Machado no pudo terminar el partido ante América por lesión
Saprissa apeló a todos sus recursos para jugarle de tú a tú al campeón de México, pero pecó en la regla básica para dejarse el triunfo: la definición.
El Monstruo le dio alas al América, tuvo para matarlo pero erró en esa última jugada, la que desata el júbilo y enloquece la grada, la que obliga al portero rival a sacar el balón del fondo.
Una, dos, tres, cuatro y hasta cinco opciones claras de gol; el Monstruo falló en la hora buena.
El sueño de vencer a las Águilas arrancó bien, primero con un Saprissa que le quitó el balón al rival en la mediacancha, que lo trató de asfixiar por los costados y que tuvo en los últimos 10 minutos del primer tiempo el chance de abrir la pizarra.
Primero con un remate cruzado de Sebastián Diana en el minuto 36, luego dos acciones de Colindres con el portero Moisés Muñoz nada más por vencer.
La S lo dio todo, prueba de ello es que terminó con dos jugadores arratonados, con Deyver Vega casi de lateral izquierdo y con un Ariel Rodríguez que no paró de correr en todo el partido.
Pero... ¿qué marca la diferencia entre un buen y un gran jugador? Simplemente, la capacidad de resolver un partido cuando las cosas no andan tan bien.
En la segunda mitad, Saprissa encimó por completo a los azulcremas y tuvo a los 46 segundos la oportunidad más clara, otra vez por medio de Colindres, que ayer se cansó de botar anotaciones.
Y esos regalos al América no se le pueden dar jamás.
Por algo es el monarca del fútbol azteca, por algo hace una semana llenó de goles al Jaguares y ganó de visita al Pumas.
Con el partido cuesta arriba, el técnico Gustavo Matosas, ingresó a Rubens Sambueza y al hombre clave de la noche: Oribe el Cepillo Peralta, sí el mismo seleccionado que fue letal para que México fuera al Mundial.
A Peralta le bastaron seis minutos para dictar sentencia y vacunar por partida doble a la defensa saprissista.
Primero, fue Pablo Aguilar, en un contragolpe fulminante que nació con un error grave la mediacancha de Néstor Monge.
Aguilar cabeceó solo en el área y puso las cifras 0-1 a falta de 12 minutos para el pitazo final.
Fue para la S un cambio del éxtasis a la amargura, a la incredulidad sobre el césped y un golpe a la ilusión para la afición.
¿Injusto? No para un equipo que nunca supo cómo dejar tendido a Muñoz cuando podía hacerlo, que ahogó el grito de gol gracias a sus mismos errores.
Tampoco es inmerecido porque el América es de esos rivales que miden a su adversario y con recursos tan mortíferos como Oribe, Quintero y Sambueza pueden marcar tres goles en tres jugadas claras de contraataque.
Es claro que Jeaustin Campos resintió las bajas de Heiner, Golobio, Manfred y Guzmán y la lesión de Adolfo Machado.
Pero lo que más le debe doler es que tuvo el duelo a sus pies y su principal temor de mitad de semana apareció en el peor momento, cuando se jugaba en 90 minutos casi toda la temporada.
Darle vuelta al 0-3 en México parece una misión imposible.
Texto: La Nación.