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Ciudad de Panamá, Panamá/En el patio vacío de muchas escuelas panameñas, el eco del silencio reemplaza el bullicio de los recreos. A pesar de estar casi a mitad del año 2025, miles de estudiantes del sector oficial en Panamá siguen sin recibir clases de forma regular. Y este no es un fenómeno aislado. De hecho, en los últimos cinco años, solo en 2024 se completó un año escolar sin interrupciones.
Entre la pandemia, las protestas sociales y ahora una huelga docente, se ha gestado lo que muchos califican como una “emergencia educativa silenciosa”, con efectos que ya se reflejan en los datos y en la vida cotidiana de miles de familias.
El sistema educativo panameño ha sufrido golpes consecutivos que han trastocado la continuidad académica. En 2020 y 2021, la emergencia sanitaria por la Covid-19 cerró las escuelas y obligó a migrar a clases virtuales. Luego, en 2022 y 2023, protestas sociales desencadenaron nuevos paros en el calendario lectivo. Ahora, en 2025, un paro magisterial mantiene nuevamente a miles de estudiantes sin clases.
Según cifras de la Asociación Panameña de Ejecutivos de Empresa, de los 54 días hábiles del calendario escolar transcurridos este año, solo se han impartido clases en 33. Es decir, se han perdido 26 días de clases, lo que representa casi un mes sin enseñanza. Los docentes arrancaron una huelga desde el pasado 23 de abril.
El impacto de estas interrupciones va más allá del calendario. Según datos del Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef, por sus siglas en inglés), el 8% de los niños y adolescentes panameños entre 6 y 17 años no saben leer ni escribir, una cifra alarmante que deja al descubierto las grietas estructurales del sistema.
Las pruebas internacionales tampoco dan tregua. En los resultados de PISA 2022, una alta proporción de estudiantes panameños de 15 años no alcanzó los niveles mínimos de comprensión lectora. A esto se suma el antecedente del Estudio Regional Comparativo y Explicativo (ERCE) 2019, en el que Panamá obtuvo un puntaje de 659.12, muy por debajo del promedio regional de 700 puntos. Ni siquiera logró ubicarse en el nivel 1 del ranking.
A pesar de esto, dirigentes docentes afirman que los resultados de una nueva prueba ERCE aplicada en marzo pasado son positivos, pero denuncian que el Ministerio de Educación (Meduca) no los ha divulgado. “Las pruebas salieron favorables, pero no las quieren publicar. Nos quieren medir con Suiza o Japón, cuando no tenemos las mismas condiciones”, criticó Armando Espinosa, de la Asociación de Maestros Independientes Auténticos (AMIA) quien exhortó al Meduca a transparentar los resultados.
En medio de esta situación, la historia de Hilary y sus hijos en la comunidad de Tocumen refleja la dimensión humana de esta crisis. Sus dos pequeños asisten a la Escuela Nuevo Belén, aunque con experiencias dispares. Su hija, en cuarto grado, logró volver al aula. “Ella lloraba por regresar, le gusta la escuela”, cuenta Hilary. "Desde que volvió a clases ha mejorado su ánimo y su comportamiento; allá aprende, juega y eso los calma”.
En cambio, su hijo menor, Ariel, de apenas siete años, no ha tenido la misma suerte. “Ya le entendí el truqui a la escuela. Yo gano muchos cinco”, dijo emocionado. La maestra le informó que no habría clases hasta nuevo aviso. “Me siento aburrido allá en la casa”, confiesa Ariel, con una sonrisa tímida.
Ante la suspensión de clases, su madre se vio obligada a llevarlo consigo al trabajo, pues en estos días no cuenta con nadie que lo cuide. Por lo general, aprovecha el tiempo en que su hijo asiste a la escuela para cumplir con su jornada laboral como trabajadora doméstica.
Historias como esta se repiten a lo largo del país, en comunidades donde la escuela no solo es un lugar de aprendizaje, sino también un espacio de contención social.
Más allá, la psicopedagoga Sheyla Bethancourt explicó a TVN-2.com que, como consecuencia sobre la inestabilidad a largo plazo que puedan tener los niños al no dar clases, está que algunos pierden el hilo o la continuidad de lo que están aprendiendo, ya que todos no tienen las mismas habilidades para aprender y afirmar lo que aprenden.
Sobre el efecto emocional en los estudiantes al no asistir con regularidad a la escuela, dijo que dependerá del tipo de estudiante. Si es un niño maltratado por sus maestros y compañeros, será bueno no ir a la escuela porque es menos tortura social, pero si es un niño a quien todo le va bien, pues le hará falta asistir.
Sin embargo, manifestó que, desde el punto de vista cognitivo, para todos es perjudicial no asistir al colegio, si queremos que aprendan, socialicen y desarrollen habilidades de convivencia y tolerancia social.
La ministra de Educación, Lucy Molinar, ha pedido en múltiples ocasiones a los docentes que retornen a las aulas. "No he destituido a ningún docente", aseguró recientemente. Sin embargo, el gremio magisterial se mantiene firme. Exigen la derogación de la Ley 462, que reforma la Caja del Seguro Social, como condición para levantar la huelga. Ayer fuentes del Meduca indicaron que no extenderán el calendario escolar 2025 pese al paro indefinido de los docentes.
Desde el otro lado, el sector empresarial también ha alzado su voz. La Apede sentenció: “El derecho de nuestros hijos a recibir educación continua no puede ser rehén. La educación es la principal herramienta para romper el círculo de la pobreza”.
Pero los gremios docentes, insisten en que la raíz del conflicto es estructural. “No queremos co-gobernar. Queremos simplemente que se derogue la ley. Si hay diálogo, podemos negociar. Pero no somos los culpables de todo”, indicó Armando Espinosa, de AMIA
Espinosa también rebatió las críticas por el impacto en los estudiantes: “Nunca se ha perdido un año lectivo. Siempre hemos sido responsables en recuperar contenidos”. Sin embargo, que la "culpa no es solo del docente”.
El dirigente cuestionó duramente las condiciones en las que se enseña: “Tenemos 126 bachilleratos en ciencias, y 96 no tienen laboratorio. ¿Cómo enseñamos sin herramientas? Es como ser cirujano sin quirófano”.
Por su parte, el docente, dirigente y secretario general de la Asociación de Educadores de San Miguelito 2000, Eddy Pinto, fue enfático: “Lamentamos profundamente que los estudiantes no estén en clases, pero esta situación no es culpa del magisterio. Es culpa del Ejecutivo y de los diputados que aprobaron una ley antipopular que amenaza el futuro de todos”.
Pinto aseguró que “esto no es un simple paro, como dice la ministra, es una huelga, y está amparada por la Constitución. No queremos estar en huelga. Esto desgasta física, emocional y económicamente, pero es necesaria cuando no hay voluntad de diálogo real”.
El riesgo de perder el año escolar crece con cada día que pasa sin clases. Pero los docentes insisten en que hay formas de recuperar el tiempo perdido: “Extender el calendario, usar los sábados, trabajar más horas. Lo que falta es voluntad política”, declaró Pinto.
Mientras tanto, miles de estudiantes repiten la situación de Ariel, que siguen esperando el regreso a clases. Algunos han olvidado los nombres de sus compañeros. Otros han dejado de ir a la escuela porque ya no hay clases. Y muchos padres, como Hilaria, siguen apostando por la educación como la única esperanza real de un futuro mejor. Una generación completa ha quedado en pausa. La pregunta es si el país podrá darle "play" a tiempo.