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Panamá/La selección de Panamá ha despertado. Ha rugido con la fuerza de su gente y ha danzado al ritmo de la historia que sus hijos están escribiendo en la Copa Oro 2025.
En un torneo donde cada segundo pesa, la selección panameña ha caminado con paso firme, con la frente en alto y el corazón en llamas, logrando una clasificación perfecta en el Grupo C: nueve puntos de nueve posibles, trece goles marcados y apenas tres recibidos.
La gesta comenzó con un vendaval de fútbol. Ante Guadalupe, los dirigidos por Thomas Christiansen desplegaron su versión más letal, ganando por 5-2, en una exhibición ofensiva que dejó claro que Panamá no venía a participar, sino a competir. Luego, llegó la hora de resistir, de apretar los dientes y luchar por cada centímetro del campo frente a Guatemala. Un gol bastó para sumar tres puntos más y alimentar un sueño que venía creciendo con cada silbato final.
Pero fue ante Jamaica donde Panamá alzó la voz y se hizo gigante. En un partido donde no había margen para la duda, el equipo canalero goleó por 4-1 con un recital del hombre del momento: Ismael Díaz. El delantero firmó un hat-trick inolvidable y llegó a cinco goles en la fase de grupos, colocándose como el máximo goleador del torneo y, para muchos, el símbolo de una generación que quiere trascender.
Cada pase, cada barrida, cada grito desde el banquillo tiene ahora un solo objetivo: levantar el primer título de Copa Oro en la historia del fútbol panameño. La misión no será sencilla, pero el espíritu de este equipo está forjado en la resiliencia. No hay temor, solo hambre. Hambre de gloria.
En el horizonte ya espera Honduras, rival en los cuartos de final que se jugarán en Glendale, Arizona. Un duelo que será de esos donde no se juega solamente con los pies, sino con el alma. Y si la historia continúa escribiéndose con tinta roja y blanca, el siguiente obstáculo podría ser aún mayor: el ganador entre México y Arabia Saudita, una antesala de final que medirá no solo fútbol, sino carácter.
Thomas Christiansen ha logrado lo que pocos: darle a Panamá una identidad. Un estilo que combina orden, garra y velocidad. Ha formado un grupo que no solo juega, sino que cree. Y cuando un equipo cree, cualquier cosa es posible.
Faltan tres partidos. Tres batallas que serán de vida o muerte. Pero si algo ha demostrado esta selección, es que no está aquí por accidente. Ha llegado para hacer historia. Y aunque el camino es empinado, los pasos de Panamá resuenan con fuerza. La afición canalera ya no sueña: empieza a creer que esta vez, el oro puede teñirse de rojo.