Entrenamiento: qué pasa en el cuerpo y mente cuando deja de hacer ejercicio un tiempo
A partir de la segunda o tercera semana sin entrenamiento, los efectos de la inactividad comienzan a hacerse más visibles.
Tomarse un descanso del ejercicio es más común de lo que parece: una lesión, la falta de tiempo o simplemente la desmotivación pueden interrumpir la rutina de entrenamiento.
Pero de acuerdo con investigaciones citadas por GQ y respaldadas por instituciones como la Organización Mundial de la Salud (OMS), la Mayo Clinic y la American College of Sports Medicine (ACSM), los efectos de la inactividad son graduales, reversibles y, en algunos casos, incluso beneficiosos a corto plazo.
Durante los primeros días de pausa, el cuerpo no experimenta grandes alteraciones. Por el contrario, puede ser un momento valioso para favorecer la recuperación muscular y articular.
Según la Mayo Clinic, el descanso es una parte esencial del proceso de fortalecimiento, ya que previene lesiones y permite que los músculos se reparen. En esa línea, GQ destaca que “la preocupación ante una supuesta pérdida inmediata de estado físico no tiene justificación”, pues el cuerpo necesita más tiempo para notar un descenso real en fuerza o resistencia.
A partir de la segunda o tercera semana sin entrenamiento, los efectos de la inactividad comienzan a hacerse más visibles. Un estudio del Journal of Applied Physiology indica que la capacidad cardiovascular puede disminuir ligeramente en las primeras dos semanas, aunque la fuerza y el tamaño muscular se mantienen casi intactos durante ese tiempo.
Pasado el primer mes, los cambios son más notorios: disminuye la masa muscular y la resistencia física. La Escuela de Medicina de Harvard señala que la rapidez con que esto ocurre depende de la edad, la genética y el nivel de entrenamiento previo. La ACSM complementa que, aunque los atletas bien entrenados logran conservar sus capacidades por más tiempo, nadie es completamente inmune a los efectos de una inactividad prolongada.
Muchas personas, al dejar de ejercitarse, intentan compensar reduciendo drásticamente la cantidad de calorías o eliminando grupos de alimentos. Sin embargo, tanto GQ como la Academia de Nutrición y Dietética de Estados Unidos advierten que este error puede acelerar la pérdida de músculo y afectar la recuperación.
Los expertos recomiendan mantener una alimentación equilibrada, con suficientes proteínas, verduras y carbohidratos complejos. Además, la OMS y la Mayo Clinic insisten en evitar el sedentarismo absoluto: actividades como caminar, subir escaleras o hacer tareas domésticas ayudan a preservar la salud general hasta poder volver al entrenamiento habitual.
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El ejercicio no solo transforma el cuerpo, también influye en la salud mental. Por eso, cuando se interrumpe la actividad física, pueden aparecer sentimientos de culpa, ansiedad o irritabilidad. La Asociación Americana de Psicología señala que estas reacciones son comunes en quienes usan el ejercicio como forma de regulación emocional.
Tanto GQ como la OMS aconsejan adoptar una mentalidad flexible, centrada en el bienestar integral y no solo en el rendimiento. Aprovechar la pausa para dormir mejor, practicar meditación o explorar nuevas actividades puede fortalecer la salud mental y emocional durante el descanso.
El regreso al ejercicio debe ser gradual y consciente. Los especialistas de la Mayo Clinic y la ACSM recomiendan empezar con movimientos básicos y escuchar las señales del cuerpo.
Una ventaja es la llamada “memoria muscular”, un fenómeno descrito por investigaciones en Frontiers in Physiology, que explica cómo quienes han entrenado antes recuperan más rápido la fuerza y la masa muscular que los principiantes.
La clave está en establecer metas realistas, cuidar la técnica y respetar los descansos. Con paciencia y constancia, el cuerpo retoma su ritmo y los beneficios del ejercicio reaparecen con mayor estabilidad.
En conclusión, una pausa temporal no representa el fin del progreso físico ni emocional. Con una alimentación adecuada, una actitud equilibrada y un retorno progresivo, es posible recuperar e incluso mejorar el bienestar general. La ciencia lo confirma: el cuerpo recuerda, se adapta y siempre está listo para volver a moverse.