Ganaron el Oscar por papeles equivocados: las actuaciones que Hollywood premió tarde

El Premio de la Academia ha sido históricamente considerado el pináculo del reconocimiento en Hollywood.

Estatuillas de los Oscar entre bastidores durante la 97.ª edición de los premios Oscar en el Dolby Theatre
Estatuillas de los Oscar / AFP

Sin embargo, incluso el galardón más codiciado del cine no está exento de errores, omisiones e injusticias flagrantes. En ocasiones, la estatuilla dorada llega, pero llega tarde, como un gesto reparador que intenta corregir años de indiferencia o desdén hacia trayectorias impecables.

Tilda Swinton, Al Pacino y Cate Blanchett son tres intérpretes de primer nivel que lograron ganar un Oscar, sí, pero por roles que, irónicamente, no reflejan la cúspide de su arte. En vez de premiar sus trabajos más arriesgados o revolucionarios, la Academia optó por reconocer actuaciones correctas, incluso notables, pero que no representan lo mejor de sus carreras.

Tilda Swinton

La británica Tilda Swinton recibió el Oscar a Mejor Actriz de Reparto en 2008 por Michael Clayton, donde interpretó a una ejecutiva corporativa al borde del colapso ético y emocional. Fue una actuación sólida, sin duda. Pero quienes han seguido de cerca la carrera de Swinton saben que ese no fue su papel más valiente ni más conmovedor.

En Tenemos que hablar de Kevin (2011), dirigida por Lynne Ramsay, encarnó a una madre atrapada en una pesadilla emocional mientras lidia con las consecuencias de la violencia extrema de su hijo. Su interpretación es devastadora: contención, horror, culpa, soledad, todo contenido en cada silencio y mirada. Igualmente memorable fue su reciente papel en La habitación de al lado (2023), de Pedro Almodóvar, donde enfrenta con dignidad feroz el final de su vida, explorando con profundidad una despedida sin redención.

Estas actuaciones, celebradas por la crítica internacional, quedaron fuera del radar de los premios de la Academia. Swinton fue reconocida, pero por un rol menor en comparación con sus verdaderas joyas interpretativas.

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Al Pacino

Para Al Pacino, el Oscar fue un asunto pendiente durante casi dos décadas. A pesar de haber protagonizado algunas de las interpretaciones más influyentes de los años 70 y 80, su primera y única estatuilla llegó en 1993, gracias a su rol en Perfume de mujer.

Ahí, Pacino interpreta al coronel Frank Slade, un militar ciego, brusco y entrañable. La actuación, aunque potente, palidece ante sus papeles más legendarios: el Michael Corleone de El Padrino, el incorruptible Serpico o el caótico asaltante de banco en Tarde de perros. Papeles que definieron una época y transformaron el estándar de la actuación masculina en Hollywood.

En palabras del propio Pacino, tras recibir el Oscar: “Es parecido a ganar una medalla olímpica, porque es muy distinguido. Solo que en los Juegos Olímpicos la ganas porque eres el mejor. Con los Óscar ese no es necesariamente el caso. Simplemente es que llegó tu turno”. Sus palabras reflejan la conciencia de un reconocimiento más simbólico que justo. Un Oscar que parece decir: “Te lo debíamos”.

Cate Blanchett

Cate Blanchett ha ganado dos veces el Oscar: como Mejor Actriz de Reparto por El aviador (2005) y como Mejor Actriz por Blue Jasmine (2013). Ambas actuaciones fueron impecables: en la primera, recreó con brillantez a Katharine Hepburn; en la segunda, retrató el colapso emocional de una mujer de alta sociedad que pierde todo.

Pero fue con TÁR (2022) donde Blanchett alcanzó nuevas alturas. Interpretó a Lydia Tár, una directora de orquesta poderosa y despiadada que se enfrenta al derrumbe de su imperio personal y profesional. El retrato psicológico que ofrece es inquietante y extraordinario: una disección sin anestesia del poder, el ego, la vulnerabilidad y la culpa. Pese a las ovaciones y múltiples galardones, la Academia volvió a dejarla pasar.

Ese mismo año, la estatuilla fue para Michelle Yeoh por Everything Everywhere All At Once, una decisión celebrada por su valor simbólico, pero discutida en cuanto a mérito artístico.

Estos casos no son aislados. A lo largo de la historia, la Academia ha demostrado que a veces los premios no reflejan lo mejor, sino lo más oportuno. El Oscar llega como una disculpa tácita: un gesto político, una concesión al peso del tiempo, un reconocimiento más al nombre que al trabajo en cuestión.

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