¿La psicopatía podría detectarse con una resonancia magnética?

La neurociencia ha dado un paso crucial en la comprensión de este rasgo.

Resonancia magnetica
Resonancia magnetica / Pixabay [Mitrey]

Un estudio reciente, publicado en European Archives of Psychiatry and Clinical Neuroscience, sugiere que los rasgos psicopáticos pueden identificarse mediante cambios estructurales en el cerebro detectados a través de resonancias magnéticas.

La investigación, liderada por el Instituto de Medicina del Cerebro en Jülich y la Universidad RWTH Aachen (Alemania), analizó las imágenes cerebrales de 39 hombres con altos niveles de psicopatía y las comparó con un grupo de control. Los resultados revelaron diferencias significativas que vinculan los comportamientos antisociales con modificaciones cerebrales específicas.

La psicopatía suele evaluarse con la Psychopathy Check-List Revised (PCL-R), desarrollada por Robert Hare. Esta herramienta clasifica los rasgos en dos dimensiones:

  • Factor 1: Carencia de empatía, manipulación, frialdad emocional y encanto superficial.
  • Factor 2: conductas antisociales como irresponsabilidad, agresividad o historial delictivo.

El estudio encontró que las diferencias cerebrales más notorias están asociadas al factor 2, lo que sugiere que los comportamientos impulsivos y antisociales tienen una base neurológica identificable. En contraste, los rasgos del factor 1 mostraron correlaciones menos consistentes, lo que indica que podrían responder más a factores sociales o psicológicos.

Mediante una técnica llamada morfometría basada en deformaciones, los científicos calcularon el volumen cerebral de los participantes. Los resultados mostraron que las personas con rasgos psicopáticos presentaban una reducción del 1,45 % en el volumen total del cerebro frente al grupo control. Aunque esta cifra parezca pequeña, es significativa en neurociencia.

El análisis también detectó reducciones en zonas clave:

  • Tálamo
  • Tronco encefálico (especialmente el puente o “pons”)
  • Cuerpo estriado
  • Corteza insular
  • Cerebelo

Estas regiones están directamente relacionadas con la toma de decisiones, el control de impulsos, la gestión emocional y la interpretación de estímulos sensoriales. En palabras de los autores: “Los trastornos de comportamiento captados por el factor 2 del PCL-R están asociados con déficits de volumen en regiones pertenecientes a circuitos fronto-subcorticales”.

El estudio abre la puerta a la posibilidad de detectar predisposiciones a conductas antisociales mediante resonancias cerebrales, aunque los propios investigadores advierten que los resultados deben tomarse con cautela debido al tamaño reducido de la muestra.

Además, subrayan que un escáner cerebral no basta para diagnosticar psicopatía, ya que la estructura cerebral es solo una parte de un rompecabezas más complejo en el que también influyen la genética, la educación, el entorno social y las experiencias de vida.

Los investigadores concluyen que los resultados “sugieren un patrón de alteración del desarrollo cerebral con una distribución espacial heterogénea interindividual”, lo que explicaría por qué los síntomas de la psicopatía varían de una persona a otra.

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El trabajo también sugiere que los cerebros de personas con psicopatía podrían haber seguido trayectorias de desarrollo distintas desde etapas tempranas de la vida. Esto coincide con investigaciones previas que vinculan anomalías en la amígdala y el hipocampo con antecedentes de trauma infantil, abuso o negligencia.

Asimismo, plantea interrogantes sobre la plasticidad cerebral, es decir, la capacidad del cerebro para cambiar y adaptarse. Si ciertos patrones son maleables, podrían abrirse oportunidades de intervención mediante terapias especializadas o contextos sociales protectores.

Los autores enfatizan la necesidad de realizar estudios más amplios y diversos que incluyan factores como consumo de sustancias, antecedentes traumáticos y comorbilidades psiquiátricas.

Por ahora, lo que queda claro es que la psicopatía, más allá de ser una etiqueta psicológica, comienza a entenderse como un fenómeno con raíces físicas, medibles y potencialmente modificables.

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