país, que está "al mismo nivel que hace 10 años".
"Es un problema crónico a lo largo de la historia. En el período anterior se gastó muchísimo dinero en promoción y no vemos los resultados. No es el dinero, o lo que se gaste en la inversión turística, sino que simple y llanamente todavía no llegamos a que el mundo nos conozca", puntualizó.
"Estamos al 50 por ciento de la capacidad así que necesitamos que el crecimiento sea muchísimo más grande y eso es a lo que estamos apuntando", precisó al informar que el año pasado ingresaron al país un 11 % más de turistas.
Ecuador vio en 2018 el ingreso por sus fronteras de 2,4 millones de extranjeros, aunque de ellos 900,000 eran realmente migrantes venezolanos, y casi otro medio millón provenían de Colombia y Perú, una cifra de la que es difícil separar al turista genuino del microcomerciante que a veces permanece menos de un día.
El turismo que recibe Ecuador es en estos momentos uno de gran calidad, con una permanencia de al menos 10 días y un gasto personal que llega en el caso de los turistas estadounidenses, un total de 351,000, a 1,459 dólares.
Detrás de este interés están las islas Galápagos -su joya de la corona pero con acceso restringido a 200,000 anuales por razones ambientales- así como las visitas de familiares a jubilados estadounidenses que residen en Ecuador (los hay por miles) y las de la diáspora ecuatoriana que entra con pasaporte estadounidense.
Con más de 2,4 millones de migrantes, el "turismo patrio" se perfila como una auténtica oportunidad para Ecuador, aunque Prado, con una larga carrera en el sector, es mucho más ambiciosa.
"Estamos en ese proceso de volvernos de moda, queremos que el mundo sepa que aquí tenemos muchas cosas maravillosas que enseñar, que tenemos un país muy lindo e inclusivo y estamos listos para recibir al turista", asegura a Efe.
Dentro de su estrategia están "los cuatro mundos" de Ecuador: Galápagos, Costa, Sierra y Amazonía.
"Estamos consiguiendo que la gente empiece a pensar cómo en un país tan pequeñito como el nuestro se puede (el mismo día) desayunar en la costa, almorzar en las montañas y tener una cena especial en la Amazonía", explica.
Una experiencia variada y enriquecedora que la titular de Turismo presentó en enero en la FITUR de Madrid, una ciudad que considera "hub importantísimo" para el desarrollo del sector ecuatoriano.
"Es el punto de conexión de toda Europa", destaca sobre esta apuesta española de Ecuador, que en solo un año ha supuesto un incremento del 75 % en el número de visitantes: de 58,720 en 2017 a 103,008 en 2018.
La clave, dice, ha estado en el fuerte ímpetu que se ha dado a la connectividad aérea, con la entrada de nuevas compañías este último año tanto con Madrid como con otras capitales del mundo.
La española Air Europa, la brasileña Gol y la venezolana Laser son algunas de las que ya tienen vuelos a Ecuador, y este año se espera la incorporación de Plus Ultra, Air France y Peruvian.
Ecuador también busca diversificar su oferta hotelera, hasta ahora sobre todo en manos de cadenas estadounidenses, y atraer a inversores de otros países.
Para todo ello, apunta Prado, el Gobierno tiene que pasar una nueva Ley de Turismo, porque la de 2002 ya no responde a las nuevas necesidades del mercado: "Tenemos que ponernos al día y actualizarnos. No nos ayuda para la inversión turística".
Otro de los obstáculos es el impuesto a la salida de capitales, que representa para el inversor extranjero una pérdida de rentabilidad del 5 por ciento a la hora de repatriar capital.