Jean-Claude Van Damm, el héroe de acción que resurgió tras tocar fondo por adicciones

Jean-Claude Van Damm

Durante la cúspide de su fama en los años 90, el actor era sinónimo de éxito en Hollywood.

Jean-Claude Van Damme
Jean-Claude Van Damme / AFP

Detrás de los grandes taquillazos como Street Fighter y Timecop (Policía en el Tiempo), se gestaba una caída estrepitosa alimentada por adicciones, malas decisiones y un trastorno bipolar no tratado. Después de trece años en la sombra, el actor belga consiguió renacer con una película que nadie esperaba: JCVD.

Un reportaje de The Guardian detalla cómo Jean Claude Van Damme, tras lograr que Street Fighter recaudara 100 millones de dólares y consolidar su estatus de estrella con Timecop, cometió uno de los mayores errores de su carrera. Confiado en su popularidad, rechazó una oferta de tres películas a 12 millones de dólares cada una, exigiendo 20 millones, una cifra similar a la que recibía Jim Carrey en esa época. “Yo quería jugar con el sistema. Como un idiota. Ridículo. Estaba en la lista negra. Eso era todo”, reconoció años después Van Damme a The Guardian.

A raíz de su negativa, Hollywood lo castigó: su nombre fue prácticamente borrado de los grandes estudios. Durante más de una década, se vio relegado a producciones de bajo presupuesto, muchas de ellas dirigidas por el cineasta hongkonés Ringo Lam, destinadas directamente al mercado doméstico. Este periodo coincidió también con el deterioro de su vida personal, marcada por adicciones y comportamiento errático.

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El declive de Van Damme fue acelerado por su creciente adicción a las drogas, en especial durante el rodaje de Street Fighter. Según Steven E. de Souza, director del filme, “Van Damme iba drogado hasta la médula”. Para intentar controlar la situación, el estudio llegó a contratar un cuidador que, irónicamente, empeoró aún más las cosas. “Jean-Claude llamó tantas veces para decir que estaba enfermo que tuve que seguir mirando el guion para encontrar algo más que filmar”, relató De Souza al medio británico.

A sus problemas de adicción se sumó un diagnóstico tardío de trastorno bipolar, una condición que, de acuerdo a The Guardian, no recibió tratamiento adecuado en su momento. Aunque Van Damme ingresó a rehabilitación en varias ocasiones, abandonó los programas de manera abrupta, dejando su recuperación inconclusa. Durante esta época sombría, su nombre aparecía más en tabloides por arrestos por conducir ebrio y altercados con paparazzi que por proyectos cinematográficos.

El punto de inflexión llegó en 2008 con el estreno de JCVD, una propuesta radicalmente distinta que sorprendió tanto a la crítica como al público. Dirigida por Mabrouk El Mechri, la película presenta a Van Damme interpretándose a sí mismo como una estrella caída, arruinada emocional y financieramente. La vulnerabilidad mostrada en pantalla reveló a un actor con capacidades dramáticas hasta entonces desconocidas.

JCVD no solo revitalizó la carrera de Van Damme; también le ganó respeto como intérprete serio. Si bien el actor no volvió a protagonizar dramas de esa intensidad, su participación posterior en sagas como Los Mercenarios, junto a leyendas del cine de acción como Sylvester Stallone y Arnold Schwarzenegger, permitió su regreso a las grandes producciones. Curiosamente, rechazó participar en la primera entrega de Los Mercenarios, aunque finalmente se unió en las secuelas.

Reflexionando sobre su trayectoria, Van Damme admitió a The Guardian que su ambición desmedida y la necesidad de competir con grandes nombres como Jim Carrey lo llevaron a tomar decisiones que sabotearon su carrera. Sin embargo, su historia también es un testimonio de resiliencia. A pesar de los errores, Van Damme ha logrado mantenerse vigente en la memoria colectiva como un ícono del cine de acción.

Con JCVD demostró que su legado no solo reside en patadas voladoras y espectaculares escenas de pelea, sino también en su capacidad para enfrentar sus propios fantasmas y ofrecer una versión más honesta y humana de sí mismo.

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