Aterrorizada por los asesinatos selectivos, la élite afgana se esconde o se exilia
Aterrorizado por la ola de asesinatos de figuras de la sociedad civil afgana, Mohammad Yusuf Rasheed había resuelto enviar a su familia a Turquía. Unos días después de haber tomado la decisión, lo mataron sin darle tiempo a hacerlo.
Este militante prodemocracia fue asesinado en diciembre en Kabul cuando iba a su oficina. Es uno de los cerca de 180 asesinatos selectivos cometidos desde septiembre, según responsables afganos, que acusan a los talibanes.
"Primero le dispararon al corazón, y luego, para asegurarse de su muerte, le dispararon una y otra vez en la cabeza", cuenta a la AFP su hermano Abdul Baqi Rasheed, en su casa en Kabul.
Los asesinatos de periodistas, personalidades políticas y religiosas, defensores de los derechos humanos y jueces se multiplicaron recientemente en Afganistán, sembrando el terror en el país e incitando a miembros de la sociedad civil a ocultarse o exiliarse.
Estos crímenes parecen haber coincidido con la apertura en septiembre en Doha de negociaciones de paz entre los talibanes y el gobierno afgano destinadas a poner fin a dos décadas de guerra.
El analista político Davood Moradian ve en ellos una estrategia deliberada para expandir el caos y mostrar que el gobierno es incapaz de proteger incluso a las personalidades más eminentes.
"Al debilitar al Estado afgano, el enemigo se acerca a su objetivo final que es derribar al sistema constitucional vigente", estima, anticipando que esta práctica se intensificará en los próximos meses.
Las mujeres, cuyo derechos fundamentales fueron pisoteados cuando los talibanes estuvieron en el poder en Kabul entre 1996 y 2001, no se han salvado de esta ofensiva.
Tras haberse enterado que figuraba en una lista de gente a la querían asesinar, la popular periodista Farahnaz Foroton eligió marcharse a Francia.
"La voz de las mujeres acallada"
"No tenía opción(...) Cada día vemos aumentar (el número de asesinatos)", afirma.
Otra reportera, obligada a ocultarse, dijo sentir la presión de sus familiares y allegados desde el asesinato de Malalai Maiwand, una de los cinco periodistas ejecutados desde noviembre.
"El periodismo, dar la palabra a las otras afganas, es mi pasión", subraya. Pero "no he visto a mis hijos desde hace meses, y a raíz de estas amenazas y estos asesinatos, mi familia quiere que abandone", explica.
Dos juezas, empleadas en la Corte Suprema, y dos doctoras también fueron asesinadas en las últimas semanas.
Miembros de los servicios de inteligencia afganos ven en estas amenazas contra las mujeres una respuesta a las demandas formuladas en el marco del proceso de paz para que sus derechos sean más respetados.
"Muchas mujeres militantes o que ejercen una actividad profesional comenzaron a recibir amenazas. Algunas incluso fueron asesinadas. Su voz es ahora acallada", afirma uno de ellos.
Un periodista amenazado por su investigación sobre la radicalización de niños en una escuela coránica tuvo que huir de manera precipitada de su ciudad. Había provocado la ira de un molá que lanzó una fetua (un edicto religioso) para que lo maten.
Una noche, su padre vio a hombres colocando una bomba cerca de su casa. "Fue entonces que entendí que debía huir o corría el riesgo de ser asesinado", afirma, sin querer revelar su identidad.
Altos responsables estadounidenses en Kabul señalan a los talibanes.
A raíz de esta violencia, la administración del presidente Joe Biden comenzó a revisar el acuerdo firmado en febrero de 2020 en Doha con los insurgentes que prevé la retirada total de las tropas de Estados Unidos para mayo.
Los talibanes niegan ser los responsables de estos asesinatos, algunos de los cuales fueron reivindicados por la organización Estado Islámico.
Asesinatos minuciosamente preparados
"(Los talibanes) no tienen ningún papel en los asesinatos de civiles", afirmaron el lunes, denunciando acusaciones "sin fundamentos".
Pero los servicios secretos afganos sospechan que la red Haqqani, un grupo sanguinario vinculado a los talibanes y que efectúa sus operaciones más complejas, está detrás de estos crímenes.
"Es la red Haqqani (que comete estos asesinatos) para los talibanes. Hay un acuerdo evidente entre todos ellos", asegura un agente de inteligencia afgano.
Otra fuente de los servicios de inteligencia subraya que decenas de sospechosos detenidos por estos crímenes son prisioneros talibanes que el gobierno había aceptado liberar para permitir la apertura de negociaciones de paz.
Estos asesinatos requieren a veces meses de minuciosa preparación para tomar por sorpresa a las víctimas, y son cada vez más sofisticados.
Por ejemplo, todos los movimientos de un piloto de la fuerza aérea afgana asesinado hace poco fueron "cartografiados" con la ayuda de un dron, explicó un responsable de seguridad extranjero.
El piloto buscaba una nueva casa y fue emboscado por los asesinos que se hicieron pasar por agentes inmobiliarios, según medios locales.
Rasheed, el activista asesinado que esperaba poner a salvo a su familia en Turquía, fue estrechamente vigilado durante meses antes de ser ejecutado, según su hermano.
La desesperanza se instala entre los miembros de la sociedad civil. Shaharzad Akbar, la jefa de la comisión independiente de derechos humanos, explica que todas las semanas alguien que conoce abandona el país.
"No hay futuro para ellos aquí, no por el momento", constata con pena.