Bandido Honrado
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Panamá Oeste/Detrás de un plato de arroz con guandú hay más que un simple ingrediente: hay trabajo, paciencia y la dedicación de familias enteras que cultivan este grano con métodos artesanales.
La ruta del guandú nos llevó hasta Quebrada Grande, en las montañas de Capira, hogar de la familia De La Flor Esturaín, quienes desde hace generaciones se dedican a la recolección de este cultivo. Llegar hasta el guandusal implicó recorrer más de una hora por carretera desde la ciudad, atravesar caminos de tierra y cruzar el río de la comunidad, pero para ellos, el esfuerzo vale la recompensa.
Gilberto “Charo” De La Flor explica que la cosecha es un trabajo familiar que involucra desde los más pequeños hasta los adultos. “Nos amarramos el churuco a la cintura y comenzamos la recolección. Todo se hace a mano, sin maquinaria industrial”, detalla. Su padre, Ceferino De La Flor, precursor del cultivo en la familia, recuerda que comenzó a trabajar a los 12 años junto a su padre y ahora transmite la tradición a sus 14 hijos.
El proceso de desgranar el guandú, vaina por vaina, requiere paciencia y cooperación comunitaria. Los vecinos participan y reciben un pago por su trabajo, alrededor de seis balboas por tanque desgranado, mientras que la familia se encarga de ventear y empacar el grano para la venta.
Según datos del Ministerio de Desarrollo Agropecuario, Darién lidera la producción de guandú con un 35 %, seguido por Panamá Este con 20 % y Veraguas con 19 %. Aun así, en Capira se aprovecha cada metro cuadrado, alternando la siembra de guandú con maíz, ñame y otros cultivos. Desde abril hasta diciembre, el grano tarda aproximadamente 250 días en estar listo para la cosecha, coincidiendo con la temporada navideña, su mayor periodo de consumo.
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Griselda De La Flor, encargada de los contactos comerciales, explica que venden guandú fresco de casa en casa y a restaurantes del área oeste, con variedades que incluyen negro, pintón y verde. Mientras la jornada transcurre entre música, anécdotas y el fogón encendido, el café y la comida tradicional mantienen la energía para continuar con la faena.
De cada terreno, alquilado a vecinos, la familia obtiene alrededor de 20 quintales de guandú por temporada, y cada mata puede cosecharse hasta cinco veces. El precio del grano depende de la oferta y la demanda, aunque la familia procura mantenerlo accesible para la comunidad.
El guandú no es solo un ingrediente, es herencia y tradición. Cada plato que se sirve en la Navidad panameña lleva consigo el esfuerzo y la historia de agricultores como los De La Flor Esturaín, quienes mantienen viva la cultura del campo y el sabor auténtico del país.