Biles se regala una despedida dorada de los Juegos que la llevaron al Olimpo

Se llevaba cuatro medallas de oro a casa

Simone Biles
Simone Biles / Getty Images
Afp
16 de agosto 2016 - 20:03

Imparable cuando pisa el tapiz, su hábitat natural y su ejercicio favorito por el cóctel explosivo que consigue agitando la música con unas acrobacias espectaculares y un punto seductor, en las cuatro veces que presentó su rutina en Rio no sólo fue mejor que las demás, sino también que ella misma.

Una progresión que culminó el excelente 15.966 con el que salió del gimnasio donde se presentó al mundo y se lo metió en el bolsillo.

"Estaba muerta de los nervios, pero sabía que no había tiempo para eso", confesó después al contar cómo sus piernas estaban entumecidas tras su maratón dorada.

Como si nada hubiera pasado la víspera, Biles llamó a lo grande a la puerta de las leyendas olímpicas de la gimnasia, cerrada desde hace 32 años. Con sus cuatro oros por delante y una felicidad descarada que rompe moldes en este deporte donde sólo la disciplina espartana elige a sus campeones.

Allí le esperaban leyendas de otras épocas como la soviética Larissa Latynina y la húngara Agnes Keleti (1956), la checa Vera Caslavska (1968) y la rumana Ecaterina Szabo (1984), todas tetracampeonas en unos mismos Juegos.

Alivio y pena

En Río 2016 se descubrió, sin embargo, que ella también puede fallar, aunque como ocurre con los genios no lo tiene entre sus costumbres.

Pero ni la traición de la viga, aparato del que es campeona mundial, es capaz de eclipsar su paso brillante por los primeros Juegos que la reciben.

Tras quedarse a las puertas de Londres-2012 por ser demasiado joven, en Rio-2016 ha abrillantado su estrella. Todo el mundo quería ver a esa diminuta estadounidense que con su rocoso 1,45 consigue acrobacias de otra galaxia y que, pase lo que pase, siempre aterriza clavada sobre el tapiz y pegada a una enorme sonrisa.

"Tengo un sentimiento de alivio. Pero también estoy triste por lo rápido que ha sido todo. Es emocionante que haya acabado, pero es triste también", contó en su último paso por la zona mixta.

Aunque los focos se quedaron con Biles, en la jornada también hubo otros momentos álgidos como la exhibición del ucraniano Oleg Verniaiev en las barras paralelas, la confirmación del fracaso chino (el gigante asiático se va por primera vez de unos Juegos sin oros en gimnasia desde Los Ángeles-1984) y la exhibición del alemán Hambuechen, oro en la barra fija.

La tradición manda que la competición se cierre colgada de este aparato donde los gimnastas desafían a la gravedad con la potencia de sus brazos, logrando volteretas y vuelos imposibles, pero esta vez fue diferente.

La reina Biles ya se había ido y el gimnasio se había quedado huérfano.

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