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A sus 102 años, Charlotte Chopin continúa impartiendo clases de yoga en el pequeño pueblo de Léré, en el Valle del Loira, Francia, con una vitalidad que desarma cualquier prejuicio sobre la edad.
Su energía, serenidad y disciplina diaria la han convertido en un símbolo del bienestar consciente. Sin recurrir a secretos milagrosos ni dietas imposibles, su longevidad se sostiene sobre una rutina sencilla, el amor por lo cotidiano y la fuerza de los lazos humanos que la acompañan desde hace décadas.
Cada mañana, antes de comenzar su jornada, Chopin conserva un ritual que la conecta con la vida: un desayuno que no cambia con los años. “Cuando éramos niños, decía a menudo que el desayuno era el mejor momento del día. Sigue siendo así”, recordó su hijo Claude. Café, tostadas con mantequilla y miel o mermelada, y en ocasiones una cucharada de gelatina: ese gesto diario marca el inicio de un nuevo día. “Después de desayunar, vuelvo a estar bien, me siento bien”, confesó la maestra a The New York Times.
Charlotte Chopin descubrió el yoga a los 50 años y desde entonces no lo ha abandonado. Más de medio siglo después, sigue guiando a sus alumnos con movimientos precisos y una mirada llena de calma. Aunque ha dejado atrás las posturas más exigentes, continúa bajando al suelo, tocándose los pies y enseñando con la misma estructura de siempre. “Siempre doy mis clases de la misma manera. Las posturas son las posturas”, explicó, fiel a su filosofía de constancia.
Sus clases son un refugio de armonía y esfuerzo compartido. En ellas, cada respiración se vuelve un acto de gratitud, y cada movimiento, una lección sobre cómo aceptar los límites del cuerpo sin renunciar a la plenitud.
La alimentación, para Chopin, es una expresión de equilibrio. No sigue modas ni dietas, sino el placer de comer con medida y conciencia. Prefiere los productos frescos, las recetas conocidas y los horarios constantes. Esa fidelidad a lo simple, asegura, le ha dado energía y bienestar. Para ella, el desayuno no es solo una comida, sino un ritual que estructura el día y nutre el alma.
A sus 102 años, Chopin sigue encontrando inspiración en sus alumnos. “Mis alumnos me sostienen tanto en mi práctica del yoga como en mi vida”, resume. Esa red de vínculos intergeneracionales se ha convertido en su motor. En el estudio, la exigencia técnica convive con la calidez y la risa, creando un ambiente que sus alumnas describen como un espacio para aprender a envejecer con dignidad. Una de ellas lo expresó con sencillez: “Me hace desear envejecer”.
Chopin no pretende enseñar fórmulas mágicas ni prometer longevidades imposibles. “No tengo demasiados problemas”, dijo con una sonrisa, atribuyendo su bienestar a la gratitud y a un enfoque sereno de la vida. En su casa cuelga una frase que resume su filosofía: “La felicidad no consiste en tener todo lo que quieres, sino en amar lo que tienes.”
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Incluso cuando sufrió una fractura de esternón a los cien años, su resiliencia brilló. Tres meses después, ya había vuelto a conducir y a dar clases. “Solo por la mañana me siento como si tuviera 102 años”, bromea.
En 2022, Charlotte Chopin se presentó en el programa La France a un Incroyable Talent, donde sorprendió al público al ejecutar posturas de yoga en el escenario. Su participación le valió el reconocimiento de la India, que le otorgó una distinción civil, y un saludo personal del primer ministro Narendra Modi. Aun así, prefiere la calma de su pueblo, su jardín y la rutina que ha perfeccionado por años.
Con más de cuatro décadas de enseñanza, Charlotte Chopin no busca fama, sino equilibrio. Su mensaje, silencioso y poderoso, recuerda que la juventud no está en el calendario, sino en la actitud. En cada respiración, en cada saludo al sol, ella demuestra que el verdadero bienestar se construye día a día, con gratitud, movimiento y amor por la vida.