El Padrino | La verdad del gato en la escena más icónica de Vito Corleone

El Padrino

La historia detrás de esta toma revela cómo la improvisación puede superar cualquier guion.

Objetos de la película El Padrino
Objetos de la película El Padrino / AFP

Una decisión impulsiva, un gato callejero y un Marlon Brando en estado de gracia fueron suficientes para crear uno de los momentos más memorables de El Padrino, y del séptimo arte.

En el universo del cine, donde cada detalle suele estar milimétricamente planeado, hay instantes que escapan al control y terminan convirtiéndose en leyenda. Así ocurrió con una de las escenas más icónicas de El Padrino (1972), la obra maestra de Francis Ford Coppola. En ella, Vito Corleone, interpretado por un imponente Marlon Brando, acaricia un gato mientras impone su autoridad con voz baja pero firme. Lo que muchos desconocen es que ese gato no estaba en el guion, ni en los ensayos, ni en los planes de producción. Era un callejero que simplemente pasaba por ahí.

“El gato en las manos de Marlon no estaba planeado. Lo vi corriendo alrededor del estudio, lo cogí y se lo puse en las manos sin decir una palabra”, confesó Francis Ford Coppola, décadas después, al recordar aquel momento decisivo. Lo que surgió como un acto espontáneo durante una jornada tensa de rodaje terminó dotando a la escena de una carga simbólica inesperada: el líder mafioso más temido de Nueva York mostraba ternura hacia un animal indefenso, mientras dictaba justicia con total frialdad.

La escena en cuestión muestra a Corleone escuchando a Bonasera, un funerario que acude a él en busca de venganza por el ultraje a su hija. La atmósfera es densa, silenciosa, dominada por la figura de Brando… y por el ronroneo del gato.

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Aunque la presencia del animal parezca natural, casi mágica, supuso un verdadero reto técnico para el equipo. El gato, completamente cómodo en el regazo del actor, comenzó a ronronear con fuerza durante la toma, generando un ruido persistente que se coló en el audio original. Como resultado, muchas de las líneas de Brando debieron ser regrabadas posteriormente en estudio.

Ese pequeño imprevisto no impidió que la escena se convirtiera en una de las más recordadas de la historia del cine. Muy por el contrario, el contraste entre la suavidad del animal y la dureza del diálogo amplificó la complejidad emocional del personaje: Vito Corleone no era simplemente un criminal despiadado; también era un padre, un jefe meticuloso, un hombre capaz de ternura… y de castigo implacable.

Que esa escena haya quedado para la historia es casi un milagro, considerando el caos que rodeó a la producción de El Padrino. Coppola no fue la primera opción del estudio y, de hecho, había rechazado el proyecto inicialmente. La novela de Mario Puzo le parecía sensacionalista y poco digna de su estilo cinematográfico. Sin embargo, las deudas acumuladas, incluyendo cerca de 40.000 dólares que debía a Warner por los sobrecostos de THX 1138, lo obligaron a aceptar la dirección.

Durante el rodaje, Coppola enfrentó conflictos con los productores, quienes dudaban del elenco propuesto (especialmente de Brando) y del enfoque visual oscuro que el director quería imprimir. El ambiente era de presión constante, y la improvisación rara vez era bien recibida. Por eso resulta aún más asombroso que la escena con el gato no solo sobreviviera al corte final, sino que se volviera un símbolo visual de toda la saga.

El impacto de esa pequeña criatura fue tal que, con el tiempo, su presencia ha sido analizada desde múltiples perspectivas. Algunos críticos han interpretado al gato como un símbolo del doble rostro del poder: capaz de acariciar con dulzura y atacar sin avisar. Otros lo ven como una expresión de control absoluto: ni siquiera un animal impredecible podía perturbar la compostura de Corleone.

Francis Ford Coppola, por su parte, siempre recordó el momento con cariño: “El gato representaba no solo la magia del cine, sino también la libertad de crear y la imprevisibilidad del arte”. Una lección que quedó grabada para siempre en celuloide.

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