Los inviernos más cálidos jaquean a los caminos de hielo de Canadá
El canadiense Gilbert Cardin se preocupa por el futuro del camino de hielo que mantiene cada invierno sobre un río al oeste de Montreal.
"En algún momento, seguramente ya no podremos abrir si continúan estos inviernos suaves", dice a la AFP.
Desde el 14 de febrero, este sendero de 900 metros despejado de nieve y marcado con abetos, permitió a los automovilistas viajar entre dos pueblos separados por el río Ottawa, sin tener que conducir 40 km (25 millas) de ida y vuelta por el puente más cercano.
Esos caminos de hielo alguna vez menos fueron muy comunes en esa región.
En los años 1800, una de estas vías hasta soportaba el paso de locomotoras en una línea férrea temporal a través del río San Lorenzo, que unía la isla de Montreal y las comunidades de South Shore en el continente, aunque una se hundió en el río.
En zonas del sur canadiense, esos caminos de hielo son ahora cada vez más escasos debido a los cambios en las temperaturas invernales, que pasaron de gélidas a templadas, lo cual hace difícil mantenerlos.
Apenas permanecen unas pocas docenas de estos vestigios de los inviernos de antaño, y solo un puñado en Quebec.
El camino de Cardin entre Pointe-Fortune y Saint Andrew d'Argenteuil es el único de los tres de Montreal que abrió este año.
"Este invierno abrimos un mes después", lamentó Cardin. Atribuyó esa demora al calentamiento global y al muy templado comienzo del invierno canadiense.
35 cm de grosor
Bajo un espléndido cielo azul, este camionero de 54 años mete su motosierra en el hielo del congelado río. Lascas de hielo saltan mientras corta un bloque y mide su grosor: 35 centímetros (14 pulgadas).
Esa medida basta para que autos atraviesen el río helado, pero no es suficiente para camiones. En inviernos de otrora, la capa de hielo era normalmente hasta de un metro.
"A esta altura del año debería tener 26 pulgadas (65 cm) de hielo", afirma.
Cardin no espera ganar dinero este año debido al retraso del comienzo del invierno y los pronósticos de una prematura primavera que obligaría a cerrar el camino en pocas semanas.
Mientras tanto debe ararlo permanentemente ya que la capa de nueve evita que el hielo se espese, pues obra como aislante el frio, explica.
"Tener abierto durante dos meses un puente de hielo sería una temporada excelente. Un mes sería muy bueno", comenta Claude Desjardins, dueño de otro camino en el río.
Este año no pudo abrir su sendero de dos kilómetros entre Hudson y Oka debido a que las condiciones del hielo son "realmente inseguras", explicó. Lo mismo ocurrió en 2017 y 2018.
La pandemia perjudicó los viajes
"Cada año es diferente y uno nunca sabe qué esperar", dice Cardin. Su camino, que opera desde hace 25 años, también estuvo cerrado en 2018.
La última década tuvo episodios cálidos más frecuentes, lo que redujo la duración media de su sendero de hielo a un promedio de cinco semanas, frente al récord de 12 semanas en 1997.
Cardin espera que una reciente ola de frío en el Ártico se prolongue hasta principios de marzo, lo que le permitiría mantener abierto su camino un poco más, pero reconoce que eso es una posibilidad remota debido al mínimo espesor del hielo.
"Si el hielo no es más grueso, en cuanto llegue el tiempo cálido se termina", señaló.
Pero a esos problemas se suma otro. La circulación de vehículos se redujo debido a las restricciones impuestas en Canadá para frenar al coronavirus.
"Los clientes no han estado aquí por el covid-19. No hay nadie en las rutas. Todo el que puede, trabaja desde su casa", explica.
"¿Quiénes usan el puente? Obreros de la construcción, cuidadores de casas que van de un lugar a otro. Eso es todo", lamentó.
En estos días apenas unos 30 vehículos lo atraviesan, cuando normalmente son un centenar.
"Cuando supe que estaba abierto, me dije: voy por ahí", afirmó Eric Deschamps, habitual usuario de ese camino. Paga el equivalente a 5,55 dólares estadounidense para cruzarlo y se evita 50 kilómetros de recorrido. "Cuesta menos que la gasolina, especialmente para una pickup", concluyó.
El canadiense Gilbert Cardin se preocupa por el futuro del camino de hielo que mantiene cada invierno sobre un río al oeste de Montreal.