El valor de intentar: un catálogo de soluciones educativas

Un registro nacional estudiantil permitiría saberlo todo: avances en lectura, matemáticas, habilidades digitales e inglés, además de retos educativos y contextos socioeconómicos.

Un salón de clases vacío
Un salón de clases / TVN Noticias

Ciudad de Panamá, Panamá/La educación, el empleo y la calidad de vida forman un solo sistema: al mejorar lo primero, se fortalecen los otros dos.

Reformar la educación básica toma décadas, y crear una nueva autoridad educativa, como solicitan algunos expertos, exigirá una discusión social y largos trámites.

Pero Panamá puede actuar ya, experimentando dentro del marco educativo actual. Este artículo reúne propuestas prácticas en esta dirección.

Datos

Panamá tiene cerca de un millón de estudiantes, una cifra manejable frente a países como Colombia (10 millones) o Estados Unidos (80 millones).

Esta escala relativamente pequeña, sumada al mandato constitucional de invertir el 7% del PIB en educación, ofrece una oportunidad real de transformación.

Clases virtuales
Clases virtuales / Foto/Archivo

Pero los recursos y las leyes no bastan: se necesita información clara para implementar decisiones con visión de futuro.

Por tanto, una primera acción fundamental sería crear una base de datos con un archivo individual para cada estudiante.

Durante la pandemia, el Ministerio de Educación (Meduca) ni siquiera sabía con certeza cuántos o quiénes estaban matriculados. Y plataformas creadas durante ese periodo para conectar a los estudiantes hoy han caído en desuso.

Un registro nacional estudiantil permitiría saberlo todo: avances en lectura, matemáticas, habilidades digitales e inglés, además de retos educativos y contextos socioeconómicos.

El sistema debe ser seguro, confiable y accesible solo a maestros autorizados, directores y altos funcionarios, e incluir una identificación única para cada alumno.

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El levantamiento podría empezar con la secundaria y extenderse gradualmente a los demás niveles. Luego, cada nuevo ingreso quedaría automáticamente registrado.

Esta base de datos facilitaría políticas más precisas, clases mejor orientadas y la detección temprana de riesgo de deserción.

Sería la infraestructura principal de la innovación educativa.

Sistemas similares ya establecidos en Estonia, Singapur, Finlandia y Chile sirven de referencia y prueban que con información centralizada, el aprendizaje mejora y la gestión se vuelve inteligente.

Comunicación

Una nación educada necesita una base común de conocimiento.

Una forma de lograr este objetivo es fortaleciendo el sistema estatal de radio y televisión con un canal televisivo y una emisora radial con transmisión continua de material educativo.

Ambos ofrecerían contenidos de lectura, historia, cultura y civismo, además de guías parentales y programas de convivencia familiar.

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Este sistema de aprendizaje tendría el mayor impacto en lugares donde no hay escuelas.

Y las redes sociales podrían servir de capa interactiva para mantener la participación estudiantil.

Un niño realiza lectura
Un niño realiza lectura / Pixabay

El costo sería menor al 1% del presupuesto del Meduca y se podría establecer y tener en operación en dieciocho meses.

Sistemas similares incluyen la telesecundaria mexicana, el canal educativo británico y programas brasileños implementados durante la pandemia que demuestran que la educación mediática puede sostener a millones.

Una versión panameña garantizaría acceso a educación, continuidad y mejora constante y ampliamente disponible.

Laptops

La entrega de computadoras escolares ha sido uno de los principales programas de ambas gestiones de Lucy Molinar como ministra de Educación.

La clave es que tales computadoras deben aprovechar los desarrollos tecnológicos más recientes para ser herramientas avanzadas de estudio.

Por ejemplo, en la era de la inteligencia artificial (IA), estas computadoras pueden incluir sistemas capaces de dialogar con cada alumno según su nivel y lenguaje.

De hecho, con la IA, los contenidos curriculares pueden traducirse a la comprensión real de cada estudiante.

Y considerando que Panamá debe reforzar sus bases de lectura y matemáticas, una IA educativa permitiría ajustar el ritmo y dificultad a cada alumno, así cerrando brechas al facilitar el aprendizaje.

Tal IA también podría traducir el material a lenguas originarias, mejorando la inclusión.

Y aunque varios países ya han efectuado programas para entregar laptops, implementar IA en ellas para personalizar la enseñanza sería un salto cualitativo de vanguardia.

Ahora bien, el éxito de un programa así dependerá de alimentar la tecnología con un currículo sólido y materiales bien diseñados. Con estas bases, los errores de la IA, conocidos como alucinaciones, se reducen y el conocimiento transmitido se vuelve confiable.

Internados

Las escuelas de internado podrían ser la clave para resolver la dispersión geográfica del estudiantado.

Hoy, Panamá mantiene cientos de microescuelas con pocos alumnos y muchos costos. Esto reduce la calidad educativa, sobre todo en áreas remotas con maestros sobrecargados.

Con internados regionales, los recursos humanos y tecnológicos se unirían en planteles de alta calidad. Estudiantes rurales tendrían acceso a laboratorios, computadoras y docentes especializados.

Tres internados piloto bastarían para iniciar: uno en Chiriquí, otro en el centro del país y otro en Darién.

Cada uno podría albergar hasta 4,000 alumnos, sustituyendo decenas de escuelas dispersas.

El costo operativo estimado, algo superior a los dos millones de dólares anuales por centro, es altamente posible considerando el presupuesto del Meduca.

El uso histórico de internados en Europa, Estados Unidos y Asia ofrece cientos de pruebas de que estos colegios, establecidos adecuadamente, son formas efectivas de mejorar la eficiencia, reducir la deserción y fortalecer la disciplina cívica.

Docentes

La reforma educativa solo será viable si los docentes la sienten como una oportunidad, no una amenaza.

Una solución inicial para incentivarlos a participar del proceso es ofrecer microcredenciales en ciencia, tecnología, matemáticas o IA. Estos serían cursos de capacitación vinculados a aumentos salariales.

Tal formato de microcredenciales permitiría una especialización rápida y el reconocimiento justo del mérito. Y con docentes más capacitados y flexibles, el sistema respondería mejor a las necesidades del país.

También puede reactivarse el talento jubilado.

Más de 10 mil docentes retirados han mostrado disposición para volver a dar clases. Un programa nacional de tutorías, nocturnas o de fin de semana, podría aprovechar esa experiencia. El Estado cubriría el transporte y la logística, permitiendo el apoyo intensivo en zonas con rezago educativo.

El Reino Unido y los Estados Unidos ya aplican programas similares con resultados positivos, fomentando una comunidad docente activa y responsiva.

Remoto

El modelo del profesor Sugata Mitra, llamado “computadoras en la pared”, ha demostrado que se puede enseñar sin requerir inicialmente de aulas tradicionales.

En zonas remotas, los niños pueden aprender con pantallas táctiles seguras que ofrecen contenidos pre-grabados y fomentan la curiosidad.

Estos sistemas no necesitan maestros permanentes, sino motivadores que incentiven el interés por aprender. Y los datos de uso de las pantallas permiten mejorar los contenidos y medir el progreso.

En India, más de 200 estaciones elevaron en 40% el aprendizaje del inglés en seis meses en las regiones donde fueron instaladas. Colombia también replicó la experiencia con buenos resultados en matemáticas.

Panamá conoció la propuesta por primera vez en 2012, pero no la adoptó. Reactivarla hoy permitiría llevar, de forma inicial, educación de calidad a comunidades sin escuelas formales.

Empleo

Educar, en parte, es prepararse para trabajar. Los estudiantes deben conocer el mundo laboral antes de graduarse.

Programas de pasantías coordinadas con empresas de logística, turismo o tecnología podrían ofrecer esa experiencia. Alemania y Costa Rica ya lo hacen con éxito.

Panamá, en cambio, mantiene una brecha entre la escuela y el empleo. Sin contacto con la realidad laboral, los jóvenes no saben qué habilidades necesitan.

Una opción inicial es la creación de plataformas en línea donde las empresas presentan rutas de aprendizaje y certificación. Singapur y Chile aplican sistemas de este tipo para conectar demanda y oferta de talento.

Con estos sistemas, los estudiantes pueden descubrir vocaciones, adquirir habilidades concretas y construir su perfil profesional.

Movilidad

La innovación también debe viajar. El Meduca puede invertir en laboratorios móviles con impresoras 3D, kits de robótica y equipos científicos que pueden recorrer el país. Esto reduciría costos y garantizaría el acceso a tecnología incluso en las zonas más apartadas.

Perú y Kenia lo hacen con éxito.

Otra medida relacionada con el viaje es permitir la participación de jóvenes universitarios extranjeros, validados de antemano, como instructores en comunidades panameñas. Esta apertura fortalecería el intercambio cultural y proyectaría a Panamá como un país moderno y colaborativo.

Pero para ello, habría que flexibilizar la norma que limita la docencia a los nacionales. De no hacerlo, Panamá corre el riesgo de encerrarse en su propia escasez.

Coda

La reforma educativa no puede esperar más. Cada año perdido multiplica la desigualdad y reduce la competitividad futura, más aún bajo el contexto de la Cuarta Revolución Industrial.

Con información confiable, tecnología inteligente y docentes en capacitación constante, Panamá todavía tiene la oportunidad de transformar su sistema educativo.

Pero el momento de actuar es ahora.

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